Portugal, entre el dolor y la rabia

Juan Capeáns / Carlos Ponce LA VOZ EN PEDRÓGÃO GRANDE

INTERNACIONAL

Marcos Míguez

Crece la protesta social por la catástrofe, mientras la cifra de muertos se eleva ya a 64

20 jun 2017 . Actualizado a las 14:23 h.

¿Cómo es posible que tu casa y tus posesiones estén ardiendo, que pares a un camión de bomberos en pleno infierno y que te digan que tienen que seguir su camino porque hay otras prioridades? Una sensación de rabia invade a los vecinos de Pedrógão Grande, que comprobaron desesperados cómo las unidades terrestres pasaban de largo, sin duda hacia otro drama.

Pero lo cuentan con una tensión contenida porque, como testigos de excepción, también saben que el alud de fuego que arrasó literalmente sus tierras y sus coches era ingobernable incluso para un profesional bien dotado. Sin electricidad, ni agua, ni teléfonos, decenas de familias afectadas incluso con muertos se lamentaban el domingo de lo sucedido y se daban apoyo mutuo. El lunes, con la retroalimentación de otras historias de vecinos que fueron conociendo por los medios y por el boca a boca, todo lo relativo al cuestionado despliegue de fuerzas los soliviantó un punto más, sin perder un ápice las formas.

Con la certeza asumida oficialmente de que el incendio se generó por un rayo, el análisis se centra ahora en la cuestionada capacidad de Portugal para abordar una catástrofe de estas características. El presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, hizo un llamamiento para que todos los esfuerzos se centren en combatir el fuego, que sigue azotando el centro del país y varias áreas a escasos kilómetros de la zona cero, y dejar para más adelante las causas y posibles responsabilidades. «Vamos a enfrentar lo que tenemos», dijo el jefe del Estado en el centro de control establecido en la localidad de Avelar, muy cerca de Pedrógão Grande, en unas declaraciones recogidas por Efe. El presidente añadió: «Después tendremos todo el tiempo del mundo» para hablar de causas, de reflexiones, de análisis, discutir de las condiciones meteorológicas, de la naturaleza y de todo lo que haga falta», zanjó.

La tormenta de fuego político acecha, y por ello en los municipios de Pedrógão Grande y Figueiró dos Vinhos sorprende la presencia de unidades llegadas incluso desde el Algarve. Más de 2.000 efectivos trabajaban en el distrito de Leiria en la lucha contra las llamas, más controladas por la menor incidencia del viento, pero que se han extendido también a los montes de Castelo Branco y Coímbra, con cuatro frentes activos. Las llamas alcanzan en el peor de los casos los cuatro metros, y los operarios terrestres son prudentes porque se trata de zonas mucho más abruptas, de difícil acceso. Nadie quiere más bajas.

Dos muertos más

El número de víctimas mortales ha subido a 64 al perecer ayer tarde un bombero que permanecía ingresado en estado muy grave en un hospital de Coímbra, donde un buen número de heridos -hay 61 en total- tratan de recuperarse, en la mayoría de los casos, de intoxicaciones y quemaduras. Se trata de Gonçalo Conceição, de 40 años, bombero en Castanheira de Pêra, que es precisamente el lugar al que se dirigieron las primeras unidades que consiguieron acceder a las aldeas afectadas. También apareció un cadáver en Pobrais.

Los testimonios de los vecinos tampoco ayudan a defender la coordinación de los bomberos. La versión oficial situaba el inicio de la ola incontrolada de fuego avanzada la tarde del sábado, pero los testimonios certifican que las aldeas estuvieron a merced de las llamas desde las 16 horas, y las primeras luces de emergencia no asomaron hasta pasada la medianoche.

Falta de apoyo psicológico

Otra situación incomprensible ha sido la falta de apoyo a los familiares de las víctimas. A las cuatro de la tarde del domingo, vecinos de Pobrais o de Nodeirinho, aldeas que suman 22 muertos, no habían recibido ningún tipo de respaldo por parte de los servicios de emergencias. Ayer, lunes, sí se activó un dispositivo de atención. Una treintena de técnicos repartidos por diferentes zonas de la comarca lusa de Pedrógão ofrecían apoyo psicosocial a los afectados, tras la habilitación de seis puestos de proximidad en las zonas más afectadas por las llamas.

