Trastorno disfórico premenstrual: «Son diez días de ansiedad extrema, de estar temblando, de fobia social»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Coral Suárez.
Coral Suárez. GONZALO BARRAL

Esta variante severa del síndrome premenstrual afecta a un 5 % de mujeres en edad fértil

26 ene 2023 . Actualizado a las 22:58 h.

Los últimos días antes del período menstrual suelen ser incómodos para muchas personas. Aunque no es así en absolutamente todos los casos, algunas molestias como la retención de líquido, distensión abdominal, sensibilidad en las mamas, dolor de cabeza o cambios de humor son relativamente frecuentes.

Pero ¿qué ocurre cuando los días, e incluso las semanas previas a la menstruación se convierten en una verdadera tortura? Para quienes padecen el trastorno disfórico premenstrual (TDPM), esta es la realidad todos los meses. No se trata de una simple irritabilidad o antojo de comer chocolate. Esta enfermedad se manifiesta con síntomas de depresión graves durante los cinco a doce días previos al comienzo de la regla. El trastorno es una variante severa del Síndrome Premenstrual que afecta, aproximadamente, al 5 % de las mujeres en edad fértil. Se trata de un trastorno sumamente incapacitante que provoca síntomas mucho más intensos y duraderos que aquellos que suelen asociarse al síndrome premenstrual. Así lo vive Coral Suárez, de 25 años, que padece este problema desde los 20 años y se encuentra bajo tratamiento desde hace tres.

«Yo estoy normal en mi día a día, perfectamente, y de repente entro en esa fase. Suelen ser entre siete y diez días de ansiedad extrema, de estar temblando, te entra fobia social, tiendes a aislarte mucho, cualquier situación en la que estés rodeada de personas te suscita mucha ansiedad. Los cambios de humor son muy extremos. Puedo estar riéndome muchísimo y estar genial, y que a los pocos minutos me entre una irritabilidad, una irascibilidad enorme y querer estar a solas completamente. Una tristeza profundísima, que no sabes de dónde viene y que te gobierna durante esos días», describe Coral.

La historia de la joven y su diagnóstico está marcada por la falta de información disponible acerca de este trastorno. «Yo llevo con este problema desde hace cinco años. Durante los dos primeros no tenía ni idea de que podía ser un problema hormonal causado por esos cambios en la menstruación. Entonces, ha sido un proceso de muchísimo sufrimiento en ese sentido. Al final, es una depresión o un cuadro de ansiedad extrema al mes. Sin información, estás como en un limbo de "¿Qué me pasa, por dónde irá esto?". Después de dos años, ya empecé a observar que me pasaban esas cosas justo cuando me iba a venir la regla y que el resto del mes estaba estable. Me empecé a preguntar si no tendría algo que ver con eso. Busqué en Google: "Problemas emocionales menstruación" y empecé a investigar», cuenta Coral.

Síntomas

Para que se pueda diagnosticar este trastorno, es necesario presentar, en edad fértil, durante la última semana de la mayoría de los ciclos menstruales, al menos cinco de los siguientes síntomas:

  • Tristeza, desesperanza o autodesaprobación
  • Tensión, ansiedad o impaciencia
  • Llanto frecuente
  • Irritabilidad o enfado persistentes y aumento de los conflictos interpersonales
  • Pérdida de interés por las actividades habituales, a lo que puede asociarse un cierto distanciamiento en las relaciones sociales
  • Dificultad para concentrarse
  • Sensación de fatiga, letargia o falta de energía
  • Cambios acusados del apetito, que a veces pueden acompañarse de atracones o antojos por una determinada comida
  • Hipersomnia o insomnio
  • Sensación subjetiva de estar rebasada o fuera de control
  • Síntomas físicos como hipersensibilidad o crecimiento mamario, dolores de cabeza o sensación de hinchazón o aumento de peso, con dificultad para ajustarse la ropa, el calzado o los anillos. También pueden aparecer dolores articulares o musculares
  • Ideas de suicidio

Además, las alteraciones deben interferir de forma notoria con el trabajo y las relaciones interpersonales, y se deben descartar otros trastornos mentales ya existentes como causas del problema. Si los síntomas desaparecen con la llegada de la menstruación, esta es una señal que podría indicar que se trata de trastorno disfórico premenstrual.

Para llegar a este diagnóstico, las mujeres deben presentar estos síntomas por lo menos durante dos ciclos consecutivos, según indica la American Psychiatry Association. Sin embargo, en España el criterio diagnóstico exige llevar un año entero de síntomas para poder ponerle nombre a la enfermedad.

