Abarrote de peregrinos un verano más: ¿Santiago está perdiendo sus calles en favor del Camino?

VIVIR SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Los vecinos denuncian la conversión de la zona vieja en un parque temático para turistas en cuanto llega el buen tiempo y claman por un peregrinaje compatible con la ciudadanía

08 jul 2023 . Actualizado a las 22:37 h.

Cuando nadie está contento, algún problema parece haber. El frágil equilibrio sobre el que Santiago de Compostela se tambalea cada día de verano oscila entre ser un lugar habitable para sus vecinos y un destino turístico de primer nivel. Si se quieren tener ambas pasa lo que pasa, que nadie queda contento. Para los primeros, los ciudadanos, la capital se está convirtiendo en una especie de parque temático del Camino de Santiago, mientras que para los segundos, quienes lo recorren, muchas de las obras de mejora pensadas al menos en parte para ellos no son suficientes para tener una experiencia perfecta.

Aquellos que se quejan son sobre todo quienes llegan por la vía portuguesa. Lamentan la exagerada cantidad de kilómetros por carretera que tienen que recorrer, además de que la propia llegada a Santiago se produce entre asfalto y hormigón. Esto es así, de un modo todavía más exagerado, cuando se pone el foco sobre la remodelación de la entrada a Santiago que sufrió el Camino en Conxo. Denuncian los viajeros que, por no haber, no hay ni sombra en este punto, tan necesaria cuando se camina con calor.

A estos problemas más terrenales añaden la masificación, que se nota sobre todo en el Camino Francés desde hace años. Su entrada, por la rúa dos Concheiros y luego por la de San Pedro, no es tampoco muy celebrada por ellos, al volver a repetirse el fenómeno del hormigón por doquier. El resto de Caminos, por el momento, no están notando tanto esa acumulación de viajeros, aunque el Portugués parece que va a ser el siguiente.

A ellos no les gusta, pero a los vecinos menos. Son habituales las quejas en los corrillos, en los bares o en las redes sociales, que siempre que llega el verano acumula vídeos de protesta contra la actuación de los peregrinos. El año pasado fue el que se llevó la palma, pues coincidió el año Xacobeo, la retirada de la mayoría de las restricciones por la pandemia y la celebración (no para los residentes, por lo que se pudo notar) de la Peregrinación Europea de la Juventud, un evento que reunió en los derroteros jacobeos a muchachos y muchachas católicos de todo el continente y de España.

El acceso del Camino a la capital por Conxo es precisamente uno de los puntos de fricción. Si bien es cierto que los peregrinos no lo ven con buenos ojos, los vecinos menos, tal como expone Luciano Villar, de la asociación Conxo Aberto. «Estamos totalmente en contra de calquera obra realizada por e para os peregrinos, e máis cando se leva por diante parte da nosa identidade e día a día, como fixo esta reforma do Campo de Conxo», señala el representante vecinal.

Un hombre observa el comienzo de las obras en Conxo, a mediados del 2020.
Un hombre observa el comienzo de las obras en Conxo, a mediados del 2020. PACO RODRÍGUEZ

Villar define el nuevo espacio como un desierto, «no vemos perderse aos peregrinos porque o Camiño está sen sinalizar». No solo eso, apunta también que con obras como esta se produce una uniformización de muchos espacios públicos en las más diferentes villas y ciudades, de modo que todos queden iguales «baixo unha capa de formigón, con catro árbores e un par de bancos graníticos».

Qué duda cabe, el resultado recuerda a la rúa dos Concheiros, donde todavía se están ejecutando reformas porque parte del mobiliario está ya en malas condiciones. Desde A Xuntanza, la asociación vecinal del barrio de San Pedro, llevan denunciando la realidad de esta calle durante años, primero su estado y luego su reforma. «Nos momentos nos que se estaba a planificar a mellora chegouse a plantexar unha vía para peregrinos, algo que nos pareceu insultante por parte do Concello. Van ser eles máis ca nós? Van ata ter camiños especiais?».

