«Han abierto la puerta a la eugenesia»

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

CIENCIA

Indignación entre los científicos ante la supuesta creación de los primeros bebés modificados genéticamente

12 abr 2019 . Actualizado a las 21:01 h.

Locura, barbaridad, irresponsabilidad, horrible, monstruoso... La comunidad científica internacional agotó ayer el vocabulario de la indignación para expresar su rechazo a la práctica realizada por el investigador chino Jiankui He, que ha traspasado todas las líneas rojas de la ética y la razón: la supuesta creación de los primeros bebés modificados genéticamente mediante la herramienta de edición genética Crispr para hacerlos resistentes al VIH, la viruela y el cólera. Lo hizo silenciando un gen, el CCR5, que forma una proteína que permite que el virus del sida entre en la célula. Su trabajo, sin embargo, no fue una aplicación terapéutica, sino una práctica claramente eugenésica. No utilizó la técnica para curar una enfermedad, sino para generar una nueva especie de individuos con cualidades mejoradas. Esto es lo más grave, pero también lo es el hecho de que se ha empleado un procedimiento sobre el que los científicos aún no tienen ningún control y cuyas consecuencias para los dos niñas, que teóricamente han nacido hace unas semanas, Lulu y Nana, aún están por ver.

No obstante, sobre el trabajo del genetista Jiankui He, de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur, en Shenzen, aún surgen muchas dudas. Sus resultados no se han publicado en ninguna revista científica, sino que los ha presentado al mundo a través de un vídeo en YouTube. También existe la incógnita sobre el propio personaje, formado en la Universidad de Stanford (EE.UU.), que se encuentra de excedencia sin sueldo desde febrero de este año y que realizó su investigación fuera del campus sin el consentimiento ni el conocimiento de su universidad, que emitió un comunicado de condena denunciando la mala praxis de su asalariado. También lo hizo el Gobierno chino, que ha ordenado una investigación que le podría costar la cárcel.

En China, donde en el 2015 se realizó la primera edición genética de un embrión humano, la regulación en el uso de esta técnica es más laxa, pero no significa que no exista. «En China se pueden editar embriones humanos e incluso se podría autorizar su implantación en un útero, pero este procedimiento tendría que ser autorizado por un comité de ética, pero este no ha sido el caso. Estamos hablando claramente de un delito», explica Lluís Montoliu, biólogo molecular en el Centro Nacional de Biotecnología y pionero en España en el uso de la técnica con fines de investigación.

«Esta no es una aplicación terapéutica para curar una enfermedad, sino para crear a personas con cualidades distintas. Ha decidido crear una estirpe de personas nuevas», destaca Montoliu, quien cree que lo que se ha hecho «no supone dar un paso hacia la eutanasia, sino que hemos entrado directamente ya en ella, modificando unos caracteres en unas personas que se van a transmitir también a su descendencia».

«Rompe los límites»

Igual de claro lo tiene José Alcamí, investigador del Instituto de Salud Carlos III. «Este sujeto -en referencia al investigador chino- es un delincuente», aseguró, además de considerar que el anuncio puede hacer «mucho daño a la ciencia». De hecho, la tecnología Crispr, que se desarrolló a partir del trabajo del español Francis Mójica, es una de las más prometedoras y está llamada a protagonizar una gran revolución en el tratamiento de las enfermedades. Pero antes de aplicarse en humanos tiene que demostrar que es segura. «Sabemos que podemos editar el genoma y modificar células en cultivo o incluso ratones, pero que también puede introducir mutaciones fuera de la zona específica, así que el sistema no está validado para su uso con humanos».