Andrea Álvarez comenzó con estos problemas a los 24 años. «En agosto del 2020, tuve una regla muy rara. A nivel emocional, me afectó mucho, con cambios de humor muy fuertes. Yo no lo asocié con la regla en ese momento, pero de repente fueron cuatro meses seguidos muy parecidos, con un cambio súper brusco. Y al tercer mes, fui al médico y se lo dije, porque ya era un patrón. Y él fue el que me habló de esto, yo no sabía que existía. Y me contó que en España se diagnostica si tienes un año entero de reglas así. En mi caso, solo fueron cuatro meses. Entonces a mí no me han dado el diagnóstico», cuenta.

El requisito de un año con síntomas es engorroso para aquellas personas que se ven en la situación de tener que esperar ese tiempo para poder recibir tratamiento. Pero en casos como el de Andrea, la situación puede ser circunstancial o pasajera. «Los síntomas coincidían, pero el médico me dijo que para mí no había tratamiento de momento, porque solo habían pasado tres meses. Me dijo que siguiera registrándome yo. Y creo que es importante que cuando notamos esos cambios, lo apuntemos, para notar un patrón. Porque a veces tus hormonas están ahí diciéndote cosas. Me dijo que registrara todo, que escribiera en cada fase de la menstruación cómo estaba y ya veríamos», dice Andrea.

Sus síntomas, que finalmente remitieron tal como habían aparecido, estaban relacionados con su estado anímico. «Yo sentía una tristeza demasiado profunda. Puedes tener cambios de humor, pero esto era demasiado. Incluso perdí el interés en cosas que me gustaba hacer, tenía muy poca motivación para cosas que siempre me han gustado. Tenía ansiedad, muchos pensamientos negativos. Si tú tienes una depresión al uso, normal, suele haber un detonante. Pero aquí, esto es puramente hormonal. Y eso hace que tengas, por un lado el trastorno, y por otro tus pensamientos: ¿por qué estoy así?, ¿de dónde viene esto?, ¿me estoy volviendo loca? Porque no encuentras un origen. Esto dura entre siete y trece días. Y también se nota muchísimo cuando acaba esa semana y media. No es un subidón, te encuentras normal, lo que pasa es que, para ti, el cambio es tan grande, que te sientes genial. Es como que estás a merced de tus hormonas totalmente», cuenta.

Causas

El trastorno disfórico premenstrual no tiene causas reconocidas hasta la fecha. Hay que recordar que se trata de una enfermedad que ha sido incluida muy recientemente en el Manual de Diagnóstico y Estadística de la American Psychiatric Association. La etiología de la enfermedad, por tanto, no se ha llegado a precisar aún. 

«Lo que sí sabemos es que los síntomas aparecen en algún momento después de la ovulación y se resuelven completamente tras el inicio de la menstruación. También sabemos que no existen analíticas o pruebas de imagen que sirvan para diagnosticarlo. Habitualmente los niveles hormonales son normales, lo que varía es el efecto que dichos niveles o sus cambios durante el ciclo menstrual producen en las áreas cerebrales que regulan las emociones», explica la doctora Cristina Gomar Cantarero, especialista en ginecología y obstetricia, que se dedica a tratar este trastorno.

En cuanto a factores de riesgo, Gomar señala que «cualquier mujer puede sufrir un TDPM, aunque parece que las mujeres con antecedentes familiares de TDPM o las que han sufrido depresión posparto tienen más riesgo de padecerlo».

Coral Suárez.
Coral Suárez. GONZALO BARRAL

Tratamientos

El tratamiento del trastorno dependerá de cada caso, ya que lo que se busca es aliviar los síntomas puntuales que la persona sufra en esta parte de su ciclo. En el caso de Coral, la primera visita al ginecólogo por este problema fue menos esperanzadora de lo que ella hubiera deseado. «Fui a uno, desesperada, y me dijo que no sabía qué me estaba pasando. Me dijo: toma anticonceptivos. Yo no me los tomé. Me parecía muy fuerte cortar mi ciclo por un problema psicológico, aunque obviamente tuviera mucha base en un problema hormonal. Encontré otra ginecóloga especializada en este tema, entonces fui con ella y le expliqué todo el caso, me diagnosticó esto y me dijo que si me llegaba a tomar esos anticonceptivos, el cuadro que yo tenía se habría agravado muchísimo más, porque estaba completamente contraindicado para mí. La situación para las personas que padecemos esto es como un campo desierto. Tienes que ir buscando agua cuarenta horas, bajo el sol, deshidratada y sufriendo un montón tratando de entender lo que te pasa», explica.

Además, lo que da buenos resultados en una persona puede no ser indicado para otra. «Dependiendo de la severidad de los síntomas, pueden ofrecerse distintos tratamientos; aquí es muy útil un enfoque multidisciplinar», señala Gomar, y añade que el abordaje puede incluir atención por parte de un psiquiatra.

