Cómplices de un cliché

GALICIA

PILAR CANICOBA

Hay parecidos entre la Galicia que ve la lejana jueza de Marbella y la oposición distante aquí

30 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

¿En dónde se inspiró la titular del Juzgado de Marbella para concebir su idea sobre la «Galicia profunda»? Tal vez de niña alguien le regaló una versión traducida de las Memorias dun neno labrego, lo leyó con lágrimas en los ojos y dedujo de sus paginas memorables un cliché sobre lo galaico que perdura en su mente y vierte en sus autos. Acaso pensó que Torea es como la aldea de Gres donde discurría la vida amarga del Balbino de Xosé Neira Vilas, «un rapaz da aldea, un ninguén». En esas páginas se refleja en efecto una oscura realidad, tan oscura como lo sería la ciudad marbellí en los años cincuenta, ajena todavía a jeques y personajes como Jesús Gil.

Así que una primera hipótesis es que la magistrada no reseteó su anacrónico concepto de lo galaico, pero a su lado hay otra que no guarda relación con la literatura sino con la política. Imaginemos que su señoría hubiera asistido con las puñetas ocultas al debate sobre el estado de la autonomía y que, entre las dos versiones antagónicas que allí se escenificaron, solo hubiese dado crédito al dibujo en negro trazado por la oposición, con sus descripciones tenebrosas sobre la situación de los servicios públicos y el abandono irremisible del rural. Supongamos también que en sus ratos libres en la «cosmopolita» ciudad andaluza se informara sobre lo que ocurre en esta otra esquina peninsular atendiendo solo a las manifestaciones públicas de algunos líderes de la izquierda gallega.

Su conclusión sería la que se puede leer en el controvertido auto. Permitir que alguien se lleve a un crío a la Galicia descrita por esos portavoces del desastre sería de una crueldad indescriptible. Estaría desasistido, sin un colegio decente y con una atención sanitaria precaria, en medio de aldeas abandonadas por donde se pasean todo tipo de alimañas. En fin, que tendría que cargar con los mismos sufrimientos que Balbino, pudiendo gozar del bienestar del Miami español. Esa «Galicia profunda» que tanto nos escandaliza cuando es esgrimida por la magistrada no es muy diferente a la que asoma habitualmente aquí en ciertos relatos lóbregos.

De ahí que produzca orgullo y satisfacción la declaración unánime del Parlamento. Atestigua que en cualquier lugar de Galicia concurren todas las condiciones «para un pleno e integral desenvolvemento das persoas». Que lo hayan suscrito socialistas y nacionalistas es todo un reconocimiento de que la Galicia de sus argumentarios no existe. La de verdad es otra donde el niño que viene de Marbella podrá ser feliz, como toda esa mayoría de gallegos que en la ultima encuesta de Sondaxe se muestran encantados de vivir aquí, lejos de las penurias del neno labrego de Neira Vilas, y a mucha distancia del país de negras sombras que comparten la jueza lejana y la oposición distante.

Rajoy, como el Cid

Hay una prueba de que el Rajoy que disfruta de la vida lejos del mundanal ruido tiene algo que ver con el Cid que gana batallas póstumas. A diferencia de otros ex, Mariano se ausenta de cualquier polémica y no parece albergar ningún rencor. Sigue la escondida senda de Fray Luis de León. Pero es precisamente un legado suyo el que cuartea la coalición gobernante. Entre los innumerables desencuentros, ninguno ha sido tan estruendoso como el de la reforma laboral cuyos orígenes se remontan al marianismo. La parte sensata del Gobierno la defiende, utilizando, eso sí, malabarismos semánticos para hacer creer que siguen renegando de las leyes regresivas de la derecha. Así que tenemos a Europa y Nadia Calviño reivindicando el legado de Rajoy, y a Pedro Sánchez teniendo que organizar otra mesa de diálogo con Yolanda Díaz, además de la que tiene con Aragonés. Admitamos que la oposición más efectiva no es la de Casado sino la del gallego paciente que dejó, sin proponérselo, una gran manzana de la discordia.

Más que primarias, un duelo

Casi todas las frases redondas relacionadas con la política se atribuyen a Churchill. Si no lo dijo, pudo haberlo dicho, o encaja en su personalidad de gran padre de la democracia. Para gente como Adenauer queda una proporción menor de máximas, entre las que destaca una que se puede poner en relación con el duelo que, bajo el nombre de primarias, han librado dos líderes del socialismo gallego. Señalaba el canciller que hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales, y los compañeros de partido. Aunque siempre ha sido así (Bruto en definitiva era del partido de Julio Cesar), el ánimo fratricida se acentúa con mecanismos tan diabólicos como las primarias. Quienes las pusieron de moda imitando mal el modelo americano, tal vez soñaron con debates socráticos entre camaradas paseando con elegancia por las Casas del Pueblo. Pocas ideas quedarán para la posteridad del combate Formoso-Caballero. Lo fundamental fue el trabajo subterráneo de los muñidores sobre el que nunca se sabrá nada.