De Allariz a Suiza detrás de un sueño, pasando por Costa Rica, Chicago y Oslo

Elisa Álvarez González
E. Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Diana, a la izquierda, con Angela McCarthy, la CEO de la fundación, Anett Thomson y Komal Zaidi.
Diana, a la izquierda, con Angela McCarthy, la CEO de la fundación, Anett Thomson y Komal Zaidi.

La gallega Diana Conde pasó de un bufete en Estados Unidos a The Earth Foundation, una entidad con sede en Ginebra

26 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Algo hacía presagiar el espíritu viajero de Diana Conde Moure (Allariz, 1992) cuando estando en el instituto se fue a Costa Rica a estudiar el bachillerato internacional al United World Collegue, uno de los llamadas colegios del mundo unido, similar al que acoge a la princesa Leonor en el Reino Unido. «Foi unha experiencia que marcou un antes e un despois na miña vida», explica. Empezó entonces un periplo vital y profesional gracias a los estudios, «pero tamén aos amigos que fun facendo polo camiño», cuenta esta alaricana. Las ganas por descubrir mundo, no obstante, le vienen de serie, porque «xa de pequena era moi soñadora».

Tras acabar el bachillerato se fue a Chicago (Estados Unidos) a hacer la carrera y se quedó trabajando en un bufete de abogados durante un año. En el 2016 se mudó a Oslo (Noruega) para realizar un máster de educación internacional comparada y, tras regresar a Allariz para el trabajo de campo de su tesis, se trasladó a Lausana con su novio, ahora marido. Su vida profesional dio un giro de 180 grados cuando precisamente su marido vio una oferta de trabajo en LinkedIn que se adaptaba a lo que Diana quería. «Buscaban a alguén novo, cun gran interese pola educación e pola sostibilidade medioambiental», relata.

Desde enero del 2021 se unió a The Earth Foundation, casi desde su creación. Es una fundación medioambiental establecida en Ginebra. Un pequeño equipo con muchas ganas y versatilidad. Diana elabora los materiales de comunicación, lleva la relación con los medios, la definición de la estrategia, la creación de páginas web y las relaciones con los changemakers (emprendedores sociales), jurado, embajadores... Ahora uno de los principales proyectos de la fundación ha vuelto a acercar a Diana a Galicia. Organizan un concurso internacional de sostenibilidad medioambiental gratuito para estudiantes de entre 13 y 19 años llamado The Earth Prize. Su objetivo es animar a los estudiantes a desarrollar ideas innovadoras que promuevan el avance hacia la sostenibilidad medioambiental, y el equipo ganador recibe un premio de 100.00 dólares americanos (casi 94.000 euros), a repartir entre colegio y estudiantes.

En esta primera edición participaron más de 2.400 alumnos de medio millar de colegios repartidos en 114 países. Desde los internados más exclusivos del Reino Unido y Suiza hasta escuelas en campamentos de refugiados en el Líbano y Jordania. También un centro gallego, el colegio Mariano Franciscanas de Vigo, aunque no llegó a completar su propuesta en la web.

Compresas con piel de fruta

The Earth Prize quiere activar mentes y proponer soluciones medioambientales. Reales. El equipo ganador fue Adorbsies, de un colegio de Vietnam, en donde tres alumnas de secundaria hicieron una compresa biodegradable con piel de pitaya, una fruta muy abundante en este país. Otros tres equipos de Taiwán, Corea del Sur y Jamaica quedaron finalistas, con 25.000 dólares para cada uno.

En los planes de Diana no entra volver a Galicia, de momento. «Encontramos en Suíza un lugar moi cómodo no que establecernos, polo que dubido que marchemos de aquí nos próximos anos. Temos varios amigos galegos que tamén viven aquí e sempre falamos de canto se bota de menos. Non sei. A vida dá moitas voltas. Quizais nun futuro!», cuenta. Viaja a Galicia varias veces al año con su marido, pero por ahora se queda en su fundación, con un pequeño equipo en el que todas se ocupan de todo. En femenino porque, salvo el fundador, Peter McGarry, todas son mujeres. Eso sí, también cuentan con el inestimable apoyo del padre de la directora, «fan do proxecto desde o comezo!».