Día 15. ¿Debe España cerrar el Instituto Cervantes en Moscú?

Oleksandr Pronkevych
Oleksandr Pronkevych DIARIO ÍNTIMO DE LA GUERRA ; OLEKSANDR PRONKEVYCH

INTERNACIONAL

YURI KOCHETKOV

El catedrático de Literatura Española en la Universidad de Mykolaiv escribió una carta pidiendo el cierre de la institución

15 mar 2022 . Actualizado a las 12:15 h.

No escribo mis textos durante el día cuyo número aparece en el título. Lo hago por la mañana del día siguiente porque uso la noche como un filtro protector que me ayuda a seleccionar lo principal en el flujo frenético de las noticias. La segunda razón es que los acontecimientos ocurren mientras estamos durmiendo. Ellos también dan forma al mensaje final.

Hoy las cercanías de Leópolis han sido bombardeadas por primera vez. Al conocer esta triste información, me puse a ojear mi Facebook y encontré un vídeo grabado por Tetyana Tairova-Yakovleva, historiadora rusa. La mujer valiente ha expresado en ucraniano su solidaridad con el país invadido. Impresionado por su discurso volví a pensar en un debate que tuve por teléfono con un amigo español sobre mi carta en la que pido el cierre del Instituto Cervantes en Moscú.

Mi amigo piensa que este paso sería demasiado exagerado. Él cree que el Gobierno español debe dejar a los hispanistas rusos un canal de comunicación con el mundo hispano. Le dije a mi amigo que yo no soy un hombre que pueda influir en la decisión de las autoridades sobre esta cuestión, que en las manos de intelectuales obedientes (¡qué oxímoron!) cualquier institución de cultura se convierte en arma propagandista, que hice lo que pude y que nunca revocaré mi carta. Le di nuevos argumentos. Lo más feo, le dije, es que los rectores de las universidades rusas han apoyado la «operación especial» (así se llama la guerra en la jerga propagandista rusa). Cité otro hecho, más vergonzoso: los exbecarios de Fulbright rusos pretenden hacer como si no hubiese pasado nada. Muchísimos representantes de la clase creativa se comportan con servilismo. Ningún hispanista ruso me ha mandado un mensaje privado para preguntar cómo estoy o si estoy vivo. El miedo a Putin les ha tapado las bocas y ha congelado sus dedos sobre los teclados de sus ordenadores. Tuve que interrumpir el debate porque me encontré con un buen amigo de Mykolaiv y nos centramos en los temas habituales para refugiados: ¿cómo hemos huido? ¿De dónde sacamos recursos para vivir? ¿En qué viviendas habitamos? ¿Qué futuro nos espera?

El vídeo de Tetyana Tairova-Yakovleva me ha hecho recordar el debate de ayer. Ella afirma que toda la sociedad rusa se lleva la culpa de la guerra. En realidad, la invasión a Ucrania ha demostrado hasta qué profundidad se ha degradado la nación rusa. Sin duda alguna, algunos se atreven salir a las protestas, pero son pocos. La mayoría o están guardando silencio asustados por las represalias o están glorificando la operación militar. Las famosas palabras de Iván Karamazov de la novela de Dostoyevski sobre que las lágrimas de un niño valen más que la más alta armonía, quedan huecas para los rusos. Ellos, como otro personaje del mismo autor, están tomando té, mientras no toda la humanidad, sino, solamente Ucrania, está muriéndose bajo las bombas y los misiles lanzados por su Ejército contra los civiles indefensos. Lo que les importa son los precios en las tiendas y ni siquiera las vidas de sus propios hijos.

Anteriores entregas

12 de marzo: El papel de los hispanistas de Ucrania en la guerra con Rusia

11 de marzo: Mi encuentro en Leópolis con el periodista de La Voz de Galicia

10 de marzo: Nos hicimos refugiados

8 de marzo: Las últimas horas en la ciudad de san Nicolás

7 de marzo: Protegidos por san Nicolás

6 de marzo: La ciudad de san Nicolás

5 de marzo: Ucrania: dos referencias literarias

4 de marzo: Por qué ha fracasado la guerra relámpago

 3 de marzo: Ucrania resiste y vive

 2 de marzo: Mis peores temores

 1 de marzo: El columpio de esperanzas y temores

 28 de febrero: Tanques en Mykolaiv

 27 de febrero: Rezad por Kiev

 24 de febrero: «¡Feliz cumple, profesor!» (Sé que puede ser el último de mi vida)