Solo Asturias registra cifras más elevadas. La comunidad gallega está también a la cabeza en la prevalencia de depresión
11 ene 2023 . Actualizado a las 17:11 h.Es probable que un gallego se suicide antes que un andaluz. Y que un madrileño. También que un cántabro. De hecho, Galicia es la segunda comunidad con mayor número de personas fallecidas por esta causa. En concreto, 10,15 de cada 100.000 habitantes. En el 2021, 331 personas se quitaron la vida. O lo que es lo mismo, casi una cada día. La realidad es dura.
Más, si cabe, si decimos que en el 2017, y según datos del Instituto Nacional de Estadística, la región también estaba entre los dos territorios con mayor prevalencia de depresión. Otros estudios la sitúan de cuarta. En cualquier caso, la relación entre ambas queda más que confirmada.
Por otra parte, en España, el suicidio es la causa externa más frecuente de muerte, superando a los accidentes de tráfico, y la segunda en el grupo de edad comprendida entre los 20 y 24 años. Tal y como leen, el mayor riesgo de los jóvenes pasa por quitarse la vida.
La depresión, por su parte, le habría llegado como diagnóstico a un 6, 68 % de la población. Algo así como tres millones de personas. Eso reflejan datos del 2017.
Esta enfermedad tiene una mayor prevalencia en mujeres. Afecta al doble que a los hombres. También registran más intentos de quitarse la vida, aunque ellos lo consuman más. Por ejemplo, del total de personas que se suicidaron el año pasado en Galicia, 224 fueron varones. El resto, mujeres. «Sin embargo, la tendencia femenina se ha ido incrementando», reconoció Daniel Núñez, psiquiatra en el Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF), durante la presentación del Libro Blanco Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental, un atlas de la situación actual que refleja la magnitud de los dos problemas. El doctor José Manuel Olivares, jefe del Servicio de Psiquiatría del Área Sanitaria de Vigo, explica que la prevalencia en mujeres es mayor por varias razones. En primer lugar, porque «siempre se dice que ellas son más verbales en lo emocional, y que tienden a expresar con más facilidad sus sentimientos. Mientras que muchos varones están deprimidos y no lo dicen, pero empiezan a beber alcohol o se meten en las drogas», detalla el experto.
El factor hormonal también tiene su peso en la población femenina. «De hecho, hay muchas alteraciones de tipo endocrino que se relacionan con la depresión, como los problemas de tiroides. Otro ejemplo, hay muchas personas que en los días previos a la regla tienen bajones anímicos, están más irritables y eso también es hormonal. Los psiquiatras lo tratamos con antidepresivos en casos muy acusados», detalla Olivares. De igual forma, la desprotección económica tiene su parte de culpa, aunque cada vez menos: «El rol pasivo de la mujer encerrada en casa, sin amigas, y sin tener una vida social más que aquella que le dejaba su marido. Esto en gente joven ya no suele pasar», puntualiza el profesional del hospital vigués.
Sin embargo, insiste en que todos estos datos son epidemiológicos. «Hay cosas que tienen que ver con la vida que ha llevado cada uno. Los niños que han sido maltratados, que han tenido experiencias traumáticas, tendrán más posibilidades de depresión en el futuro», detalla Olivares.
En Europa la situación tampoco mejora. Por ejemplo, en el 2017, la depresión afectaba a 37 millones de personas. «Lo equivalente a la población de Suecia, Portugal y Países Bajos juntos», comenta el doctor José Manuel Olivares. La media española se sitúa muy por debajo de la comunitaria.
¿Por qué Galicia es una de las comunidades con más suicidios de España?
Los datos permiten hacer una foto fija del suicidio y de la depresión en la comunidad gallega. Por ejemplo, los aportados por el Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga) muestran que Lugo está a la cabeza de las provincias con mayor número de suicidios en relación a su población. Por su parte, la de A Coruña es la que más registra. «Ocurren más en los meses de junio y julio, mientras que las menores cifras se registran en el mes de diciembre», describe el doctor Núñez. La cifra más alta de los últimos años se registró en el 2014, cuando casi se alcanzaron las 400. Sin embargo, la del año 2021 es la más alta del último lustro.
El grupo de edad más afectado es de los 51 a los 60 años. Le siguen, de cerca, aquellos con edades comprendidas entre los 71 y 80.
¿Existen razones detrás de estos números? Desde el documento relativo a la salud mental, el suicidio se relaciona con la presencia de trastorno mentales graves, con especial énfasis en la depresión. Algunos estudios concluyen que el 90 % de las personas que se quitan la vida tienen un problema de salud mental, principalmente, cuadros depresivos mayores. De hecho, con esta enfermedad, el riesgo es 21 veces superior a la población general.
