¿Y si la clave para acabar con la obesidad fuese la flexibilidad?: así es la dieta FAFO

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

M.MORALEJO

Los expertos apuestan por una serie de medidas de estilo de vida que pretenden acabar con uno de los principales obstáculos a nivel de la salud pública: la falta de adherencia terapéutica

25 ago 2023 . Actualizado a las 15:16 h.

Un 16,5 % de hombres y un 15,5 % de mujeres padecen obesidad en nuestro país, según la última Encuesta Europea de Salud en España publicada en 2020. Y un 44,9 % de hombres y un 30,6 % de mujeres padecen sobrepeso, ese eslabón intermedio antes de llegar a ella. Unas cifras alarmantes teniendo en cuenta que padecer obesidad reduce la expectativa de vida de una forma equivalente al tabaquismo. De hecho, es la quinta causa de muerte en el mundo. Porque el problema no es tanto el índice de masa corporal —ese número que indica la relación entre el peso y la talla que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad—, sino todas las patologías asociadas que este puede esconder: a día de hoy están reconocidas alrededor de 40 y algunos estudios incluso hablan de 200. 

¿Cómo hemos llegado a esta situación? Se trata de una realidad compleja sobre la que, más allá de las propias experiencias personales de cada individuo, también debemos poner el foco a nivel macro. «Se da una situación en la que, por un lado, existe una gran presión para que nos adaptemos al modelo normativo y a los estilos de vida saludable; pero mientras, nos encontramos en condiciones tanto culturales, como sociales y personales, que nos dificultan poder acceder a ellos. El acceso a recursos y la disponibilidad de tiempo no son favorables a conseguirlo», apunta Rafael Tomás Cardoso, doctor en Antropología y Psicología, especializado en Antropología Médica y de la Salud y en las aproximaciones y modelos de la Antropología Biosocial.

A esos dos factores se le une un tercero no menos importante: los ambientes obesogénicos. Contextos que facilitan o promueven que la gente, dentro de sus condiciones particulares, lleve su condición física hacia la obesidad. Tomás pone varios ejemplos: «Lo más conocido es todo lo asociado a la publicidad y una oferta alimentaria que está orientada al consumo de productos placenteros y agradables —y no necesariamente saludables—; buscando nuestras debilidades».  Así se explica ese círculo vicioso en el que está envuelto la sociedad occidental. «Todo esto genera un círculo de estrés, frustración, que normalmente nos lleva de nuevo a ese entorno obesogénico donde una forma de calmar la situación estresante y angustiosa es el recurso a formas de ocio que también son obesogénicas: disfrutar de comida basura o de un ocio gratificante a corto plazo, que no es saludable», apunta el doctor. 

El reto: la adherencia 

La propia Organización Mundial de la salud (OMS) considera la falta de adherencia como un tema prioritario de salud pública. Define como «adherencia terapéutica» el grado en que el comportamiento de una persona —tomar el medicamento, seguir un régimen alimentario y ejecutar cambios del modo de vida—, se corresponde con las recomendaciones acordadas con un prescriptor de asistencia sanitaria.

«La mayoría de la gente tiene una idea, más o menos precisa, de qué es la alimentación saludable. Todos conocemos la importancia de esa dieta mediterránea, de esa alimentación tradicional de las abuelas y de la necesidad de practicar ejercicio físico regular. Sin embargo, existe un reto en muchas estrategias de salud actual: la adherencia. El problema es mantenerla. Lograr la constancia de esa pauta saludable y equilibrada», subraya Tomás. «¿Cuál es el principal problema para esta adhesión? Las circunstancias personales y laborales, de horarios y conciliación. Al final, no tenemos tiempo ni para comprar una dieta tradicional diversa, ni para cocinar, ni comer juntos». 

La propuesta: flexibilidad

La idea es adaptar y hacer flexibles esas dietas tradicionales, de tipo mediterráneo o atlántico, y buscar estrategias personales para que cada uno, en su contexto doméstico, pueda buscar esos trucos para poder lograr esa adhesión. «Para ello estamos trabajando en algunas herramientas e instrumentos que nos facilitan que la persona busque esa adaptación, esa flexibilización de cómo encajar esas dietas de una forma más equilibrada dentro de su estilo de vida atropellado y moderno», comenta Tomás. 