Se trataba de dar aliento a las familias que perdieron algún ser querido y de prestar servicios a los que se habían quedado sin casa en la que dormir, aunque al tratarse de una tragedia muy concentrada geográficamente los más afectados han encontrado la ayuda de familiares y amigos de los núcleos más urbanizados del distrito de Leiria, que se salvaron de las llamas. La solidaridad bienintencionada de los habitantes también desbordó a los bomberos y a los voluntarios de protección civil, que al poco tiempo de montar el primer centro de coordinación en Pedrógão Grande completaron las necesidades de alimentación y bebida de todos los operarios que estaban trabajando. Buena parte de estos recursos se trasladaron en el día de ayer al puesto de Protección Civil que se apostó en Avelar, hacia donde avanzaba el incendio en las últimas horas.

La reacción oficial, posiblemente desproporcionada una vez se conoció las dimensiones de la tragedia, provocó que en el centro de acogida para los afectados de Figueiró dos Vinhos hubiera unos cuarenta voluntarios de la Cruz Roja y tan solo una persona atendida. Los alcaldes de las principales localidades, que alertaron desde el primer momento de la gravedad de la situación, llevan dos días frenéticos con una agenda que combina la atención a los vecinos más necesitados y las visitas de la élite política portuguesa.

Aislados

Las fantasmagóricas carreteras principales y secundarias de Pedrógão Grande quedaron completamente abiertas al tráfico desde el lunes por la mañana, pero por ellas solo circulaban los vehículos de emergencias, los de reposición de servicios y los de los medios de comunicación en busca de más historias impactantes que no cuesta encontrar. La mayoría de las casas siguen sin teléfono y sin electricidad, y las que dependen de bombas tampoco cuentan con agua. En otras sí van recuperando alguna comodidad, que aprovechan para tratar de recuperar una normalidad que tardarán años en encontrar.

MIGUEL VIDAL | reuters

El agotamiento y la desorganización hacen mella en los bomberos lusos

Los equipos llegados desde todo el país están asombrados por los efectos del fuego

Si el fuego de Pedrógão Grande empezó pasadas las dos de la tarde del sábado y se dio por controlado en las zonas habitadas a primera hora del domingo, es fácil darse cuenta de la inusitada velocidad de las llamas, que abarcaron miles de metros cuadrados del distrito de Leiria. Esa capacidad indescriptible de avance es «lo nunca visto» para los cerca de dos mil profesionales que ya están trabajando en la zona.

No es que la catástrofe cogiese con el pie cambiado a los equipos de emergencia portugueses. Su problema fue que, cuando el rayo prendió supuestamente la mecha del siniestro incendiario más grave de Portugal, la gran mayoría de ellos estaban trabajando en otros frentes más ordinarios.

La falta de organización en el traslado hacia la zona de Pedrógão, el cansancio humano y el agotamiento de los recursos complicaron la decisión más compleja: ¿por dónde empezar?

Esta dificultad la admiten los profesionales que van llegando a Pedrógão Grande desde todos los rincones del país. «Los bomberos de la zona tuvieron grandes problemas de organización debido al comportamiento del incendio y a su evolución», reconoce el jefe de bomberos del distrito de Santa Teresa, cuyo equipo llegó el domingo para ayudar a controlar los frentes abiertos. La existencia de múltiples focos tampoco ayudó, pero no consuela a los que vieron pasar por delante de sus narices los equipos de emergencias mientras sus casas ardían.

Y muchas aldeas lo pagaron. Vecinos de Pobrais y Nodeirinho denunciaron que los camiones de bomberos cruzaban junto a sus casas ardiendo sin pararse a controlar el fuego. Se sintieron como si su desgracia -murieron 23 vecinos- se diera por descontada. Fueron los propios habitantes los que trabajaron baldeando con cubos de agua. Los principales esfuerzos se centraron en esas primeras horas en la carretera de Castanheira de Pêra, donde el fuego atrapó a decenas de coches de quienes intentaban huir y acabó con la vida de un bombero. La indignación entre muchos de los que sobrevivieron es patente. «En el teléfono de emergencia nos dijeron que no podían venir a rescatarnos porque tenían muchas llamadas», se lamenta una superviviente. Otros, sin línea telefónica, esperaban un rescate que nunca llegó.

Daniel Erman, de 22 años: «Era como una zona de combate»

Entre los bomberos había chavales que apenas superan los 20 años y que no tenían experiencia en grandes incendios, y mucho menos en catástrofes de este nivel. «Hemos luchado contra el fuego lo mejor posible, pero la intensidad de las llamas era demasiado elevada. Nunca había estado en algo ni siquiera parecido», asegura Daniel Erman, que, con 22 años, es el bombero más joven del distrito de Santa Teresa. Erman, con la cara todavía cubierta de ceniza tras la lucha, calificó el entorno de Pedrógão Grande como «una zona de combate» que espera no volver a ver.