El Gobierno chino abre una investigación

Además de divulgar lo que había hecho a través de YouTube, un procedimiento totalmente inusual, Jiankui He explicó el procedimiento que había llevado a cabo a la agencia AP. En esencia, alteró los genes de los embriones de las siete parejas seropositivas que aceptaron someterse a este peculiar tratamiento de fertilidad y que las gemelas son producto del único embarazo que salió adelante. Fue el de Grace, una mujer cuya pareja, Mark, es portador del VIH. «Nunca pensó que pudiese tener hijos», contó He. Sin embargo, tampoco fue un procedimiento del todo exitoso, ya que de las dos mellizas solo una, hipotéticamente, tendrá protección en el futuro contra el virus del sida.

A Jiankui He tampoco le esperan los honores que él hubiera deseado. Más bien al contrario. Empezando porque no solo su universidad ha abierto una investigación sobre el caso para establecer responsabilidades, sino porque también lo ha hecho la Comisión Nacional de Sanidad.

Se abre la caja de Pandora

Ayer mismo, otros 120 científicos chinos firmaron un comunicado de repulsa por experimentar en humanos y exigieron asimismo una investigación. Y lanzaron también una advertencia sobre los riesgos de una acción imprudente e innecesaria. «Estas transformaciones irreversibles del material genético humano, que son altamente inciertas en ciencia, se mezclarán inevitablemente en el grupo genético humano», aseguran los investigadores en una carta de condena que han suscritos. E incluso van más allá: «Se ha abierto la caja de Pandora, y quizás tengamos una posibilidad de cerrarla antes de que los daños sean irreparables».

Pero la indignación alcanzó ayer a toda la comunidad científica del planeta. Así, el doctor Kiran Musunuru, de la Universidad de Pensilvania, afirmó que se trata de un experimento que «no es defendible a nivel moral o ético». Otros, como Nicholas Evans, profesor asociado de la Universidad de Massachusetts Lowell, dudan de que el resultado sea el que asegura He: «Que lo haya hecho público en YouTube, y sin cumplir con los pasos del proceso de confirmación científico habitual, es muy problemático». Y otros lo tachan de irresponsable por poner en peligro la vida de las niñas.

El científico chino se defiende asegurando que las mellizas Lulu y Nana «no sufren ninguna otra mutación genética». No ve nada cuestionable en un avance científico que «proporciona igualdad de oportunidades para tener familias sanas».

Una posible operación de márketing con efectos nefastos

La experimentación con humanos es una locura y acarrea graves consecuencias. La frase se recoge en una carta abierta de condena al profesor Jiankui He suscrita ayer por 120 científicos chinos, que no quieren que el crédito de su país se vea empañado por la acción en solitario de un colega. Pero lo cierto es que muy pocos dudaban de que, si algún día se traspasaban las líneas rojas, iba a ser en China, donde existe una feroz competencia entre los distintos grupos por liderar los avances en la edición genética, ayudado por una legislación más flexible que abre la puerta a intervenciones que en España o en Europa serían delito. De hecho, en el país se ha utilizado el Crispr para generar monos modificados genéticamente libres de determinadas enfermedades. Es algo que puede ser aceptable como una prueba antes de dar el salto en humanos para curar trastornos sanguíneos como la anemia de células falciformes y la beta talasemia, algunas de las enfermedades en las que la edición de genes se espera emplear como terapia. Pero incluso en el ámbito médico subsisten muchas dudas sobre una tecnología que no está lo suficientemente madura y poco eficiente. Si esta es la realidad actual, más grave aún es que se haya experimentado con embriones humanos y que estos se hayan implantado para dar lugar a dos bebés. «Es posible que los bebés nacidos estén sanos durante un tiempo, pero los riesgos y daños potenciales para el grupo humano son incalculables», aseguran en su carta los científicos chinos. Y es lo que cree el investigador Lluís Montoliu, a quien no le sorprende que el anuncio de He se hiciera un día antes del inicio en Hong Kong de la segunda Cumbre Internacional sobre la Edición del Genoma Humano. Sospecha que tras esta acción existen intereses comerciales del investigador, que fuera de la universidad trabaja en clínicas de reproducción asistida. «Para mi es una operación de márketing clarísima», dice.