Oda al teléfono celular

Oleksandr Pronkevych
Oleksandr Pronkevych DIARIO ÍNTIMO DE LA GUERRA

INTERNACIONAL

Una joven consulta su teléfono móvil en un refugio de Kiev
Una joven consulta su teléfono móvil en un refugio de Kiev MARKO DJURICA | reuters

El papel del móvil en esta guerra es extraordinario: nos informa de noticias, nos avisa de alertas de ataques aéreos, salva vidas

01 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El día de ayer me atravesó con dolor. Me callaba unas horas sin poder pronunciar ni una palabra. El Diábolo empujó su Columpio al lado de los temores y me caí en el abismo de la desesperación. Por la tarde mi teléfono celular me trajo esperanza.

El papel del móvil en esta guerra es extraordinario. ¡Perderlo o tenerlo descargado en un desastre! Los teléfonos nos informan de noticias, nos avisan de alertas de ataques aéreos, salvan vidas. Quizá, su función más importante es mantenernos conectados a nuestros seres queridos.

La primera llamada de ayer fue de la Cruz Roja. Yo ayudo a los refugiados que quieren irse a España. Me habían pedido que buscara a alguien que pudiera transportar a la familia de un español a la frontera con la UE. Nunca imaginé que en las estepas ucranianas podía vivir un ciudadano de mi querida España. La voz femenina joven y hermosa me informó de que la Cruz Roja estaba ultimando los preparativos para el viaje. Espero que la evacuación pase rápido y sin problemas.

Un poco más tarde me llamó una profesora de italiano y español. Es mi amiga desde hace largo tiempo. Está en Kiev ahora sufriendo todas las barbaridades rusas. No habíamos hablado por lo menos en un año. A pesar de sus enfermedades y los bombardeos permanentes ella se acordó de mí. Charlamos sobre las noticias, las dificultades de la existencia cotidiana, los precios altos en las tiendas y sobre los colegas de nuestro gremio. Llegamos a la conclusión de que la guerra había cambiado a muchos de una manera inesperada. Unos para bien, otros para mal. «La guerra nos mostrará cómo algunos habían sido antes y cómo serán después», terminó la conversación mi amiga.

Por la noche empecé a llamar yo. Hablé con la compañera de la oficina de relaciones internacionales. Me comunicó que ella había preparado el papeleo para diez estudiantes nominados por nuestra universidad para ir a Alemania con la ayudad del programa Erasmus y añadió que estaba trabajando con los documentos de otros diez. Además, hablamos sobre el proyecto creativo que nuestros estudiantes intentaron realizar para que sus coetáneos en el extranjero supieran la verdad sobre Ucrania. Con otra colega mía deliberábamos la idea de la creación de una antología de la poesía ucraniana en Alemania.

La culminación de esta sinfonía de llamadas fue el cuento parabólico que me relató mi esposa. Ella había hablado con un viejo amigo universitario que se encuentra en territorio controlado por el Ejército ucraniano, en una región que está muy cerca de la zona de batallas. Él dijo entre bromas: «Los pajaritos y las libélulas ya han llegado. Los músicos con sus instrumentos y los alimentos están aquí. Y es muy bueno». En realidad, con la ayuda de este discurso idílico el hombre informaba que el Ejército ucraniano estaba acumulando recursos para la defensa.

¡Oh, celular, recurso divino para escuchar la voz humana y curar las heridas!

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