El alza de la demanda de productos bio o de proximidad ha hecho florecer en Galicia explotaciones que fijan población en el campo. Las grandes empresas también fomentan esta tendencia
08 jul 2019 . Actualizado a las 16:55 h.«¿Dónde puedo comprar esa verdura? El tema me interesa mucho porque solo compro alimentos orgánicos o de proximidad». Lourdes vive en A Coruña, pero es de Madrid. Aunque cree que su relación con el medio rural gallego es nula, o únicamente se limita a hacer de vez en cuando una ruta por el monte, se equivoca. Porque cada vez que se acerca a la tienda y elige una verdura cultivada en una huerta ecológica de Galicia o una carne criada en extensivo en una explotación artesanal, contribuye a frenar el abandono del campo y a estimular la economía en los concellos rurales de la comunidad. Y cada vez son más los consumidores que, como ella, se han sumado a esa tendencia.
La filosofía, impulsada también por la UE, que ha fijado como prioritarios dentro de la PAC los modelos de producción respetuosos con el medio ambiente, tampoco es ajena a grandes multinacionales como Inditex, que apuestan por la comida saludable y de kilómetro cero, adquirida directamente a los productores, para surtir sus comedores. Muchas empresas están incluso planteándose retirar de las máquinas de vending los productos ultraprocesados o encargando los cáterings de sus eventos a empresas que trabajan con productos saludables. «Las grandes compañías están preocupadas por la salud de sus trabajadores porque está claro que el fomento de la alimentación saludable es para ellas algo fundamental. Un trabajador sano está más feliz, rinde más», explica Silvia Souto, fundadora de Lola Organic.
Los datos que maneja el Ministerio de Agricultura muestran cómo tres de cada cuatro españoles declaran que les gusta seguir una dieta sana y un tercio de la población consume o ha consumido productos ecológicos. Pero además de comer sano o ecológico, los nuevos hábitos de consumo apuestan por productos de proximidad, más respetuosos con el medio ambiente al eliminar el consumo energético que supone el transporte, donde además se prime el bienestar animal.
Las consecuencias de esta tendencia están comenzando a mover la economía del campo, donde las alternativas al sector lácteo son cada vez más numerosas. Porque consumidores como Lourdes, al elegir productos ecológicos o, aunque no están certificados como tal, que proceden de pequeñas granjas artesanales cuyo modo de producción nada tiene que ver con los métodos de la agroganadería industrial, están contribuyendo al desarrollo del medio rural. ¿Cómo? Apoyando a todos los emprendedores que están apostando por abrir pequeñas explotaciones dirigidas a satisfacer esa demanda. Galicia lo está notando. Y mucho.
Desde el Consello Regulador da Agricultura Ecolóxica de Galicia (Craega) destacan que el año pasado las ventas de producto certificado se dispararon un 33,2 %, llegando a los 78,7 millones de euros. La consecuencia: un aumento de seis puntos en la superficie certificada, que llegó en el 2018 a las 33.736,44 hectáreas, además de un incremento del número de operadores con 1.152 inscritos, un 125,8 % más que hace diez años. Pero no solo están surgiendo nuevas granjas o huertos con certificación ecológica, también son cada vez más los productores con explotaciones artesanales donde los animales viven libres en extensivo. Un ejemplo son las ganaderías dedicadas a la cría de diferentes razas autóctonas que, según la Federación de Razas Autóctonas de Galicia (Boaga), son 654 repartidas entre la cría de vacas «cachenas, caldelás, frieiresas, limiás, vienesas, ovellas e cabras galegas e galiña de Mos». La demanda de estos productos no deja de crecer y desde colectivos como la Asociación de Productores de Porco Celta (Asoporcel) explican que los ganaderos dedicados a este animal no logran abastecer la demanda.
Pero producir a pequeña escala como hacen todos estos emprendedores no es fácil. El principal hándicap es la distribución. «El problema que tienen las pequeñas ganaderías o explotaciones artesanales es que tienen que llevar los animales al matadero (a veces está a más de cien kilómetros de distancia) y luego repartir el producto ellos mismos. Lo habitual es que hagan venta directa o a pequeñas tiendas, aunque empieza a haber algunos productores que lo envían por correo. Lo que el consumidor tiene que entender es que estos productores pequeños tienen unos gastos de desplazamiento y que, en lugar de por precio, han de competir con calidad», apunta Rocío García Carregal, secretaria de Slow Food Compostela, quien hace un par de semanas representó a su colectivo en un encuentro organizado por la FAO en Italia sobre agricultura familiar.
