Sito Miñanco seguía usando la ría de Arousa como santuario de la cocaína

s. gonzález / m. santaló VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

El capo gallego recurría a un astillero como coartada para mover sus embarcaciones

10 feb 2018 . Actualizado a las 12:49 h.

Vivir a orillas del mar de Arousa trae aparejado algún que otro sambenito. Hace años, cuando el negocio florecía, bastaba una mínima referencia a Vilagarcía o a Cambados para que lloviesen las preguntas sobre el narcotráfico y esos tipos, entre lo siniestro y lo legendario, que lo comandaban. Los grandes capos fueron cayendo, y los tópicos y los interrogantes cambiaron de signo. La opinión pública concluyó que por aquí ya no entraba material como antes y siguió a lo suyo, prestándole atención al próximo entretenimiento. La operación Mito acaba de hacer sonar un estruendoso despertador que hace añicos esa aparente calma chicha. El auto firmado por la jueza Carmen Lamela, que esta semana envió a prisión al cambadés José Ramón Prado Bugallo, da por sentado que quien está considerado como el narcotraficante más poderoso y activo de Europa continuaba utilizando la mayor de las rías gallegas como su particular santuario para el movimiento de cocaína.

Las investigaciones desarrolladas bajo la coordinación de la Brigada Central de Estupefacientes del Cuerpo Nacional de Policía otorgan una importancia estratégica fundamental al célebre astillero O Facho, ubicado en la desembocadura del río Umia. No solo porque en él se habrían fabricado las planeadoras que la organización utilizaba para recoger los alijos en alta mar, o bien vendía a terceros, sino también porque las instalaciones le proporcionaban la coartada legal perfecta para echar al mar sus embarcaciones. «La ría de Vilagarcía y proximidades eran el lugar que ellos utilizarían como vía de salida de los astilleros O Facho -registrados a fondo esta semana- y como vía de entrada del estupefaciente importado», señala la jueza en su auto.

Un hombre de la vieja escuela

Los papeles describen a Prado Bugallo como un verdadero amante de la vieja escuela. Es cierto que él mismo financiaba importaciones de cocaína a través del tráfico marítimo de contenedores, aprovechando una red de empresas que movían mercancía general desde Sudamérica a Holanda y España. Ahí están los 616 kilogramos incautados en los Países Bajos, con su lugarteniente, el colombiano Enrique Arango, ejerciendo como intermediario con los compradores holandeses, albaneses e italianos. Pero esta vía buscaría diversificar riesgos y explorar alternativas. Porque la principal forma de operar de Sito Miñanco y de su gente seguía siendo la de siempre: un buque navegando hacia las Azores con las entrañas repletas de cocaína colombiana, las planeadoras saliendo a su encuentro desde las rías, un segundo trasvase de la mercancía a pesqueros, para ganar en discreción a la hora de descargar en tierra, y a vender o distribuir, o ambas cosas, el polvo blanco en los mercados gallego, español y europeo.

Esto es, a grandes rasgos, lo que hubiese ocurrido en octubre con las 3,8 toneladas de cocaína que viajaban a bordo del Thorna, el remolcador propiedad de una mafia turca dedicada al tráfico de coca y heroína que fue abordado por los geos en alta mar. La Policía Nacional revela que el propio Sito Miñanco ordenó hundir las planeadoras que esperaban la mercancía en cuanto tuvo conocimiento de la interceptación, en un sacrificio para evitar ser descubierto que a la postre resultó inútil.

A sus 62 años y en régimen de semilibertad, Prado Bugallo dirigía en persona una estructura fuertemente jerarquizada. Él marcaba las directrices, indicaba qué miembros de su organización tenían que actuar en cada caso y operación, decidía qué tipo de acuerdos se establecían con otras redes, turcas, búlgaras o colombianas, e incluso cerraba el porcentaje a cobrar por cada uno de sus servicios.

Entre «Mario» y el «Míster»

Las dos detenciones que en 1991 y el 2001 dieron con sus huesos en la cárcel le tatuaron a Sito Miñanco la precaución a flor de piel. Sus secuaces no dudaban en recorrer la península de punta a punta para recibir sus órdenes en persona o informarle cara a cara de cuanto considerasen preciso. Llegó a invertir 700.000 euros en sofisticados mecanismos de comunicación en su flota de planeadoras, así como en sistemas de encriptado para los teléfonos móviles que utilizaban, únicamente en caso de verdadera necesidad. De ser así, jamás se llamaban por sus nombres. Sus colaboradores se referían al gran jefe como «Mario» o el «Míster». Su lugarteniente, Quico García Arango, era «Alan» o el «Viejito».

