Una pregunta maldita

Oleksandr Pronkevych
Oleksandr Pronkevych DIARIO ÍNTIMO DE LA GUERRA

INTERNACIONAL

Manifestación  el pasado día 18 en Moscú para conmemorar la invasión de Crimea, en el 2014
Manifestación el pasado día 18 en Moscú para conmemorar la invasión de Crimea, en el 2014 DPA vía Europa Press

Doy fiabilidad a las encuestas putinistas que indican que un 71 % de los rusos dicen sentirse orgullosos por el hecho que su país ha iniciado «la operación especial» contra Ucrania

24 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Numerosos periodistas e intelectuales españoles me preguntan si el pueblo ruso tiene la culpa por la guerra que su Estado ha desencadenado contra Ucrania. Mi respuesta es siempre afirmativa y siempre provoca objeciones. Mis interlocutores llaman mi atención sobre los individuos que salen en protestas contra la guerra en Moscú y en San Petersburgo y algunas celebridades que se atreven a decir no. Cuando digo que encuestas sociológicas rusas indican que un 71 % de los rusos afirman que se sienten orgullosos por el hecho que su país ha iniciado «la operación especial» contra Ucrania, me replican con el argumento de que los datos recogidos bajo un régimen totalitario no son fiables. Estos debates me demuestran una cosa: los españoles (como muchos europeos) todavía no han comprendido nada de las razones que llevaron al desastre ni de la profundidad del abismo en que nos encontramos todos nosotros. Trataré de explicar mi punto de vista.

En la cultura universal se ha difundido el mito sobre la misteriosa alma rusa. A menudo se cita el versillo de Fiodor Tiutchev, el poeta xenófobo, que pasó muchos años de su vida fuera de Rusia y en su epistolario y en la vida cotidiana usaba el francés: «Con la mente no entenderás a Rusia, / Ni medirás de manera corriente:/ Es que es un tanto única —/ Tan solo puedes creer en ella». La Rusia actual no es tan compleja ni nada misteriosa. Su encarnación es Vladimir Putin. La tragedia es que su figura es la materialización del subconsciente colectivo de la mayoría de los rusos.

La «profunda gente rusa» (es el sinónimo de la plebe en la propaganda putinista) y su ídolo son productos del resentimiento, de la conciencia vengativa formada por el trauma del colapso de la URSS y los años noventa. La desesperación producida por la transición dolorosa del absurdo del socialismo al capitalismo bárbaro se transformó en la nostalgia por el Imperio —por algo grande, «glorioso» y espantoso para todo el mundo—. Putin y su pueblo comparten este estado de ánimo lo que explica la facilidad con la cual los medios de comunicación controlados por Putin han convertido las masas en un cuerpo social monolítico lleno de energías destructivas: la televisión, el arma ideológica putinista, transmite mensajes que los públicos esperan escuchar. No se puede olvidar que este procesamiento de las mentes de los rusos dura un poco más de veinte años.

Para encarrilar el resentimiento en el deseo de guerrear es menester construir la imagen del enemigo, del Otro demonizado, y Putin y su pueblo tienen este enemigo: es Ucrania, el hermano menor desobediente que quiere vivir según su propio plan existencial proeuropeo. El odio a Ucrania se cultivaba y sigue cultivándose en cerebros y corazones de muchos rusos. Los europeos no pueden imaginarse la amplitud de esta enfermedad mental en la sociedad rusa, no solamente entre la gente simple, sino también entre la llamada inteligencia.

Lo escrito significa que doy fiabilidad a las encuestas sociológicas putinistas. Algunas veces nos dicen la verdad.

 

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