Los ERTE, un salvavidas de tres millones de empleos

El nuevo modelo de regulación temporal de empleo ha permitido que la caída de la ocupación haya sido muy inferior a la del PIB, aunque el riesgo ahora está en cómo retirar esos estímulos sin provocar una oleada de despidos


Redacción / La Voz

400.000 empleos perdidos. Es el balance que, por el momento, deja el coronavirus en el mercado laboral. A finales de febrero, la afiliación a la Seguridad Social estaba apenas un 2 % por debajo que en el mismo mes del año anterior, cuando el virus ya circulaba en España pero los ojos seguían puestos en China y el debate era si la nueva enfermedad llegaría a afectarnos. Vaya si lo hizo. Y no solo en el terreno sanitario, también en la economía, que sufrió la mayor contracción desde la Guerra Civil, con un desplome del 11 % del producto interior bruto.

Por primera vez, la caída del PIB ha sido más abultada que la del empleo, a pesar de que la hemorragia de los primeros días del estado de alarma fue intensa: casi 900.000 despidos en solo quince días. Pero entonces llegaron los ERTE y la sangría se detuvo. Y es que solo el primer día de vigencia más de un millón de trabajadores vieron su contrato suspendido temporalmente (la víspera había menos de 6.000 personas con el empleo regulado) y a mediados de abril se tocaba techo, con más de 3,6 millones de asalariados protegidos (evitando así una caída de la afiliación superior al 20 %, como reconocía hace unos días el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá). Aunque ya muy lejos de esa cifra, a finales de febrero todavía eran casi 900.000 los trabajadores que seguían en casa o mantenían una reducción de jornada, tras un nuevo repunte de las regulaciones de empleo por la tercera ola.

«El ERTE ha sido un instrumento eficaz en el momento en que nos encontramos con una situación crítica como la que tuvimos en los primeros meses de la pandemia, fue una respuesta ágil y rápida», reconoce la abogada laboralista Catarina Capeáns, del bufete coruñés Vento Abogados y Asesores, que ha gestionado decenas de expedientes en los últimos meses. Pero a renglón seguido advierte de que estamos ya en otra fase en la que «necesitamos otros instrumentos, un plus de imaginación y un plan de reestructuración». Y es que el gran reto de los próximos meses, conforme avance la vacunación y la situación sanitaria y económica se normalice, será la retirada progresiva de esta red de seguridad laboral para no dañar a sectores que todavía sufrirán una importante caída de la actividad, especialmente en el sector del turismo. Pero a la vez evitando seguir subvencionando empresas o empleos zombis, que solo se mantienen por las ayudas públicas.

«El riesgo de mantener la situación de ERTE en un futuro es anclarse en la temporalidad. El hecho de no tomar decisiones definitivas a problemas que se les plantean a muchas compañías puede ser perjudicial para su continuidad», advierte Capeáns. Un análisis en el que coincide el economista Alberto Vaquero, profesor de la Universidade de Vigo: «Lo que no se puede hacer es que las empresas que se sabe que no tienen futuro se sigan beneficiando de este tipo de programas», cuya efectividad, recuerda, disminuye conforme pasan los meses. Matiza eso sí que «no se trata de dejar tirados a los trabajadores que ahora están en un ERTE. Una posibilidad es que estas personas cobren el desempleo y, al mismo tiempo, reciban una formación adecuada que permita su reciclaje o que se les permita compatibilizar el cobro de la prestación por desempleo con un trabajo en un sector que no esté afectado por el ERTE».

Acometer esos ajustes no será fácil, puesto que el Gobierno ya ha dejado claro que no piensa renunciar a la cláusula que prohíbe a las empresas que hayan regulado empleo despedir durante al menos seis meses, debiendo devolver todas las ayudas recibidas en caso de incumplir. «El apoyo público para financiar los ERTE no puede servir para despidos más adelante», advirtió el mes pasado la ministra de Economía, Nadia Calviño, en una clara señal a los representantes empresariales, que ya fían a los juzgados la flexibilización de la cláusula de mantenimiento del empleo.

«Imos ver cadeas de ERE, ningunha empresa aguanta tanto tempo parada»

Delegado de personal del hotel coruñés Eurostars Atlántico, Ramón Neira pone rostro a esas estadísticas que reflejan que el de los alojamientos turísticos es de los sectores más castigados en esta crisis. En su caso, lleva en ERTE un año, desde el inicio de una pandemia que vieron llegar antes de la declaración del estado de alarma: «Xa se ía notando en febreiro cando empezou a haber problemas en Italia». De hecho, ya estaban negociando una regulación de empleo por causas económicas cuando el Gobierno puso sobre la mesa los ERTE por fuerza mayor y se acogieron a ellos.

Aunque hicieron un intento por reabrir en septiembre, la cosa no funcionó, por lo que solo les queda esperar a ver si la vacunación obra el milagro. Aunque no es muy optimista sobre el futuro inmediato: «Como traballador espero que si, pero creo que este verán vai ser como o pasado». Por eso, da por hecho que «despois dos ERTE imos ver cadeas de ERE extintivos, porque ningunha empresa aguanta parada tanto tempo. Prolongar os ERTE moito máis non é viable, porque hai outros gastos que atender».

«Mi ilusión es ser madre, pero cómo lo voy a ser si no sé si volveré al ERTE»

Carina González trabajaba como eventual en la fábrica de PSA cuando la crisis sanitaria obligó a parar la producción y la mandó a un ERTE durante tres meses. Fue en ese tiempo cuando dio con un anuncio de oposiciones que despertó una ilusión que le rondaba desde niña: «Toda la vida, desde muy pequeña, quise ser guardia civil». Empezó a buscar información pero, ante la perspectiva de pasar meses fuera en una academia y no tener seguro un destino cerca de casa, ha decidido probar suerte en otro cuerpo policial. Actualmente, tras acabar su contrato temporal, se encuentra en paro, y se está centrando en preparar las oposiciones en la academia Campus Training, aunque espera que la vuelvan a llamar de PSA en los próximos meses y poder compaginar el trabajo con la oposición, que sabe que será una carrera de fondo.

Dice que el motor que le ha animado a dar este giro a su vida es el deseo de ser madre, frenado hasta ahora por la inseguridad laboral: «Mi ilusión es ser mamá, pero cómo lo voy a ser si no sé si me meterán en otro ERTE si viene otra ola o si podré pagar el alquiler».

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