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El pastoreo permite controlar la biomasa en el monte en 3 años y evitar incendios

maría Cedrón REDACCIÓN

FORESTAL

Martín Touceda ha introducido porco celta en la aldea modelo de Osmo, en Cenlle.
Martín Touceda ha introducido porco celta en la aldea modelo de Osmo, en Cenlle. Santi M. Amil

Su uso en torno a aldeas ahorraría unos 60 millones de euros en desbroces

21 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A mediados de la década pasada, a los miembros de la comunidad de montes de Baroña, en Porto do Son, se les ocurrió la idea de introducir caballos como fórmula para controlar la biomasa que crecía desbocada por las 877 hectáreas de terreno que tienen bajo su gestión. «Había moito toxo e o cabalo adáptase moi ben», rememora el presidente de esa entidad, Ovidio Queiruga. La vegetación fue evolucionando en el monte y justo el año pasado decidieron meter unas cabras, «porque comen mellor as silvas». Este 2020 se unió un pequeño rebaño de vacas. Cada especie desempeña su papel y juntas han logrado que la maleza esté controlada. «Os animais tamén dan o seu traballo, pero nótase moito no monte», explica Queiruga. Y esa limpieza puede ser clave para evitar incendios.

Porque en silvopastoreo también hay reglas. No todos los animales valen para campar a sus anchas por el monte. En función de la vegetación de cada zona resultan más adecuados unos u otros. Por ejemplo, los caballos son compatibles con los pinos, pero no con las frondosas, a menos que estas se protejan. Las cabras, aunque son más complicadas, podrían compatibilizarse con eucalipto...

Ese es uno de los aspectos que analizará la comisión creada por Medio Rural para implantar este tipo de prácticas en las aldeas modelo como medio para prevenir los incendios gracias a la limpieza natural que hacen, al tiempo que se estimula la economía local.

La introducción de animales como bomberos enfocados a la prevención en el monte tiene ventajas medioambientales y económicas. La Escola Politécnica Superior de la USC lleva más de tres décadas trabajando en el asunto con experiencias que prueban que esta fórmula permite tener controlada la biomasa en zonas de monte con riesgo de incendios en un período de tres años.

«Os animais lograron estabilizar a biomasa con herbáceas polo que xa non había perigo de incendio»

El Marco da Curra, en Monfero, fue el escenario de uno de esos estudios: «Partíamos dunha biomasa ou materia seca de 30 toneladas por hectárea. Con ese volume non podíamos meter directamente animais. Fixemos unha primeira roza e puxemos tres cabras e unha ovella por hectárea. Tras a primeira limpa quedaron unhas dúas toneladas por hectárea e, tres anos despois de ter metidos os animais, o nivel de masa seca era de media tonelada por hectárea. Os animais lograron estabilizar a biomasa con herbáceas polo que xa non había perigo de incendio», explica el catedrático de Producción Vegetal de la USC, Antonio Rigueiro. «No mesmo espazo —añade— fixéronse unhas acotacións do terreo de dez por dez metros onde non entrou o gando. En cinco anos alí xa había o mesmo volume de biomasa que antes de rozar a primeira vez».

Estudios como este prueban que la idea de introducir el silvopastoreo en los terrenos que rodean las casas en las aldeas no es un capricho. Es más, supondrían para los propietarios de esas parcelas de obligada limpieza un ahorro estimado de unos 60 millones de euros anuales porque no tendrían que desbrozarlas cada año. El dato es una estimación aproximada, dado que el coste de retirar la maleza depende de la cantidad de matorral, si se roza o no cada año, del uso o no de maquinaria y del tamaño de la finca. Cuanto más pequeña, más caro. Teniendo en cuenta todos esos factores, el precio medio de una roza mecanizada usando un tractor de cadenas está en unos 733 euros por hectárea.

Ese sería el primer factor para realizar el coste de ahorro que supondría aplicar el silvopastoreo en esas zonas. A él hay que añadir que, según los datos que maneja Medio Rural, en los 186 concellos que están adheridos al convenio de protección de las aldeas suscrito entre la Xunta, la Fegamp y Seaga, la superficie correspondiente a las franjas secundarias — la más cercana a las viviendas— suma unas 96.000 hectáreas, a las que habría que añadir la correspondiente a las del resto de ayuntamientos. Unas 161.000 hectáreas, de las que en torno a un 50 % están gestionadas con cultivos, pastos u infraestructuras. De ahí que los 59-60 millones son el resultado de multiplicar el coste de desbroce por hectárea por las 80.500 hectáreas que precisarían desbroce. Un ahorro en costes de limpieza nada despreciable.