Carta de un soldado: «Me siento feliz en Mykolaiv»

Oleksandr Pronkevych
Oleksandr Pronkevych DIARIO ÍNTIMO DE LA GUERRA

INTERNACIONAL

Daniel Ceng Shou-Yi / Zuma Press

18 may 2022 . Actualizado a las 15:09 h.

El lunes mis colegas me mandaron un texto escrito por Martin Berest, un soldado de la defensa territorial. Con el permiso del autor, traduzco su testimonio para que vean cómo es la gente que defiende la ciudad de san Nicolás.

«Derramo agua de la botellita plástica crujiente en jarrones de flores.

Me siento mal por hacerlo, porque en Mykolaiv falta agua. Aquí los propietarios escriben ‘Agua' en sus tiendas, aquí la gente pasa horas para llenar sus cubos en pozos. Es la misma agua que corre por los grifos de Kiev. Aquí es una costosa joya.

Pero ver las flores secándose me resulta insoportable. No sé explicar por qué me duele tanto la muerte de estas plantitas. Me considero un hombre con la piel gruesa. Solo lloré una vez durante esta [guerra] a gran escala. Simplemente no puedo verlas secar.

Pasamos noches en una oficina. Despliego mi saco de dormir en un sofá sucio que emite sonidos irritantes. No soy exigente, así como tampoco lo son las otras decenas de hombres que están durmiendo, tosiendo y roncando a mi lado. No importa. No estamos en trincheras. Nos protege un edificio de verdad, con cristales que vibran un poco con nuestra respiración. No hay razones para sentirnos insatisfechos. Pasamos la noche bajo un techo. Es un lujo inaccesible ahora para miles de seres humanos.

Mykolaiv es hermosa, tan hermosa como puede ser una ciudad extraña y oculta. Niko es ahora un nombre conocido en todo el mundo, así como Marik y Ja. De una manera inexplicable la ciudad me ha penetrado tan profundamente, que solo por la noche, al irrumpir en este edificio aferrándome con mi metralleta a todas las paredes y puertas, por fin, me doy cuenta de cómo me siento.

Me siento feliz aquí. Me siento hambriento, agotado y feliz. No encuentro palabras para explicarme. Aquí, en estas calles polvorientas y quemadas por el sol, me siento mucho mejor que en Kiev. No comprendo qué hace esta ciudad tan hermosa. Probablemente la artillería rusa o nuestros lanzacohetes, pero la ciudad es peligrosa y, al mismo tiempo, es acogedora y absolutamente, completamente, sana.

La ciudad sabe quién es y para qué existe. Quizás, para bloquear a las enormes tropas rusas. Quizás, para sobrevivir y escupir sobre sus tumbas. Quizás, para derramar su última agua potable en jarrones de flores.

Niko lo sabe perfectamente». 

Oleksandr Pronkevych catedrático de Literatura Española en la Universidad de Mykolaiv

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