Si bien el suicidio y la depresión son multifactoriales, se conocen varios motivos para explicar el drama detrás de los números gallegos: «Hay varias cosas. Por una parte, existe una explicación geográfica. De hecho, los países del norte de Europa también tienen más depresión y suicidio que nosotros», expone el doctor Olivares, que añade: «En el hemisferio norte, cuando más al norte, más prevalencia. Y en el sur, cuando más al sur», precisa. Algo que relaciona con la importancia de la luz.
Por ello, esta variable no deja demasiado margen a los profesionales más allá de algunas terapias que ya se están poniendo en marcha: «En Suecia, que siguen teniendo altos niveles de suicidio, una de las estrategias que se utilizan mucho son las terapias con luz. Se ponen a los pacientes delante de unos plafones con una intensidad determinada de píxeles, y eso funciona en ciertos tipos de depresiones como las melancólicas», añade el doctor.
Otro factor con peso es el consumo de alcohol. «Algo importante en depresiones y suicidios», precisa. En consulta ven como la gente tiende a subestimar la cantidad de bebidas que toman: «Cuando les preguntamos: "¿Usted bebe alcohol?", ellos no dicen que lo normal. Y claro, "lo normal" puede ser una botella de vino al día», señala.
A continuación, añade la dispersión de la población y el funcionamiento sanitario: «Lógicamente, que las personas estén aisladas se relaciona con la distancia a recursos sanitarios o la soledad. A mayores, si tienes un sistema en el que se detecte y atienda rápido, tendrás más éxito. Un apartado en el que tanto en Galicia, como España, nos queda mucho por hacer», explica el jefe de Psiquiatría en Vigo.
A su vez, el incremento de la depresión está ligado con el envejecimiento y las patologías crónicas que inevitablemente reducen la calidad de vida. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 5 personas atendidas en urgencias acudieron por depresión y ansiedad. ¿El problema? En ocasiones, «los sanitarios no lo tienen en cuenta a la hora de atender a sus pacientes debido, sobre todo, a la falta de tiempo en consulta», precisa el Libro Blanco.
Según la institución internacional, el número de personas con depresión o ansiedad ha aumentado un 50 % desde el 2013. La entidad estima que afecta al 10 % de la población mundial.
Ahora bien, ¿qué parte de la depresión se trabaja con fármacos y cuál en terapia? En la mayoría de casos se recurre a las dos estrategias. «Los psiquiatras no solo damos pastillas. De hecho, hay muchos pacientes a los que no se las damos y directamente hacemos terapia», precisa el doctor Olivares. Todo dependerá del grado en el que se encuentre la enfermedad. Veamos dos situaciones: «Una depresión que tenga mucha carga genética, o que a la persona le va de cine en la vida pero no come, está metido en cama sin salir y pierde 30 kilogramos, los fármacos serán una parte muy importante», cuenta el jefe de Psiquiatría de Vigo. En cambio, existen otras historias en las que hay un claro desencadenante social: «Si a un padre o a una madre se le ha muerto su hijo. Los fármacos podrían ayudar en algunas cosas, pero el trabajo más fuerte que tendremos que hacer será el de reconstruir la vida de esa persona», detalla el profesional.
El peso de Atención Primaria en el diagnóstico de la depresión
La Atención Primaria es el parapente de la Seguridad Social. El primer escalón en la relación del paciente con la medicina. Por ello, se considera la puerta de entrada para empezar a diagnosticar la depresión en fases tempranas: «A veces, es el único contacto con los servicios de salud que tienen los pacientes», recoge el Libro Blanco. Más datos. Aproximadamente, el 83 % de las personas que se suicidan habían contactado con su médico de cabecera el año antes, y un 45 % lo hicieron en el mes previo.
Los profesionales insisten en la identificación de señales. ¿Hasta qué punto se puede prevenir el suicidio? Dejan claro que todos no, pero sí un alto porcentaje. «Prácticamente el 90 %, porque detrás de esos casos hay una enfermedad psiquiátrica, generalmente una depresión, lo cual es tratable. Si tratas el trastorno, el riesgo de suicidio disminuye», precisa el doctor Olivares. No ocurre lo mismo con los que se conocen como suicidios razonados: «Es mucho más difícil evitarlo, solo si tienes la oportunidad de entrar ahí», explica el doctor.
¿Cuáles son las señales de advertencia?
- Si la persona habla sobre poner fin a su vida, o dice sentirse una carga para los demás, o no tener ninguna razón para vivir.
