Torres recupera las uvas de nuestros bisabuelos

J. M. Orriols

SABE BIEN

A finales del siglo XIX la plaga de la filoxera arrasó los viñedos de Europa y los viticultores tuvieron que sobrevivir adaptando a nuestros suelos injertos con variedades resistentes, casi todas foráneas. Nació una nueva era para los vinos españoles, pero las uvas autóctonas no desaparecieron totalmente: dormían en solitarios viñedos, que ahora recupera la familia Torres.

01 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Se trata de una variedad muy poco productiva. Sus vinos presentan aromas complejos de frutas maduras sobre un fondo ligeramente especiado y muestran una acidez bien integrada y buena concentración, con taninos maduros y dulces. Se adapta muy bien al clima extremadamente seco y a terrenos donde las oscilaciones térmicas entre el día y la noche son muy acusadas.

Es una variedad tinta que resiste muy bien el calor y la sequía. Sus vinos desprenden un intenso aroma de fruta fresca y perfumada; son golosos en boca, con una marcada acidez, buena concentración y taninos equilibrados.

Bodegas Torres la cultiva en la finca Purgatori al Aranyó y también, desde el año 2016, en el Castillo de La Bleda, a pocos kilómetros de Villafranca del Penedès.

Su flor no es hermafrodita, como ocurre en la mayoría de las cepas viníferas, sino femenina. Esta característica se refleja en el tamaño de sus bayas, más pequeñas e irregulares, y hace que sea una variedad muy poco productiva, pero también se aprecia en sus cualidades organolépticas.

Los vinos son intensos amplios, concentrados, con nervio y buena acidez.

Los resultados son esperanzadores, porque ya tienen catalogadas y en producción, algunas de estas viñas que encontraron en una ardua labor de investigación, preguntando a los vecinos y recorriendo cada rincón del territorio catalán. Ahora están buscando en otras denominaciones españolas, la Rías Baixas, entre ellas. «Nos llevamos muchas y agradables sorpresas -explican en la bodega- aunque en ocasiones, como cuando encontramos la variedad Garró, que fue la primera, nos quedamos totalmente desconcertados, porque no éramos capaces de identificarla. Cogimos la planta y durante 10 años, esa cepa se saneó, se reprodujo por cultivo in vitro, se aclimató y se estudió para comprobar su adaptación, caracterización y potencial enológico. El resultado fue excelente y se decidió plantar la variedad en la Conca de Barberà e incorporarla en la primera añada del Grans Muralles en 1996».

 Vinos irrepetibles en el mundo

La quinta generación de la familia bodeguera, que lidera Miguel Torres Maczassek como director general, ya encontró 50 varietales, de las que seis tienen un alto valor enológico. «La recuperación de variedades ancestrales -explica Miguel Torres- es una labor de arqueología del vino para recobrar un patrimonio. Volviendo al pasado y rescatando las variedades que utilizaban nuestros bisabuelos, podemos mirar hacia el futuro y encontrar esta autenticidad que dará lugar a vinos únicos, muy especiales e irrepetibles en el resto del mundo. La mayoría de estas variedades están demostrando, además, ser más resistentes a las altas temperaturas y a la sequía, lo que las hace especialmente interesantes ante el cambio climático». La Garró pasó a formar parte del coupage de la primera añada de Grans Muralles de 1996. Esta uva aporta una gran complejidad aromática. Sus vinos presentan notas intensas de hoja verde y frutos negros y maduros. En boca resultan caldos recios, con carácter y de taninos muy vivos.

El segundo descubrimiento fue la Querol, que llamaron así porque se encontró en esa localidad del Alto Campo de Tarragona. Después se recuperaron cepas de Moneu, localizadas en 1998 cerca de Querol, en el límite de la DO Penedès, y tomaron nombre del Coster de Moneu situado al sur de la población. La Gonfaus es una uva negra, que se encontró también en 1998 en la zona del Lluçanès, en la comarca de Osona y que se ha adaptado muy bien a la finca leridana del Purgatori, donde el clima es extremadamente seco y las oscilaciones térmicas entre el día y la noche son muy acusadas. La Forcada es una variedad blanca que se halló en la comarca del Ripollès y se ha plantado en el Alt Penedès, en una finca de suelos arcillosos situada a 450 metros de altura, lejos de la influencia marítima. «Es una uva de ciclo largo, muy vigorosa y productiva. Sorprende su intensidad aromática y frescura». Y, por último, la Pirene del prepirineo catalán, que ahora está plantada en la finca que la familia Torres tiene en Tremp (Lleida), a 950 metros de altura.