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Levando anclas desde Coirós

Toni Silva COIRÓS / LA VOZ

SOMOS MAR

César Quián

Con solo 20 años en el sector, esta firma gallega es la cuarta almacenista europea que además produce material propio

25 mar 2018 . Actualizado a las 10:12 h.

Coirós no tiene mar, pero de aquí salen anclas para cruzar el Atlántico. La compañía Trillo Anclas y Cadenas cumple 20 años en un momento dulce tras su meteórico ascenso en el sector. Y en este mismo 2018 podría alcanzar ese podio invisible de almacenistas internacionales. «Por encima de nosotros hay dos compañías holandesas y una noruega,... y ya, ahora mismo somos los cuartos». Ramón Trillo es el director de la empresa. Describe este ránking sentado en su despacho, coronado por una fotografía gigante de relámpagos. La imagen es una perfecta metáfora del estado de la compañía, que ha crecido a la velocidad del rayo.

Tras ocupar una nave donde hoy se alza el monumental centro comercial Marineda City de A Coruña, la compañía se desplazó al polígono de Coirós hace siete años, con dos de transición en el de Bergondo mientras se levantaba la nave actual, de 4.000 metros cuadrados en una parcela de 11.000. Pero todo es poco para una firma que almacena miles de toneladas, casi todas compradas en el mercado chino, el gran productor. Por eso, desde la autovía A-6 es posible ver una colección de espectaculares anclas. La necesidad de espacio les ha obligado a comprar un nuevo almacén a cien metros de la sede central.

Por todo esto cuesta creer que Trillo Anclas y Cadenas tenga solo nueve empleados, tres de los cuales se reparten por el gigantesco almacén. «Un operario con una grúa mueve montañas, puede desplazar más de 150 toneladas», explica Trillo, a quien le toca viajar con frecuencia para abrir mercado, además de acudir a las ferias internacionales («con caseta propia») donde se dan a conocer a las nuevas navieras.

A la hora de venderse a los posibles clientes, Trillo aporta el valor diferencial del orden y la excelencia en el momento de la entrega. No hay más que ver el almacén de Coirós en contraste con los de la competencia holandesa, mucho más grandes, pero caóticos. «En algunos lugares se entregan sin cuidar el aspecto exterior, nosotros no, pintamos las piezas aún sabiendo que en cuando caigan al agua, adiós pintura -explica Trillo-, pero cuando tú te compras un coche, ¿aceptas que te lo entreguen sucio?».

La situación geográfica se ha aliado con el crecimiento de la empresa, que factura una media de cinco millones al años. Lisboa cuenta con un importantísimo astillero de reparaciones, que convierte a Trillo en el proveedor más cercano. «Somos los únicos en España», espeta el dueño, que acaba de atender un pedido urgente desde Algeciras. «Un barco griego acaba de perder una cadena, ya estamos preparando el camión y tendrán su pieza nueva horas antes de que zarpen, esto es así, te piden las anclas o las cadenas para ya». Por eso triunfan los grandes almacenistas europeos, porque disponen de lo que urge a los barcos. «En China no almacenan, solo fabrican y abastecen al resto».

Detrás de la marca Trillo hay dos generaciones. Santiago Trillo, su abuelo, se desplazó de Cee a A Coruña en los años 20 para explotar multitud de sectores como chatarra, redes, papel y barcos de pesca. A su muerte, en 1956, recoge el testigo otro Ramón, el padre del actual, que se pone al frente del negocio en 1982. Tras tantear en varios sectores, apostó por el mundo de las anclas y las cadenas de las grandes embarcaciones. «Fue un cambio radical, de lo que hacíamos a lo que hacemos... nada que ver». Y hoy son los cuartos de Europa. La empresa tiene la acreditación operador económico autorizado (OEA).

Las boyas de nombre Carlucha

Hay otra característica importante de la empresa con respecto al resto de almacenistas competidores: Trillo tiene una producción propia de anclas y boyas, elegidas para balizar regatas de vela prestigiosas, como fue la Copa América en Valencia. «Aquello fue un buen escaparate», subraya el empresario. Aquellas boyas fueron bautizadas como Carlucha. ¿Por qué? Fue en Taormina (Sicilia) donde se decidió el nombre. «Estaba de vacaciones con mi mujer diseñando la boya en el hotel, y al acabar no daba con el nombre; salimos a dar un paseo y nos cruzamos con una boda de las clásicas sicilianas, con las mujeres vestidas de negro... y nos fijamos en una niña preciosa que, de pronto, salió corriendo. La que debía de ser su abuela comenzó a llamarla: ‘¡Carlucha, Carlucha!’, y entonces le dije a mi mujer: ‘ya tengo el nombre de la boya’’», recuerda Ramón Trillo. Hay otras firmas en España que construyen anclas, como en Bilbao, «pero desde un punto de vista tecnológico». Solo Trillo elabora piezas convencionales.