El problema de la distribución y, sobre todo, la distancia que han de recorrer las explotaciones avícolas artesanales para ir al matadero fue uno de los obstáculos que destacaron varios productores presentes el pasado fin de semana en la feria Salimat, celebrada en Silleda. Algunos tenían que recorrer más de cien kilómetros para poder sacrificar una media de ocho pollos a la semana.
Pero algunos de estos productores están empezando a abrirse camino en la gran distribución. Porque, en definitiva, la demanda es la que tiene el poder de decidir lo que sube a los lineales de los supermercados. Fue precisamente en ese mismo foro donde el grupo Vegalsa-Eroski renovó el acuerdo que mantiene con la Asociación Galega de Cooperativas (Agaca) para continuar suministrándose en productores del entorno. La cadena prevé comprarles productos por valor de 1,4 millones de euros este año.
No se pueden permitir quedarse atrás en esta nueva tendencia de consumo saludable, sostenible y circular. «Estamos viendo cómo los hipermercados o los supermercados no quieren quedarse atrás. La tendencia bio está llegando incluso a la marca blanca. El mercado de los productos tradicionales está mucho más saturado y es más complicado encontrar una mayor diferenciación en él, y por eso las marcas han encontrado en el sector bio y ecológico un hueco de mercado en el que existen menos marcas y empresas que trabajen este tipo de productos», explica Juan Carlos Gázquez, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y organizador del VI Congreso Internacional Research on National Brand & Private Label Marketing que esta semana se celebró en Barcelona. Es por ello que esta es una oportunidad para los emprendedores que apuestan por el campo, pero únicamente para los que ofrezcan calidad. El consumidor no es tonto.
Aerioá. Sandra López, explotación avícola artesanal en Láncara
«Consumir produtos de proximidade dá vida ás aldeas»
En el reverso de las tarjetas que distribuye Sandra López para promocionar la marca de su explotación avícola artesanal Aeiroá dedicada a la cría de aves de la raza autóctona Galiña de Mos, en el concello lucense de Láncara, puede leerse: «La que has liao pollito!». Pero la que realmente lio un proyecto con el que dar vida a la pequeña explotación vacuna que su abuela tenía en Veiga de Anzuelos fue Sandra. En el 2013, con solo 20 años, dio de alta una explotación dedicada a la cría de una raza, Galiña de Mos, avalada por el sello Raza Autóctona 100 % del Ministerio de Agricultura y ahora, con 26, su idea ha crecido hasta comercializar bajo la marca Aeiroá carne de pollo, aves para recría y huevos. Su producción es limitada porque, como explica, «ao ser unha explotación artesanal, unicamente está permitido comercializar o excedente. Son 400 cebos ao ano e podemos ter 50 galiñas para ovo de consumo e outras 50 para reprodución».
Ahora está embarcada en un nuevo proyecto: «O ano pasado empezamos a facer hamburguesas de carne de galiña de Mos, comercializámolas no Resurrection Fest e foi moi ben. Tamén mercamos un food truck co que agardamos poder levar os nosos produtos ao certame Etiqueta Negra», explica.
Las gallinas y los pollos de Aeiroá viven en libertad. Se alimentan, como antes, de la hierba que crece en el campo y de una mezcla de cereales. Los problemas de distribución y de acceso a mataderos con los que se topan explotaciones como la de Sandra son un hándicap a la hora de mover sus productos. Pero a ella no la detendrán, porque está convencida de lo que hace: «Aínda que haxa produtos máis baratos, cando o consumidor elixe un produto como o noso ten que pensar que está dando vida ás aldeas, contribuíndo a mover a economía local. Ao mercarme a min, eu mercarei ao que produce a froita e ao que ten a carne...».
Lola Organic. Silvia Souto, CEO de la empresa
«Priorizamos al proveedor local con producto orgánico»
«Lola Organic nace porque no había nada parecido». Silvia Souto es la CEO de este obrador que cuenta con dos puntos de venta al público, ofrece servicio a domicilio e incluso dispone de servicio de vending totalmente orgánico. Su idea era ofrecer algo sano y rico con un modelo de negocio diferente: «Tradicionalmente la hostelería era algo más masculino, quería darle un toque femenino como una forma de empoderamiento de la mujer. La mayor parte de nuestro público y de nuestra comunidad en redes es femenina», explica. Ese fue el germen de este obrador de alimentos slow food 100 % orgánico que se adapta a un estilo de vida en el que los alimentos saludables y nutritivos son los protagonistas. De ahí que elaboren productos listos para consumir allí donde la agenda lo permita.
Pero su negocio, además de ofrecer solo productos elaborados con ingredientes procedentes de la agricultura ecológica, exentos todos de componentes químicos o pesticidas, tiene además el valor añadido de que «priorizamos al proveedor local» para promover la sostenibilidad y minimizar el gasto de energía que supone el transporte. De hecho, añade, es una forma de dar salida a la producción de pequeños agricultores que no tienen capacidad para distribuir.
