Los forenses hacen un tac a Déborah Fernández para aclarar su muerte tras su exhumación

E. V. Pita / M.Moralejo (vídeo y foto) VIGO

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La familia logra tres pistas claves: el cuerpo, la agenda y el disco duro

18 may 2021 . Actualizado a las 22:38 h.

Un furgón fúnebre salió este martes bajo la lluvia del cementerio de Pereiró, en Vigo, para trasladar el ataúd con los restos mortales de Déborah Fernández-Cervera a un laboratorio forense. En un mismo día, la familia de la joven desaparecida en el 2002 recuperó tres elementos claves para esclarecer su muerte: su cadáver, su agenda y el disco duro de su ordenador. Confían en que el cuerpo tenga mucho que decir y que las tres piezas encajen en el puzle e identifiquen a la persona que la hizo desaparecer hace 19 años.

Los forenses del Imelga calculan que dedicarán tres días a exámenes. En la exhumación estuvieron presentes la comisión judicial de Tui que reabrió el caso, los policías que investigaron el caso y un perito de parte. También acudió el antropólogo Fernando Serrulla, de la Unidad de Antropología Forense del Hospital de Verín, que estudió el caso de Diana Quer. La comisión judicial estuvo dirigida por la secretaria del Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo, dado que el tribunal de Tui que investiga la causa no tiene jurisdicción en Vigo.

La joven viguesa fue exhumada de su tumba en el panteón del naviero José Barreras en presencia de su madre Rosa Neira y varios hermanos. Los arroparon sus abogados Ramón e Ignacio Amoedo y María Teresa Rojas, el criminólogo Óscar Tarruella, el forense Aitor Curiel y el equipo policial. A la salida, una allegada abrazó emocionada a la madre. Hace casi dos décadas enterró a Déborah, de 22 años. Desapareció el 30 de abril del 2002 mientras corría cerca de la playa de Samil y su cuerpo fue hallado desnudo diez días después en una cuneta a 40 kilómetros de Vigo, en O Rosal. En su día, se barajó como muerte natural.

La exhumación autorizada por la jueza de Tui que reabrió el caso fue un momento «duro», «triste» y de «rabia contenida» para la familia porque cree que estas pruebas deberían haberse realizado antes. La hermana de la joven, Rosa, añadió: «Es muy duro para toda nuestra familia tenernos que ver en la obligación de levantar el cuerpo de mi hermana 19 años más tarde. Es un proceso arduo. Parece mentira que tengamos que vender la piel al diablo para conseguir justicia».

El ataúd está bien conservado, lo que da esperanzas de recuperar tejido. Otro objetivo es tomar muestras bajo las uñas para extraer ADN de un posible agresor de Déborah si ella le arañó la piel. No obstante, quien depositó su cadáver lo lavó para borrar sus huellas. Si salta un perfil genético, podrán cotejarlo con los obtenidos del círculo de la joven o en bases de datos.

La policía devolvió la agenda de Déborah a su hermana Rosa a las puertas del cementerio. El diario era custodiado por la policía en sus archivos de Madrid. Esperan que al releer las páginas de esta estudiante de Diseño Gráfico aparezcan pruebas que delaten a la persona que la hizo desaparecer o algún número de teléfono anotado que los investigadores no conociesen para llamarlo a testificar. Y la jueza entregó al laboratorio Lazarus Technology el disco duro de su ordenador para que lo analice. Esperan sacar pistas.

Uno de los abogados, Ignacio Amoedo, explicó que el análisis de los datos que se obtengan es «prioritario» porque el caso prescribirá dentro de un año. «Es un tema médico pero nos da mucha tristeza y rabia que esta investigación empezase en el 2002 y hubiese muchos errores», dice. Recalca el letrado que «obviamente la jueza autoriza exhumar el cadáver para hacer unas pruebas que no se hicieron en su día». Buscarán ADN que haya pasado desapercibido en su momento y que puedan llevar a valorar indicios nuevos.

El criminólogo y ex policía de Homicidios, Óscar Tarruella, que forma parte del equipo de investigación contratado por la familia, dice que «jamás he visto un caso como este», ve mala praxis porque no hubo ni grabaciones de vídeo de los interrogatorios ni escuchas telefónicas y cree que ahora encontrarán nuevas pruebas que serán suficientes para «cazar» al  posible sospechoso gracias a las nuevas tecnologías. No duda de que se trata de una «muerte violenta» y, por su experiencia respecto a otros cuatro exhumaciones, teme que la familia «se derrumbe» tras la exhumación. 

Con estas tres pruebas, la exhumación y toma de muestras de ADN, la agenda de Déborah y el análisis del disco duro, la familia confía en que ayuden a delatar al sospechoso. Los allegados de la joven muestran su indignación porque, según cuentan en su muro de Facebook Justicia para Déborah, «ni el juez, ni la policía ni el fiscal hicieron su trabajo como corresponde y años después seguimos pagando las consecuencias y nadie se responsabiliza de los errores cometidos en el pasado y un asesino sigue libre en nuestra ciudad. Si hubiesen hecho bien las cosas nuestra hermana descansaría en paz». 

Esta es la primera exhumación por un crimen en, al menos, 20 años en Vigo.