Sigo recibiendo cartas de mis colegas. Son testimonios de las experiencias amargas. Con permiso de la autora, traduzco una epístola triste omitiendo nombres.
«Estimado Oleksandr:
Espero que alrededor de usted todo vaya más o menos bien. Ayer por fin asistí a la reunión de nuestros colegas y estudiantes ucranianos que habían llegado a la universidad alemana. La reunión fue organizada por Welcome Centre y la oficina de relaciones internacionales. Todos pensábamos en usted.
Su amigo profesor de lenguas eslavas estuvo con nosotros. También se acordaba de usted y dijo que le había mandado un artículo sobre Mykolaiv publicado en el oeste. Espero que esta publicación haya sido útil para Ucrania y que su autor haya presentado la situación de una manera objetiva.
Conocí personalmente a otra amiga suya. Ella había llegado a la reunión con un perrito muy simpático y amistoso. Todos se veían obligados a acariciarlo. El perrito toleraba las manifestaciones de cariño con paciencia y dignidad. Su amiga nos sonreía con una sonrisa abierta. Nos informó de que ella y su jefa del departamento habían solicitado el proyecto de investigación dedicado a la crisis de fronteras.
Hoy por la tarde nos trasladamos a la casa de un profesor situada en un barrio pintoresco y cómodo para callejear y recogerse al acabar con las formalidades burocráticas y el papeleo. El proceso educativo está reiniciándose. Este semestre tengo solamente un curso para los estudiantes del segundo año que me piden que les coloque las tareas escritas en Moodle porque no se sienten capaces de hablar. Además, sigo enseñando el ucraniano a estudiantes internacionales.
La rutina universitaria me distrae de pensamientos preocupantes. Hace unos diez días recibí una noticia buena. Mi madre, mi hermana y su marido pudieron salir de Rubizhne. Antes no había tenido ningún contacto con ellos durante dos semanas. Me contaron que aquellas dos semanas las habían pasado en sótanos de la casa vecina porque hasta la ventana de su casa había volado un fragmento de proyectil y casi había quemado la vivienda. Vivían sin agua, comida ni calefacción. Para conseguir agua derretían nieve en un cubo. Les salían dos litros por cubo para tres personas. Por un golpe de suerte escaparon del pueblecito destruido en su coche, que había sobrevivido el infierno de los bombardeos, siguiendo a un autobús que evacuaba a niños. Alrededor de ellos explotaban misiles y proyectiles. Cuando se encontraron en un sitio tranquilo, se sentían muy débiles. La presión sistólica de mi hermana saltó hasta 240 y después cayó hasta 90. Ella no se levantó durante un día. Mi madre es otra historia… Los primeros días no podía pronunciar ni una palabra porque empezaba a llorar hasta el grito. Ahora están mejor, viven en un piso con camas, agua y comida. Están contentos con lo que tienen. En comparación con las experiencias de otra gente, especialmente de la que había estado en la zona ocupada por los rusos en la región de Kiev, tienen mucha suerte».
Un cordial saludo,
Oleksandr Pronkevych
Anteriores entregas
5 de abril El genocidio y la cultura rusa
4 de abril El destino de una familia hispano-ucraniana
3 de abril: Esperando la ofensiva rusa sobre el Dombás
2 de abril: Proyección interrumpida de películas
1 de abril: Oda al teléfono celular
31 de marzo: Llorad y rezad por Petro
30 de marzo: Cómo derrotar al enemigo muy rápido y con pocas bajas
29 de marzo: El 28 de marzo
28 de marzo: ¿Podemos repetir?
27 de marzo: Un primer balance de los 30 días de la invasión rusa
26 de marzo: Humor en la guerra
25 de marzo: Educación sentimental
24 de marzo: Una pregunta maldita
23 de marzo: Nuevos bombardeos en la ciudad de san Nicolás
22 de marzo: Las familias rotas que deja el conflicto
21 de marzo: Imbuidos del espíritu quijotesco
20 de marzo: La carta de mi estudiante
18 de marzo: Pensando en mi universidad
17 de marzo: Así intentaron silenciarme con porno ruso
15 de marzo: Golpea a los tuyos para que otros se asusten
14 de marzo: El domingo siempre es domingo
13 de marzo: Día 15. ¿Debe cerrar el Instituto Cervantes de Moscú?
12 de marzo: El papel de los hispanistas de Ucrania en la guerra con Rusia
11 de marzo: Mi encuentro en Leópolis con el periodista de La Voz de Galicia
10 de marzo: Nos hicimos refugiados
8 de marzo: Las últimas horas en la ciudad de san Nicolás
7 de marzo: Protegidos por san Nicolás
6 de marzo: La ciudad de san Nicolás
5 de marzo: Ucrania: dos referencias literarias
4 de marzo: Por qué ha fracasado la guerra relámpago
3 de marzo: Ucrania resiste y vive
2 de marzo: Mis peores temores
1 de marzo: El columpio de esperanzas y temores
28 de febrero: Tanques en Mykolaiv
27 de febrero: Rezad por Kiev
24 de febrero: «¡Feliz cumple, profesor!» (Sé que puede ser el último de mi vida)