María del Mar Malagón, investigadora: «Se sabe que el nivel sociocultural impacta sobre el desarrollo de la obesidad»
ENFERMEDADES
La presidenta de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) destaca que «si los niños sufren problemas de peso de pequeños, es muy probable que mantengan esos problemas a lo largo de la vida si no se controlan»
04 mar 2023 . Actualizado a las 14:02 h.María del Mar Malagón asumió el cargo de presidenta de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) hace un año. Su objetivo por aquel entonces, en palabras a La Voz de Galicia, era que la obesidad se considerara una enfermedad crónica. Y aunque lamentablemente aún no lo ha conseguido, podría decirse —y ella misma confiesa— que se está en el camino.
En el Día Mundial de la Obesidad, que se celebra hoy, conversamos con la catedrática de Biología Celular y subdirectora científica del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic) sobre qué posibles causas puede haber detrás de la obesidad, qué relación tiene el nivel socioeconómico con la incidencia de esta enfermedad o cuáles han sido los últimos descubrimientos sobre esta patología.
—¿Qué significa que una persona sufra obesidad?
—Que tiene una enfermedad crónica que aumenta el riesgo para desarrollar otras enfermedades importantes. Desde lo que lo que llamamos resistencia a la insulina, que es un factor de riesgo fundamental para el desarrollo de diabetes tipo II y enfermedades cardiovasculares, esteatosis hepática, hipertensión, y también se asocia con diferentes tipos de cáncer. Hay evidencias suficientes que apoyan que tener obesidad aumenta el riesgo de cáncer de mama o de colon. Además, la ciencia nos sigue aportando datos de correlaciones entre la obesidad y hasta 200 alteraciones de la salud, como dicen algunos estudios. Pero, en términos generales, hay cerca de 40, desde luego, que están reconocidas. Eso es lo que puede tener la persona que sufra obesidad, aparte de disminuir su calidad de vida y, no menos importante, la esperanza de vida.
—Usted la define como una enfermedad crónica, pero en realidad sigue sin considerarse como tal.
—Creo que debemos hablar de la culpabilidad que sufren las personas con obesidad, que sienten que es todo responsabilidad suya. Esto hace, por ejemplo, que las personas que padecen obesidad no vayan al médico para tratarse. Pero sí se van a tratar para las otras enfermedades que hemos dicho que se asocian con esta patología. Si controlamos la obesidad, todo el resto de patologías se puede prevenir o se pueden tratar mejor. Y, sin embargo, no se considera como una enfermedad. A pesar de la prevalencia que hay de obesidad, que es enorme. Podemos decir que cerca del 60 % de las personas en España tienen exceso de peso. Es un problema de salud enorme en todas sus dimensiones y, sin embargo, tampoco se considera como tal, porque los sistemas de salud pública no tratan la obesidad como una enfermedad. Y eso es en lo que estamos, luchando.
—¿Qué se sabe hasta ahora del origen de la obesidad, de sus causas?
—Al igual que el conocimiento científico nos demuestra claramente que la obesidad está relacionada con el desarrollo de otras muchas enfermedades, también nos informa de manera contundente y sólida de que existen muchos factores obesogénicos. Estos favorecen, con mayor o menor intensidad, que se desarrolle la enfermedad. Existen factores endocrinos que se asocian con ganancia de peso, pero también ambientales, porque el estrés, la ansiedad o ciertas medicaciones pueden inducir a la obesidad. Así como los cambios en los hábitos alimenticios y en la forma de vida. Todo esto potenciado, además, por nuestro patrón de trabajo, que es muy sedentario.
—Se habla mucho de los diferentes tipos de grasas que tenemos y el papel que estas desempeñan en las personas que sufren obesidad. ¿Nos puede hablar un poco de ellas?
—Yo investigo sobre el tejido adiposo y hay que decir que es algo maravilloso que la evolución nos ha dado. Porque cuando no había seguridad de si se podría comer o había que pasar períodos largos sin ingesta, a nivel evolutivo, era fantástico tener un tejido que acumula la energía que está en el alimento en forma de lípidos. Eso lo hemos creado en la evolución para sobrevivir. Ahora, llegamos a una época, desde hace unos años, en la que no comemos para sobrevivir, sino para cuando nos apetece, cuando está accesible la comida… Y se produce una saturación de ese tejido adiposo. Y cuando esto sucede, cuando se satura de tanta energía y de tantos lípidos, deja de funcionar bien, repercutiendo en el resto de los tejidos, porque este manda señales de que algo no va bien.