- Si la persona aumenta su consumo de alcohol o drogas, si deja de hacer actividades, se aísla de sus seres queridos o busca formas de terminar con su vida.
- Si la persona tiene estados de ánimos relacionados con la depresión, ansiedad, pérdida de interés y después le llega un alivio o mejora repentina.
¿Existen factores protectores?
Sí, los expertos recuerdan que las relaciones sólidas personales, las creencias religiosas o espirituales o las estrategias positivas de afrontamiento y bienestar pueden ser protectoras. Sin embargo, insisten en que la prevención del suicidio exige un enfoque multisectorial.
Fuente: Libro Blanco
Un problema de salud pública
Esta situación ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a declarar la depresión y el suicidio como problemas de salud pública. En ambos intervienen factores psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales. El trastorno mental no solo consiste en estar triste, sino que va acompañado de un conjunto de síntomas físicos y psíquicos. El primero en la lista es la tristeza «vital y profunda, que no solo es una reacción normal ante algo que nos disgusta», explica el doctor Olivares.
También la anhedonia: «Incapacidad para disfrutar de las cosas que antes la persona sí disfrutaba. Mucha gente le dice: “Venga, anímate. Hacemos un viaje”. Y no se dan cuenta de que la persona deprimida se quiere morir. Eso no le vale», añade el profesional de Vigo.
A mayores, aparece la ansiedad patológica y todo tipo de trastornos de pensamiento. «Los pacientes se sienten culpables de todo lo que pasa. Empiezan a autodespreciarse. Y todo esto puede llevar una intensidad absolutamente delirante, psicótica», explica. Hasta el punto de que la enfermedad anegue su cuerpo: «Piensan que no van a comer porque están vacíos por dentro, dicen que no tienen pulmones», detalla. La persona puede manifestar problemas de memoria, de atención o problemas motores. Caimán más despacio, no balancean los brazos. Todo el movimiento que hacen se produce como el oso que se va a hibernar», precisa. De igual forma, se refleja en los análisis de sangre: «Hay bajadas de defensas, de glóbulos blancos», añade. En resumen, se produce una depresión, que más allá de dar nombre a la enfermedad, describe el retraimiento general del organismo.
El problema en los adolescentes
La tentativa de suicidio es más frecuente durante la adolescencia, y va disminuyendo con la edad. Si bien no ocurre lo mismo con los suicidios consumados. La prevalencia en Europa de suicidio auto informado es de 4,2 % en adolescentes con edades comprendidas entre los 15 y los 19 años. Esta edad se considera especialmente vulnerable porque se encuentran en pleno desarrollo cortical, lo que aumenta la probabilidad de realizar prácticas de riesgo, a la vez que son altamente influenciables por las expectativas que el resto ponga en ellos, o sobre la pertenencia al grupo.
En este apartado, diferentes estudios han concluido que los programas de prevención en escuelas surten mucho efecto. «Son capaces de llegar a un gran número de jóvenes y pueden intervenir de manera procaz en los trastornos mentales», detalla el Libro Blanco.
Para los expertos existe una barrera social. Evitar el acoso. «Hay personas en redes sociales, por ejemplo, que son muy vulnerables. Ahí no hay una enfermedad, no hay una pastilla médica, sino una sociedad enferma que no cuida esos aspectos», explica el doctor Olivares. Precisamente, los colegios son puntos estratégicos para albergar campañas contra el bullying, el consumo de drogas y la importancia de la salud mental en el plano de prevención.
Detectar la eficacia de un fármaco con la información de una analítica
¿Cuál es el camino que le queda por andar a la psiquiatría? Uno de los grandes retos que siempre ha tenido esta especialidad es el de contar con medidas objetivas que permitiesen estimar el riesgo de padecer un trastorno mental. Ahora, gracias a los biomarcadores, se ve cada vez más cercano. El grupo de investigación del doctor Olivares, en el hospital de Vigo Álvaro Cunqueiro, ha centrado su línea fundamental en la búsqueda de estas pistas: «A través de una muestra de sangre, permitirían, por ejemplo, saber si una persona responderá o no ante un fármaco por la reacción que ha tenido en otros pacientes con una analítica similar», resume el jefe de Psiquiatría del hospital gallego.
Pese a los avances, todavía queda mucho por hacer en todos los apartados. La Organización Mundial de la Salud señaló que en el 2030 se tendrían que haber cumplido todos los objetivos relativos a la salud mental: desde la aplicación de estrategias de prevención, al fortalecimiento de los sistemas de información e investigación.