Pero como el cliente es lo primero, cuando no encuentran cerca lo que demandan su público, buscan fuera: «Tenemos proveedores de Galicia, Navarra, Zamora...». Y no dejan de estar al día en cada nuevo producto que puedan salir al mercado. «Lo que intentamos es adelantarnos para ofrecer alimentos nuevos u alternativas diversas. Un producto que nos ha ofrecido ahora un proveedor es la harina de boniato que, al ser más dulce, ya no tendríamos que emplear azúcar en nuestra repostería», explica. De hecho, la práctica totalidad de sus productos de panadería están elaborados con espelta.
Ponte Bio. Lourdes, socia de la cooperativa
«A nosa horta é a horta que teñen os nosos clientes»
Lourdes Enes trabajaba como administrativa en una empresa de construcción, pero la crisis la empujó a buscar una alternativa. Nacida en Covelo, emigró de niña a Suiza con sus padres. A los veinte regresó a su pueblo, donde ahora cría a sus hijos. Cuando se quedó en el paro, no dudó en aprovechar algo que había cultivado durante toda su vida: su conciencia ecológica. Por eso puso en marcha un proyecto dedicado a la producción en huerta de alimentos ecológicos.
Lanzó su idea en el 2011 y comenzó a ir de feria en feria para comercializar lo que la tierra de Covelo le daba. Fue de ese modo, trabajando, como conoció a dos personas con su misma filosofía: Toñi Pereira, de Salvaterra, y a Mariló Cernada, de Padróns (Ponteareas). Juntas fundaron Ponte Bio Sociedade Cooperativa Galega, una entidad que, además de producir y comercializar los productos que salen de sus huertas, trata de inculcar la cultura de la sostenibilidad y la economía circular a sus clientes. Además de producir, han abierto una tienda en Ponteareas, en la que tratan de ofrecer productos ecológicos de todo tipo porque, como dice Lourdes, «a nosa horta é a horta dos clientes». Además, tienen tienda online, desde la que sirven a todas partes de España. Y los productos que no tienen, pero les demandan, los buscan o incluso los cultivan. «A xente empezou a pedir escarola e entón comezamos a poñela na horta», explica. Para incentivar la dieta sana, tienen ofertas: «Fixámonos moito nos prezos para chegar a todo o mundo. No caso dos nenos, temos descontos para cando teñen menos de tres anos e pasan a etapa de bebé. É unha forma de estimular o consumo destes produtos». Luego, tratan de organizarse. Porque la conciliación, para ellas, es fundamental. Es otro ingrediente para hacer la vida más sostenible.
Nela Gourmet y Nela Biosense. Silvia Garriga, fundadora de las marcas con José M. Paz
«Damos una segunda vida a los residuos forestales»
Silvia Garriga y José Manuel Paz son de O Carballiño, pero sus padres son de Cea. Y fue precisamente en ese concello donde decidieron emprender una aventura, la del lanzamiento de una marca de productos de cosmética natural, Nela Biosense, y otra de mermeladas diferentes, Nela Gourmet, que tiene ahora tan solo quince días de vida. «Mi marido es químico ?explica Silvia Garriga? y fue a él a quien se le ocurrió la idea de hacer aceites esenciales. De ahí surgió la línea de cosmética natural. Nosotros vamos al monte a recoger ramas de eucalipto, laurel, de pino... Damos una segunda vida a los residuos forestales porque destilamos nuestros propios aceites».
De ese proceso de destilado obtienen aceite esencial e hidrolato o agua floral. «Con esos productos más cera de abejas de apicultores de la zona y con extractos de hierbas que recogemos en el monte hacemos bálsamos labiales y cremas para la piel, jabones y champús sólidos», explica.
Mientras la cosmética vino por parte de José Manuel, las mermeladas fueron cosa de Silvia: «La idea de hacer mermeladas surgió porque al hacer una nave en el polígono de Cea y ver que los criterios que tiene que cumplir alguien dedicado a la producción farmacéutica resultan muy parecidos a los alimentarios, nos animamos porque he hecho mermelada toda la vida».
Pero Silvia le dio a sus mermeladas un toque diferente. Las hay de pétalos de rosa, de fresa, mora y chocolate blanco... «Los pétalos los cultivamos en O Carballiño y Cea porque no pueden estar tratados para poder comerlos, los higos son de casa... Luego compramos fruta a productores locales», apunta. ¿Y cómo lo distribuyen? Tienen página web y, de momento, lo envían a toda España. Aunque solo tienen quince días, dice ella, «la acogida del público no dejó de sorprendernos. Es muy buena».