Así nace la dieta FAFO (Flexible And Friendly for the Owerweigth, por sus siglas en inglés), un estilo de vida totalmente personalizado: flexible, contextualizado y de precisión. Una idea en la que Tomás lleva años trabajando junto con Rafael Gómez y Blasco, médico especialista en endocrinología, metabolismo y nutrición; miembro de la junta directiva de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) y director académico de la Federación Centroamericana y del Caribe, México, Colombia y Ecuador de obesidad y metabolismo (Feccom). Un conjunto de medidas que abarcan varios cambios fundamentales en la vida diaria del paciente. «No solo en el aspecto nutricional, aunque por el nombre así lo pueda parecer. Está basada en la utilización de una serie de herramientas que se han creado específicamente para eso por expertos de la antropología, nutrición, psicología, actividad física y tecnología», explica Gómez. Estas serán utilizadas por los profesionales médicos para poder indagar, valorar y precisar unas pautas adaptándose a la situación socioeconómica del paciente, su posibilidad de adquisición de determinados alimentos, así como la realización de determinados ejercicios físicos y pautas psicológicas «que le sirvan para vivir de una forma más saludable y con mayor calidad de vida», apunta el doctor. 

Al final, en un proceso de adherencia a un cambio de dieta existen múltiples factores implicados: la cultura y valores, los contextos sociales, las diferencias individuales y de personalidad, disponibilidad, etcétera. Por eso, ambos profesionales remarcan que la prescripción y seguimiento de dietas flexibles facilita la adhesión y mejora la relación del paciente con la comida. En consecuencia, se reduce el riesgo de ansiedad, frustración, depresión o sufrimiento de trastornos de la conducta alimentaria (TCA)

En qué consiste la dieta FAFO 

Los estudios de esta dieta, según Gómez, empezaron hace 25 años. Pero no fue hasta hace aproximadamente tres cuando dieron un salto importante. «Cuando se hizo un primer estudio, que se hizo aproximativo en base a observaciones cualitativas, participaron 27.000 pacientes y se enfrentó a dietas como la cetogénica, la hipocalórica y el ayuno intermitente». A diferencia de estas, el doctor subraya que la dieta FAFO «facilita al máximo y abarata el proceso al paciente. Nos acercamos a ese 80 % que no puede permitirse determinado tipo de pautas dietéticas». 

Para entender mejor en qué consisten esa adaptabilidad, el doctor proporciona ejemplos: «A aquellos pacientes que queremos acercar a un tipo de dieta atlántica o mediterránea, les enseñamos que en caso de que no puedan permitirse una buena merluza del Cantábrico, esta tiene las mismas propiedades proteicas, de vitaminas y omega que la sardina o la caballa, que suelen ser más baratas. Existen alimentos que se encuentran en un plano muy costoso. No todo el mundo se puede permitir en este momento el aceite de oliva. Tenemos que explicarle a los pacientes que, aunque no sea virgen extra, los de oliva normal, los de orujo de oliva y muchos otros aceites vegetales son saludables. Y a lo mejor esos, el paciente sí se los puede permitir». 

Todo empieza en una consulta de atención primaria (o en la de un especialista)

La paradoja del tiempo: no existe ni en la vida diaria de los pacientes, ni mucho menos en una consulta en la sanidad pública. «Los que hemos trabajado en la pública y en la privada, lo sabemos: existe muy poco tiempo», indica Gómez. ¿Cómo conseguir entonces, que el paciente pueda contar sus circunstancias personales y laborales, y así poder prescribir esta dieta flexible? «Hemos elaborado unos modelos de entrevista con ejes clave que hemos identificado relacionados con las circunstancias personales del paciente: cómo es el entorno doméstico familiar, los horarios, las prácticas diarias en relación a la compra, a la elaboración de la comida, cuánto tiempo se le dedica o quién se encarga de cocinar. Intentamos recabar esa información», explica Tomás. 

Una vez hecho esto, se utiliza una herramienta muy popular en recursos humanos y que empieza a utilizarse también en el ámbito de la salud: la evaluación por competencias. «La hemos trasladado al ámbito nutricional. Hemos diseñado unas competencias clave que consideramos relevantes para que esa persona sea capaz y hábil a la hora de manejar el autocuidado, el control de sus condiciones de salud. De esta forma, la persona es consciente, al inicio del tratamiento y a lo largo de su evolución, de cómo va mejorando el manejo de esas competencias personales», comenta Tomás. 