La organización tampoco descuidaba la vigilancia a las fuerzas de seguridad. No ya a través de esos topos a los que alude el auto de la jueza Lamela, sino directamente, controlando las horas en las que el helicóptero de Vigilancia Aduanera salía a patrullar, por ejemplo. Otra vez la vieja escuela. Una larga nómina de personas a sueldo se distribuían por los diferentes puntos de la costa en los que la red se disponía a alijar la cocaína. Porque, pese a su reciente alianza con un entramado turco al que Inglaterra sigue los pasos por su implicación en el tráfico de heroína, a lo que Miñanco se ha dedicado siempre «es al material colombiano; es lo suyo», señala un veterano investigador.

Aunque la restricción existió, hacía tiempo que a Prado Bugallo le habían levantado la prohibición de visitar Galicia. Ni una sola noche dejó de pernoctar en el centro de inserción social de Botafuegos (Algeciras), en el que coincidió con Julián Muñoz. Cada vez que podía, eso sí, acudía a su vivienda de Montalvo (Sanxenxo) para pasar el fin de semana. Otro clásico, al fin y al cabo.

Veinte meses de investigaciones para acabar con la organización más poderosa de Europa

Momentos del operativo puesto en marcha por la Policía Nacional para desmantelar el clan. Arriba, la entrada en una nave y en la casa de Algeciras; abajo; dos de los registros
Momentos del operativo puesto en marcha por la Policía Nacional para desmantelar el clan. Arriba, la entrada en una nave y en la casa de Algeciras; abajo; dos de los registros

Cinco días después de la detención de Sito Miñanco y sus colaboradoras, el Cuerpo Nacional de Policía hizo balance ayer de la operación Mito. Los agentes no dudan en considerar al grupo de Prado Bugallo como la mayor organización de narcotraficantes de Europa, y una de las estructuras narco-criminales más potentes de todo el planeta. Tumbarla le ha costado a la Brigada Central de Estupefacientes veinte meses de largas y complejas investigaciones que culminan con la caída de 43 personas y la intervención de cinco toneladas de cocaína. Con ello, da por completamente desarticulada la banda que el capo arousano habría regenerado desde que comenzó a percibir beneficios penitenciarios, en el 2015. Fue entonces cuando las fuerzas de seguridad iniciaron sus pesquisas, al detectar su presencia en Marbella, junto a la de varios de sus colaboradores.

En Andalucía, Madrid y Galicia

A expensas de la acusación por blanqueo que lo sentará en el banquillo este mismo mes, Sito Miñanco hubiese cumplido su última condena en julio de este año. Disfrutaba de un régimen de tercer grado, que le obligaba a pernoctar en el centro de inserción de Algeciras tras trabajar en un párking. Algo que no fue impedimento para que la policía detectase que estaba desarrollando una intensa actividad delictiva allí mismo, en el propio sur de la península. Con todo, los agentes confirman que la infraestructura central de la organización se asentaba en Pontevedra, con personas de su máxima confianza que se encargaban de las tareas de coordinación, logística y transporte.

La rama madrileña estaba compuesta por ciudadanos españoles y colombianos, dedicados al transporte de cocaína o dinero en metálico. Utilizaban para ello vehículos dotados de compartimentos ocultos. También recogían los fondos procedentes de la venta del polvo blanco para su envío a Colombia a través de mulas. Aquí cabe recordar la incautación de 890.000 euros en el aeropuerto Adolfo Suárez (Barajas), escondidos en el doble fondo de varias mochilas que portaban tres hombres y una mujer.

La reputación es la clave

¿Cuál es la clave de una organización de este calibre? Fuentes de la investigación no dudan en apuntar a la reputación del capo arousano: «Miñanco es un profesional de esto, que entre los clanes colombianos inspira confianza».

Inmuebles, barcos y cuentas bancarias por importe de 15 millones de euros

A lo largo de veinte meses, en la operación Mito han intervenido 350 agentes. Un centenar de ellos, especializados en la lucha contra el blanqueo de capitales, han conseguido requisar bienes e inmuebles por valor de quince millones de euros. Se han bloqueado, así, 171 inmuebles, cinco embarcaciones, 139 cuentas bancarias y diversos tipos de productos financieros. Además del astillero O Facho, la organización disponía de una extensa estructura societaria instrumental, que Prado Bugallo y su gente utilizaban para registrar propiedades adquiridas con dinero procedente del narcotráfico, sin hacer ascos al movimiento de efectivo mediante correos humanos o a través de locutorios. Asociados, en esta última etapa, a redes turcas, búlgaras y holandesas.