La Pascua de Resurrección y el domingo de Palma en Leópolis

Oleksandr Pronkevych
Oleksandr Pronkevych DIARIO ÍNTIMO DE LA GUERRA

INTERNACIONAL

Militares y civiles con ramos en una iglesia del oeste de Leópolis
Militares y civiles con ramos en una iglesia del oeste de Leópolis Valeria Ferraro | EUROPAPRESS

19 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer decidí no escribir mi diario porque todo el mundo cristiano del rito occidental celebraba la Pascua. El mismo día se festejaba el domingo de Palma, según el calendario juliano que se usa en algunas iglesias ortodoxas. En Ucrania, en Rusia y Bielorrusia la fiesta lleva el nombre de domingo de Sauce. Las palmeras, que no crecen en nuestras tierras, fueron sustituidas por ramas de sauces con brotes llamados por la gente «gatitos». Nuestros antepasados creían que simbolizaban el despertar del sueño invernal. Los ucranianos traen los ramilletes a sus iglesias para que los curas ortodoxos los bendigan, una tradición un poco pagana, pero muy simpática.

Lviv, o Leópolis, goza de fama de ciudad multiconfesional. De esa forma la describe el conde de Fernán Núñez, que visitó Polonia en 1670, en su informe Descripción española de la Polonia de los años 70 del siglo XVII. La riqueza y la diversidad de la vida religiosa cristiana de la Leópolis de hoy es fascinante. Ayer mi esposa y yo visitamos las iglesias más conocidas del casco viejo: la catedral católica romana de la Asunción de la Virgen, la iglesia de la Sagrada Eucaristía ubicada en la iglesia dominica barroca del Cuerpo de Cristo, la iglesia de San Andrés que en el pasado fue conocida como la iglesia y el monasterio bernardinos, la catedral armenia de la Asunción de María, cuya construcción fue iniciada en el año 1363. En cada sitio los creyentes lloraban a sus muertos y rezaban por la victoria de Ucrania.

Quiero explicar qué significan para mí personalmente las festividades religiosas ucranianas. Soy un hombre nacido en la Unión Soviética, en el país ateo, en una familia sin cultura espiritual. Mis padres no sabían celebrar la Pascua. Lo aprendí en Ucrania. No se trata de ir necesariamente a la iglesia, seguir las reglas de ayunos y de cuaresmas, pasar horas escuchando la misa, aunque el sentimiento religioso de los ucranianos es vivo, sincero y fuerte. Estoy seguro de que ellos creen en lo que le piden a Dios. Yo hablo de otra cosa: del sentimiento de pertenencia a una familia, de los rituales alegres y muy íntimos que llenan el mundo con amor espontáneo, sincero y profundo.

Yo contemplaba a la gente y a sus sacerdotes que salpicaban los ramilletes de sauce con el agua bendita, escuchaba los sermones sobre la entrada de Jesucristo en Jerusalén y su resurrección. Los cantos solemnes sonaban reservados, tristes y bajitos porque la muerte ahora está en Ucrania en todas partes. Yo pensaba en el contraste entre el sentido místico de las festividades religiosas celebradas y la realidad inhumana, absurda y cruel que nos rodea y no pude conseguir paz.

Hoy por la mañana, el primer día de la Semana Santa ortodoxa, los misiles rusos cayeron en Leópolis y mataron a seis personas. ¿Cómo un pueblo que se llama cristiano puede aniquilar a otro pueblo cristiano?

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