Los expertos subrayan que esa mejora en las competencias de autocuidado se correlaciona con mejoras en variables biomédicas. Así lo explica el antropólogo: «Entre estas últimas, cabe decir que algunas las rechazamos de manera clara, como el tema del peso. No trabajamos con un modelo pesocéntrico. Lo que utilizamos son variables antropométricas como adiposidad abdominal, índice de cintura-cadera y otras de tipo más metabólico, como los niveles de azúcar en sangre o el colesterol. Generalmente hasta ahora, en el grupo control que hemos llevado, existe una correlación entre la mejora de esas competencias y la mejora de esas variables biométricas, tanto bioquímicas como antropométricas». 

«Si logramos dedicar un determinado tiempo a conseguir una serie de datos básicos importantes sobre el paciente, esto va a favorecer y facilitar el trabajo posterior. Se va a necesitar un tiempo mayor al inicio de las consultas, pero va a requerir mucho menos en adelante. Solo que el especialista, el médico de familia, experto en nutrición o el pediatra, dedique unos minutos de más a saber esa situación socioeconómica que es fundamental y que debemos respetar», remarca Gómez.

Modelo de intervención flexible, adaptado y personalizado:

  1. Análisis individualizado del caso (historia clínica, anamnesis, morfotipo)
  2. Prescripción personalizada, adaptada y flexible de dieta y pauta alimentaria
  3. Orientación y prescripción de la actividad física adaptada
  4. Counselling y apoyo psicoemocional (desculpabilización, apertura y afrontamiento positivo) 

Receta deportiva

La dieta FAFO también pone el foco en un aspecto fundamental a la hora de conseguir una buena salud: el ejercicio físico. Con él también existe ese gran problema de falta de adherencia. Motivado, muchas veces, por la rigidez de las pautas. «Decirle a una persona que solo puede hacer un tipo de ejercicio o de alimentación y que si no lo hace, no va a conseguir su objetivo, es totalmente irreal», señala César Bustos, graduado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, experto en entrenamiento personal y patologías médicas y vocal de la Seedo. Así, al igual que no existiría una pauta nutricional ideal para todo el mundo, tampoco en el caso del ejercicio. «Las máquinas en el gimnasio son iguales para todos, pero qué tiene que hacer cada uno y cómo debe hacerlo, no». 

De esta forma, esa valoración inicial por un médico continúa con otra por parte de profesional especialista en actividad física: «Valoramos, en función de los horarios de la persona, si puede venir una vez a la semana o dos. El objetivo es que pueda ver con un profesional de la actividad física que le enseñe a hacer correctamente su rutina de ejercicios». Y en este proceso, Bustos comenta que suele haber falsas creencias. «Nos ocurre mucho que las personas piensan que no son capaces de hacer los ejercicios que les mandan porque se sienten torpes y la realidad es que esa persona no es que sea torpe, es que no le han enseñado correctamente o no lo han explicado por qué hay que hacerlo de una manera y no de otra». 

Junto a esas pautas de deporte se integran otras que pretenden generar adherencia a la actividad física con acciones del día a día: caminar más, coger menos el coche, optar por las escaleras y no por el ascensor, etcétera. «Además, se diseña una rutina de ejercicios. Por ejemplo, si dispones de treinta minutos para dedicarle tres días a la semana, los encajamos. También pueden ser veinte o diez, pero sea el tiempo que sea, encajamos la rutina». Posteriormente, el seguimiento se hace vía teléfono o videollamada. «El paciente nos cuenta qué barreras se está encontrando, si le está resultando fácil llevarlo a cabo o no y cómo lo está haciendo. Esa manera es más flexible porque se integra en la vida de la persona. Es la clave». 

De esta forma, el médico de atención primaria también puede recetar ejercicio físico, como si de un fármaco se tratase. La idea es superar la brecha que existe entre los médicos de atención primaria y los profesionales de la actividad física, integrando a estos últimos en el Sistema Nacional de Salud. Se le llama receta deportiva y consiste en un informe de cómo se encuentra al paciente para que un profesional del deporte ejecute un plan adaptado de ejercicio físico. «Por ejemplo, un paciente con sobrepeso u obesidad, hipertensión arterial, diabetes y un problema articular. Te ves con esa persona, le preguntas qué le gusta, qué no le gusta, qué historia ha tenido con la actividad física y con eso, se elabora el plan de ejercicio. De una forma flexible y adaptada», amplía Bustos. En este sentido, el propio Consejo Superior de Deporte trabaja desde hace unos meses en un programa piloto con las diferentes comunidades autónomas para conseguir instaurar esta receta deportiva a nivel nacional. 