«Algunas pacientes con síntomas leves mejoran con suplementos vitamínicos, extractos vegetales, cambios de estilo de vida y apoyo psicoterapéutico para la gestión de las emociones. Hay pacientes que responden a anticonceptivos hormonales, especialmente pautas extendidas con un descanso más breve, aunque otras refieren empeoramiento de la clínica, así que siempre hay que preguntar si se han tomado anteriormente y cómo se han tolerado a nivel emocional. En este sentido, los nuevos preparados con estrógenos de perfil más natural ofrecen una perspectiva prometedora. Para la mayoría de pacientes, especialmente con síntomas severos, la mejor opción son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, que en el TDPM funcionan muy bien incluso a dosis más bajas que las utilizadas habitualmente en cuadros de ansiedad y depresión, y en pautas intermitentes adaptadas a cada paciente. Para pacientes que no responden a ninguno de los tratamientos anteriores buscamos soluciones individualizadas», explica Gomar.

Adaptarse al trastorno

Aunque los tratamientos son fundamentales y pueden ser de mucha ayuda, lo más importante a la hora de convivir con el TPDM es aceptar que habrá que adaptar la vida a esto. Así lo explica Coral: «Es un trastorno que te limita y te condiciona bastante. Yo tengo que tener mi vida planificada a partir de esto. Tengo diez días al mes en los que estoy en esta montaña rusa extrema. Y a ti no te apetece quedar con tus amigos si anímicamente te sientes devastada o si tienes temblores por la ansiedad extrema que experimentas. Entonces, estás muy condicionada».

En este proceso de adaptación, las pacientes tienen que modificar ciertos aspectos de su vida que añaden leña al fuego del trastorno. «Lo típico que está normalizado de salir de fiesta los fines de semana y beber alcohol, o la nicotina, que era lo que yo tomaba antes, todo eso lo dejé de raíz. Porque al final esas sustancias parece que aminoran la ansiedad pero, verdaderamente, lo que están haciendo es echar paladas para que la ansiedad sea extrema. Y como es un trastorno que juega mucho con la ansiedad y se nutre mucho de esa ansiedad que tú sientes, lo principal es aprender a cuidarse en ese sentido», señala Coral.

«Otra cosa que hice fue empezar a vincularme mucho más estrechamente con el deporte, que sirve muchísimo en los días en los que te va a venir la regla, para soltar esa energía. Y lo que a mí más me sirve y más defiendo es transformar lo que tienes dentro a través del arte. Ya sea la escritura, la música o lo que sea. Porque el trastorno lo que hace es aislarte, quitarte la voz, y si tú consigues sacar todo eso y lo transformas de una manera bonita, eso te reconforta y te sientes fuerte a pesar de él», añade la joven.

A nivel psicológico, esta adaptación implica reconocer que a veces no se puede con todo. «El sentimiento de culpabilidad que tenemos es muy importante trabajarlo. Machaca mucho a la autoestima el sentir que no puedes, y en realidad no pasa nada por dar menos, rendir menos durante una semana. Quien se rompe un pie no puede caminar durante dos meses, y tampoco pasa nada», dice Coral.

¿Cómo apoyar a alguien con TDPM?

«Lo primero y más importante de todo es escuchar a la persona, escuchar cómo se siente con respecto a todo esto. Y después, en la medida de lo posible, sin que te llegue a afectar personalmente, saber qué necesita la persona durante esa semana. Porque en las relaciones esto es un gran problema. Tu compañera o compañero tiene que hacer un esfuerzo. Si no se hacen esas cosas, se llegan a resquebrajar relaciones por este tema, porque la otra persona se toma todo a lo personal, y tú también, y al final se dinamita todo», dice Coral.

Consejos de una paciente

Si estás luchando con este problema o tienes síntomas similares en los días previos a la regla, calma. Hay cosas que puedes hacer para llevarlo mejor. Lo primero, insiste Coral, es aceptarlo. «Hay que aprender a gestionar esto y a cuidarse. Lo peor que puedes hacer es no aceptarlo. Porque en el momento en el que lo aceptas puedes buscar herramientas y alternativas que sirvan para convivir con ello y ser tu amiga, no tu enemiga. El deporte es un gran aliado. Y es importante que te expreses, que te escuches y te leas», recomienda.

Lo fundamental, también, es informarse. «Si crees que tienes algún síntoma que tenga que ver con esto, busca información, aunque no está muy visible. Existe todo un tabú con la menstruación y todavía no se toma como debería en nuestra sociedad. Pero la información está», dice Coral.

Y en aquellos momentos en los que sientas que no puedes más, pide ayuda. No solo a profesionales, sino a tu familia y amigos. «Le aconsejo a las personas que están pasando por esto que se apoyen en su círculo, que no se avergüencen, que lo comuniquen y lo compartan con su núcleo, porque eso reconforta un montón a pesar de todo», concluye Coral.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.