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Roberto, criador de terneros: «Estou pensando en mandar a gandería ecolóxica ao garete. É un enganabobos»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

GANADERÍA

Roberto Louzán, en su ganadería de Cerdedo-Cotobade, donde tiene unas 130 cabezas de vacuno.
Roberto Louzán, en su ganadería de Cerdedo-Cotobade, donde tiene unas 130 cabezas de vacuno. RAMON LEIRO

Él, de Cotobade, al revés que otros productores, cree que sí tendrá subvención para su actividad, pero aún así dice que el negocio no se sostiene

31 ene 2023 . Actualizado a las 13:22 h.

Roberto Louzán, un ganadero de Cerdedo-Cotobade con alrededor de 130 vacas, no es de los que suele llorar fácilmente. No hablamos de derramar lágrimas, sino de quejarse de su oficio, de su día a día. Es criador de vacas por vocación; porque se quedó prendado del oficio de sus abuelos y quiso seguir con esa tradición familiar tras haberse formado convenientemente —estudió en Monforte de Lemos y en Coristanco para ejercer su profesión con base teórica—. Normalmente, sus palabras son como un chorro de pasión sobre el campo, los animales y la ganadería entendida como una actividad donde se tenga en cuenta el bienestar animal y la alimentación consciente y saludable de las reses. Sin embargo, actualmente, la voz de Roberto, que apostó tanto por las vacas de razas autóctonas como por la ganadería ecológica, suena baja y triste y de su boca salen frases rotundas: «Estou por mandar ao garete a gandería ecolóxica. É un enganabobos».

Roberto habla así en un momento en el que hay numerosos criadores ecológicos contra las cuerdas porque les denegaron las ayudas que solicitaron para el 2022, lo que lleva a algunos a afirmar que eso es como quedarse un año sin sueldo. Louzán no está en esa situación. Aunque hasta el día 8 no tendrá confirmación, de momento cree que él ha entrado en el porcentaje de productores ecológicos que sí contarán con esa ayuda. Pero, aún así, no ve el futuro nada claro: «Ser gandeiro agora mesmo é un acto de fe, e de ecolóxico moito máis».

Louzán, que es de esos productores capaz de reinventar mil veces su negocio para que sea rentable —acude a feria alimentarias, elabora él numerosos productos como hamburguesas, vende a particulares o acude también a los mercados de ganado más tradicionales—, dice que hace ya varios años que entendió que, pese a las ayudas, el alto coste que supone la producción ecológica no se compensa con el rendimiento que se le saca a los terneros. Por eso, fue pasando parte de la producción al sistema convencional. De hecho, ahora mismo tiene ya un cebadero estándar y no ecológico.

Insiste una y otra vez en que a mayores del brutal coste que supone la producción ecológica —indica, por ejemplo, que una tonelada de pienso normal le sale por 480 euros más el IVA, frente a los 620 que paga por la misma cantidad si es ecológica—, la burocracia es un grave problema para los criadores. «Teño que levar rexistro absolutamente de todo. Hai que dar parte ao Craega —el consejo regulador— de cada paso que se da. De se semento, de se pecho unha finca, de calquera cousa.. E iso estaría ben se logo fose unha actividade rendible, pero non o está sendo».

Señala también que de poco vale producir en ecológico si luego no se encuentra fácilmente y cerca del lugar donde se cría un matadero y una sala de despiece y elaborado en la que se pueda certificar que el producto es ecológico. Esto le llevó a plantearse antes de la pandemia a montar una instalación para poder hacer todos estos trabajos. Pero llegó el covid y abortó su plan.