Tenemos otra grasa, que es la parda, que antes se pensaba que solo afectaba a los niños porque lo que hace es quemar grasas y generar calor. En los mamíferos y en los animales, juega un papel fundamental porque es la que se utiliza para calentarnos. Se pensaba que en adultos no existía, pero sí que existe. De hecho, la grasa blanca, que es la acumuladora, se puede incluso convertir en un tipo de grasa que quema. Lo que sucede es que tenemos más grasa parda cuanto menos peso tenemos. Así como también disminuye esta capacidad de generar calor y de ser quemagrasas con la edad. Con lo cual, hay ciertos condicionantes que hacen que la grasa pase a ser acumuladora y no quemadora Pero una de las líneas de investigación importantes que hay en la sanidad es inducir esta conversión de la grasa blanca en grasa parda. El mensaje que hay que destacar es que no es que sean malas, es que están alteradas. No podríamos vivir sin grasa. Las personas que no tienen grasa, que se llama lipodistrofia, básicamente tienen las mismas alteraciones de la salud que las personas con mucha grasa, con obesidad.
—¿Qué hay de la salud emocional de estas personas? Mucha gente piensa que la solución pasa por tener fuerza de voluntad.
—Hablábamos antes que las personas con obesidad piensan que son culpables de su enfermedad y eso lo que provoca es que sufran estigma, algo que no sucede con otras enfermedades. Tiene un impacto en la salud emocional y mental de las personas que la sufren y es un círculo vicioso. Porque,además, el resto de la población mira a las personas que tienen obesidad como responsables también, generando una consideración de las personas con obesidad como incapaces de tener control sobre la comida, cuando no tiene por qué ser así. Estamos impactados por los perfiles perfectos y los imperfectos, aquellos que son más altos o más bajos; con más o menos peso, son igual de extraordinarios, y eso es lo que hay que considerar. Todo esto confiere en la percepción del entorno de esas personas con obesidad y eso, evidentemente, altera su estado emocional. Por eso tiene que haber un apoyo psicológico a las personas con obesidad y educar por hacer que la sociedad entienda que es una enfermedad.
—¿Cómo debería de ser el abordaje de la obesidad?
—El abordaje debe de ser multifactorial y debe haber equipos multidisciplinares que atiendan a estas personas con obesidad. Incluso atención primaria debería tener más formación y más capacidad para tratarlas. Estas unidades deben componerse de los especialistas que se necesiten porque si, por ejemplo, hay daño en el hígado, los hepatólogos deberían estar ahí. Al igual que apoyo psicológico de profesionales especializados en obesidad y, obviamente, expertos en ejercicio y en nutrición. Digamos que es interesante verlo desde diferentes fases: que se intervenga en la prevención, en el diagnóstico y tratamiento, porque es una enfermedad que, normalmente, acompaña toda la vida. Si tenemos a un niño con obesidad, es probable que continúe con estos problemas a lo largo de toda la vida. Además, otra cuestión a tener en cuenta es que todo esto son tratamientos a largo plazo. Farmacológico, en los casos en los que sea necesario.
—Existen estudios que lo relacionan, ¿cuánto tiene que ver el poder adquisitivo con comer bien y tener unos hábitos saludables?
—En este tipo de estudios se mide el impacto entre el nivel adquisitivo o más bien, el nivel sociocultural. Debemos tener en cuenta ambos aspectos porque, muchas veces, son paralelos. Se sabe que el nivel sociocultural impacta sobre el desarrollo de la obesidad. Es verdad que si tú tienes mayor poder adquisitivo, estás más informado sobre hábitos saludables o, por lo menos, son más accesibles. Por ejemplo, ir al gimnasio cuesta dinero. Por eso creo que también es importante el apoyo de la sociedad, porque evidentemente hay que luchar contra la desigualdad social.
En el caso concreto de la obesidad, hay que educar a la gente a comer de manera adecuada dentro de sus posibilidades y existen productos muy interesantes. En el instituto donde yo trabajo tienen la misión constante de educar en barrios desfavorecidos a las personas para adquirir hábitos saludables teniendo en cuenta productos de proximidad y de temporada. Cocinando y preparando platos con lo que se tiene a mano, lo que es asequible. Para luchar contra el impacto del poder adquisitivo sobre la alimentación y el ejercicio es importante educar. Existen datos que confirman que aquellos países que están afrontando mejor la pandemia de la obesidad son aquellos que tienen ingresos altos. En el caso de España, el gasto público que supone la obesidad es superior al 9 %.
