La Rioja ya presume de su cenicienta: tempranillo blanco

SABE BIEN

cedida

La Rioja es más que la imagen de un tinto 

29 nov 2015 . Actualizado a las 05:15 h.

Hace años que un buen número de bodegas están mimando variedades minoritarias, pero que reflejan los matices del paisaje como las que ya se conocen todo el mundo. Por eso, el propio consejo regulador reservó un espacio especial a estas cenicientas en el salón con el que presentó en Galicia las novedades. 

En el hotel Finisterre de A Coruña muchos aficionados y profesionales del mundo del vino pudieron degustar el tempranillo blanco, el mazuelo o la maturana tinta. Todas uvas nuevas a los oídos de los devotos de la denominación española más famosa en el mundo. ¿Por qué un gigante como Rioja se vuelca con estas experiencias?

El desembarco de un gallego, Pablo Franco, en la dirección técnica del Consello Regulador tiene mucho que ver. «Son novedades, vinos que aportan mucho en un mercado saturado al que queremos que se incorporen nuevos consumidores», explicaba en A Coruña durante una presentación en la que se pudieron degustar dos buenos ejemplos de tempranillo blanco, como el Tuerce botas de la bodega El Medievo, que es un monovarietal que se gana hasta al paladar más alejado del mundo del vino, por sus aromas a las frutas más golosas.

En su visita a Galicia los responsables de La Rioja también ofrecieron el tempranillo de la bodega que primero lo embotelló: Ijalba, que incluso cuenta con un proyecto de investigación en torno a esta variedad, nacida por una mutación en una vid de tinto y en la que la mano de un viticultor ha sido la clave. Los expertos le auguran un futuro de éxitos por dos razones: es comercial hasta por su nombre y el vino es apetecible para todos los públicos y en todas las ocasiones. 

El tempranillo sin color pisa fuerte, pero otros como Dionisio Ruiz Ijalba, con 100 % maturana tinta, son  apuestas bien especiales, tanto por la recuperación histórica que suponen, como por su elaboración, cuidada y ecológica. Esta bodega posee solo dos hectáreas con una uva que estaba a punto de desaparecer y que permite embotellar el paisaje más diferente.