La plaza, una vez terminada la reforma.
La plaza, una vez terminada la reforma. Sandra Alonso

A las voces de estos dos representantes se une la de Roberto Almuiña, presidente de la asociación de vecinos Fonseca, vinculada al casco histórico. Es allí donde terminan todos los Caminos, sea el Portugués que atraviesa Conxo o el Francés que pasa por San Pedro. Si bien es cierto que asume que poco se puede hacer con los peregrinos que llegan a pie, más allá de controlar sus actividades sobre el Obradoiro (estos días han pintado las piedras, instalado una tienda de campaña, trepado por la Puerta Santa y hasta hecho una merienda), sí tiene claro que hay que hacer algo con los que finalizan la ruta en bicicleta.

El presidente de Fonseca mantiene que estos viajeros deben respetar, como mínimo, las normas de tráfico, «para que a rúa de San Pedro non pareza o Tour de Francia». Subraya Almuiña que esa calle es dirección prohibida de bajada, por lo que las bicis han de entrar siempre en Compostela por San Caetano. «E o mesmo se pode aplicar para os do Camiño Portugués: que respecten o tráfico». Añadiría, además, que se evite que estos vehículos queden apoyados a cualquier pared tras la llegada al Obradoiro.

Repensar el Camino

«Baixo o noso punto de vista estase a producir unha perda da identidade do Camiño con todas estas cousas», afirman desde la asociación de vecinos A Xuntanza. Denuncian que ya no es hermandad, ya no es aventura ni tampoco descubrimiento interno y externo, «só é negocio, tanto para quen o promociona, que esquece que Galicia e Santiago son máis ca un decorado, como para quen o habita, aparecendo negocios de todo tipo nas súas beiras». Hacen especial referencia a, por ejemplo, los servicios de transporte de mochilas, «un despropósito histórico».

Durante las fechas señaladas, como festivos o fines de semana, las calles de la zona vieja se llenan de peregrinos.
Durante las fechas señaladas, como festivos o fines de semana, las calles de la zona vieja se llenan de peregrinos. XOAN A. SOLER

La sombra de hacer de Compostela un parque temático es real para ellos: «Os centros históricos de moitas cidades moi turísticas son desertos, tan só poboados durante a temporada alta por visitantes que se sinten donos… Algo que notamos que comeza a pasar en Santiago». Un ejemplo lo pone Roberto Almuiña cuando saca a la palestra el caso de la rúa das Carretas, donde se encuentra la oficina de acogida al peregrino. Indica Almuiña que los vecinos de esa calle ya no sienten que sea suya al estar plagada de bicicletas, de terrazas, de peregrinos o de mochilas, «que non ocupan só espazo físico, pois están nun territorio que Santiago parece que lles cedeu, algo inconcebible».

Para solucionar este problema propone la creación de otra oficina de acogida, de manera que no tengan que pasar los miles de caminantes que llegan por la rúa das Carretas. El lugar que él recetaría sería el monasterio de San Martín Pinario, mucho más amplio y a escasos metros de la verdadera meta, la Catedral. Del mismo modo, le parece que este centro de atención debe hacer algo más que repartir acreditaciones, «como por exemplo ocuparse de recoller e gardar de xeito efectivo mochilas ou bicicletas, que non rematen todas tiradas polas rúas mentres eles comen ou descansan».

Indica Almuiña que estos problemas de «invasións» ocurren, en general, con buena parte del ocio turístico. Almuiña pone de relevancia las actuaciones de los guías, «que perturban a comodidade dos veciños cos seus altofalantes no medio das rúase que conviría regular», y también de los hosteleros, «que sementan de terrazas rúas enteiras do casco vello, ocupando dende partes abertas ata os propios soportais sen que ninguén os controle un mínimo, e todo isto co interior do bar baleiro».