—¿Cuál es la situación que existe ahora mismo en el caso de los niños?
—Los datos de los niños también son bastante preocupantes. Hay estudios de la OCDE que establece el sobrepeso en más de un 30 % en los jóvenes y obesidad un 12 %. Luego hay estudios en España, que establece en niños menores de nueve años más de un 20 % de sobrepeso y casi el 17 % de obesidad. El porcentaje es muy elevado y el hecho de que los niños sufran problemas de peso de pequeños hace muy probable que los mantengan a lo largo de la vida si no se controlan.
—Usted es investigadora, ¿cuáles han sido los últimos descubrimientos con respecto a la obesidad?
—Esto que hemos hablado de los diferentes tipos de grasa ha sido un gran descubrimiento que, aunque no es muy reciente, porque ya llevamos muchos años trabajando en ello, sí es muy relevante. También hay muchos estudios de la microbiota, de las bacterias que afloran en nuestro intestino y que mandan señales al cerebro para que comamos más o menos o que tengamos preferencia por un tipo de alimento u otro.
También existe mucha investigación a nivel del control de la ingesta, que esto afecta al cerebro, nuestro controlador de que comamos más o menos. Ahí tenemos más complicaciones de estudio en humanos porque, obviamente, hay menos técnicas que permitan estudiar al cerebro, preo tenemos modelos preclínicos, en modelos animales o celulares, que nos informan de qué es lo que sucede. Nos dan ideas.
—¿En qué consiste este control de la ingesta?
—A nivel de ingesta, el control de por qué comemos más o menos, es del cerebro. Cuando el tejido adiposo está lleno, manda señales al cerebro y le dice: «Estamos llenos, no hay que comer más». O al revés, cuando los depósitos no están muy llenos, se mandan señales que dicen: «Hay que comer, que tenemos que asegurarnos la supervivencia». Luego hay un componente de los sentidos que nos induce a comer, algo sobre lo que también hay mucha investigación al respecto a nivel cerebral. Se busca saber cuáles son los circuitos neuronales que hacen que nos apetezca comer.
Por último, añadir el gasto energético, que es como una balanza. Una cosa es lo que ingerimos y otra el gasto energético, porque para mantenernos vivos gastamos energía; las personas que tienen obesidad, por un sistema natural, si tienen más, deberían gastar menos, pero en las personas con obesidad está descompensado. No es solo que, a lo mejor, coman más o que tuvieran mayor apetencia, es que sus circuitos cerebrales están completamente alterados. Porque además, su gasto energético, se reduce. Están descompensados en muchos aspectos que hacen que finalmente adquieran más grasa corporal y esta se distribuya de la peor manera.
—¿Se le sigue dando mucha importancia al peso?
—Estamos cambiando nuestra mirada a que la obesidad no solo se refiere al peso o al índice de masa corporal (IMC), que es lo que evalúa habitualmente y que se emplea también como herramienta para clasificar. Ahora mismo, ya estamos hablando de composición corporal. No de si tenemos más o menos grasa, sino más o menos músculo, etcétera. Eso, ahora mismo, es un área importante de investigación: la clasificación morfofuncional.
—Por último: ¿qué nos queda por hacer a la hora de hablar de esta enfermedad?
—Sin duda, nos queda un plan nacional. El reconocimiento de la obesidad como enfermedad conllevaría una mayor disposición para afrontar este problema. No dejamos desprovistas a personas que sufren otras enfermedades. Cualquier enfermedad la trata el sistema público de salud. No quiere decir que no se traten a las personas que tienen obesidad, sino que se define un plan nacional que afronte y asuma todo lo que hemos hablado. La verdad es que las cifras son ya muy poco halagüeñas y la previsión, según estudios, es que seguirán aumentando.
Según la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia de obesidad en muchos países europeos (incluido España) se ha triplicado desde 1980
Se estima que en los países europeos más del 70% de los adultos tienen un exceso de peso no saludable
Si se mantienen las tendencias actuales, se espera que para 2030 más de la mitad de la población europea tenga obesidad
El problema resulta especialmente grave si se tiene en cuenta, que la obesidad reduce la expectativa de vida de forma equivalente al tabaquismo y se sitúa como la quinta causa de muerte en el mundo.
Fuente: World Obesity Atlas 2023