«Los trofeos cuesta mucho limpiarlos»

VIGO

El atleta olímpico vigués, que se retiró tras un grave accidente, siente predilección por la cerámica decorativa y también es un gran amante de los animales y las plantas

11 may 2009 . Actualizado a las 11:49 h.

Pocos atletas hay en Galicia que puedan presumir de un palmarés tan impresionante como el de Alejandro Gómez Cabral (Vigo, 1967). Sin embargo, Alejandro no es presumido y tampoco da importancia a haber corrido por las pistas de medio mundo o haber participado en tres Juegos Olímpicos (Seúl, 1988; Barcelona 1992; Atlanta, 1996), cuatro campeonatos mundiales y centenares de pruebas habiendo coqueteado con distancias que van desde los mil metros a la maratón. Los trofeos forman parte de su vida, pero con el tiempo, el deportista desarrolló sus propias preferencias en el amplio muestrario de estas piezas con las que el mundo del deporte tiene por costumbre obsequiar a los mejores. Al vigués las que le gustan son las de cerámica, un material que ya antes le interesaba en formas decorativas de todo tipo. Pero a raíz de acumular tantos premios con peana, ya no le duelen prendas confesar sus predilecciones: «Si me preguntaran a mí, diría que todos los trofeos deberían ser de cerámica. Son algo que te queda de recuerdo para toda la vida y que tienen un valor añadido al económico mucho más importante, el sentimental. Yo tengo muchos y algunos los he regalado, pero de cerámica, ¡ninguno! De los que guardo podría decir sin dudarlo un instante cuándo y dónde los gané», asegura.

No es que el deportista tenga aversión a los metales preciosos, pero tiene sus razones: «Cuesta mucho limpiarlos, dan mucho más trabajo que la cerámica, que le echas un poco de agua y ya está limpia», razona.

Alejandro nunca quiso ser atleta. Lo suyo no fue vocacional, de hecho, asegura que no le gustaba especialmente correr. De pequeño, cuando empezó a correr en el equipo del colegio, lo que le motivaba era el ambiente de compañerismo «y lo bien que lo pasábamos. Te llevaban con tus amigos en el autobús y pasabas el día entero por ahí disfrutando», cuenta.

Ganar y merendar

Sin embargo, los trofeos, como a todos los chavales, sí que le llamaban la atención. «Lo recuerdo ahora como si fuese ayer, cuando iba a por el yogur y por el bocadillo. Te los daban en todas las carreras, ganaras o no, y no es que yo tuviese necesidad pero era algo que me gustaba: ganar, y aún por encima, merendar», evoca. «Creo que el momento decisivo llegó cuando estaba en el último curso de EGB. Nos llevaron a un campeonato escolar. Quedé quinto de España y entonces me di cuenta de que yo podía hacer algo en esta disciplina», relata.

Además de su querencia por la cerámica, el olímpico siente devoción por los animales y las plantas. «Es un vicio», dice. En su casa familiar de Zamáns tiene un asno, ovejas, cabras, gallinas «y un canario. También tenía un caballo, aunque tuve que venderlo, y me encantan los peces. He llegado a tener hasta tres acuarios enormes casa. «Cuando estaba en la alta competición, lo que más me relajaba era limpiar las peceras. Me olvidaba del mundo», revela.

Hace tres años, Gómez tuvo que abandonar de golpe su carrera. Fue literalmente de golpe, porque el retiro paulatino que él preparaba con calma acudiendo a competiciones seleccionadas y estudiando para hacerse con el título de entrenador nacional, llegó sin avisar en un coche que se empotró contra el suyo cuando estaba parado en un semáforo acompañado de su madre y su abuela, que también sufrieron las consecuencias. «Aparte de las consecuencias físicas, ya que me tuvieron que extirpar la glándula tiroides y aún ahora los médicos no han dado con la dosis correcta de medicación, a mí me rompió mi vida deportiva. No estaba aún para dejarlo aunque ya andaba cerca el momento. A los 39 años es raro que un atleta siga en la alta competición, pero yo aún me encontraba en forma. En fin, la vida viene así y hay que superarse», se resigna.

Alejandro estuvo más de un año sin poder hacer nada y se buscó un nuevo camino en la hostelería «por abrir otra vía, aunque no es mi meta». Ahora regenta en sociedad la cervecería Burner, en la calle Venezuela, vuelve a correr y a jugar al fútbol con sus amigos y ha retomado su carrera como formador de corredores. «Lo que me gustaría es compartir mi experiencia con los demás. Empecé a entrenar a dos atletas que me lo pidieron, Óscar Piñeiro y Daniel Bargiela, y también me apetece impulsar el atletismo por los colegios, no por formar campeones, sino por promover el deporte, que creo que hace mucha falta», opina.

Carrera con estrellas para Vigo

En este momento también trabaja junto al ciclista Óscar Pereiro a través de su fundación en un importante proyecto para Vigo que ya está muy avanzado, una carrera popular de 10 kilómetros que tendrá como colofón una carrera de una milla a la que acudirán atletas internacionales de élite. Tenemos todo preparado y ofertas de otra ciudad que nos da todas las facilidades. Lo extraño es que aquí los políticos ni nos reciben. Inexplicable», se lamenta.

Otro de sus proyectos aúna su nueva dedicación como hostelero con su interés por el deporte. En el local, en el que, cómo no, también hay pecera, dedicarán uno de sus rincones a los tesoros (indumentarias, trofeos, fotos, etc) de algunas de las glorias gallegas del deporte cedidas por algunos de los grandes campeones de diferentes disciplinas.