«Hacer deporte cuesta dinero»

No se puede negar que cuidarse cuesta dinero, pero Bustos subraya que no hacerlo, también. «Tenemos que hacer autocrítica tanto de un lado, como del otro, porque cuando las cosas son gratis, no siempre le ponemos esfuerzo. Sí que debe existir una reducción, un descuento, que permita a aquellos usuarios que lo tienen más complicado, como los que están en riesgo de exclusión, poder acceder a centro deportivos municipales con especialistas en ejercicio, por ejemplo. O que sea gratuito, pero con un compromiso». 

El especialista en actividad física lo compara con el proceso de dejar de fumar, donde el Sistema Nacional de Salud financia una serie de intentos. «En este caso sería lo mismo. Que el sistema permita y favorezca que puedas acceder a un programa que te permita mejorar tu calidad de vida y tu salud, que es de lo que estamos hablando. La dieta FAFO facilita esto. Se trata de buscar esa flexibilidad», asegura. Con todo, el especialista remarca que no se necesita dinero para entrenar y que existen multitud de opciones económicas. Él mismo cuenta —al igual que otros compañeros de profesión— con rutinas gratuitas a través de un canal de Youtube adaptadas a diferentes niveles y que están disponibles para todo el mundo.

La desculpabilización del paciente 

La obesidad se suele relacionar con una supuesta falta de control de la ingesta, impulsividad y ansiedad por la comida. Una individualización y culpabilización de las personas que la padecen que puede derivar en difíciles trastornos afectivos, de dismorfia corporal y autoimagen. Tomás manifiesta que esa ha sido una de las bases del diseño de la dieta FAFO: la multidimensionalidad de la obesidad. «La consideración de que hay múltiples variables que condicionan el resultado de esta enfermedad. Y vinculado a esa multidimensionalidad estaría ese falso mito de poner el foco solo sobre el sujeto, la culpabilización. Ya hemos hablado de que existe un contexto que lo facilita, otra cuestión son las variables genéticas y bioquímicas que también indicen en los procesos individuales». 

En este sentido, el enfoque FAFO pretende que el individuo comprenda esa multidimensionalidad del problema y ayudarle a que pueda afrontar esa obesofobia y estigma. Gómez recalca que una de las claves que le hizo empezar a investigar este tipo de pauta de vida saludable es cómo el paciente obeso se siente en su entorno —ya sea familiar, laboral o escolar— tomando alimentos diferentes al resto del grupo. «De entrada, con este tipo de tipa favorecemos la adhesión del paciente porque va a estar comiendo, si no es exactamente igual, por lo menos sí con los mismos alimentos que el resto. Es un punto psicológico muy importante. El paciente tiene que ser respetado. Que se encuentre en un ambiente agradable, no aislado del resto de la familia o grupo social que le acompaña», recalca. 

«No es una dieta milagro»

Durante la conversación, Gómez, director académico de la dieta FAFO, reitera en varias ocasiones que «no se trata de una dieta milagro». Ha sido avalada por diversas instituciones y asociaciones, como la Sociedad Mexicana de Obesidad, la Asociación Médica Hispanocolombiana, la Federación Latinoamericana de Sociedades de la Obesidad y también a nivel nacional, por la Seedo. «La evaluación de esta dieta ha tenido una gran aceptación y la Unión Europea nos ha dado una financiación específica. Consideramos que era importante realizar un curso de formación para médicos de familia y nutricionistas, para todo aquel que quisiera saber más sobre esta dieta. Normalmente este tipo de estudios son tipo máster y cuestan un dineral, pero como está avalada por la UE, nos permite defenderla al máximo con todos los profesionales, para que tengan capacidad y posibilidad de maniobra y conozcan toda la parte intrínseca de la dieta», asegura el endocrinólogo.

Por su parte, Tomás explica que ahora mismo se encuentran en una fase de pilotaje e implementación. «En estos últimos dos años y medio hemos estado asistiendo a congresos internacionales de varias sociedades. Primero presentamos el modelo, que es útil para el registro de datos y la investigación, pero también para luego aplicarlo en la clínica, en el seguimiento de cada paciente. Ya estamos presentando resultados de esos grupos piloto que, como digo, son positivos». Este otoño tienen previsto actualizar esos datos en el XIX Congreso Nacional de la Seedo que se llevará a cabo en Sevilla. «Y seguramente presentaremos una actualización de esos datos que seguirán confirmando la consistencia de la dieta FAFO», concluye el antropólogo. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.