La razón

Venancio Salcines
Venancio Salcines PRESIDENTE DE EF BUSINESS SCHOOL

MERCADOS

17 feb 2019 . Actualizado a las 05:07 h.

Este país tiene un tremendo problema, no quiere debatir sobre su futuro económico. Por algún motivo enigmático, hemos llegado a creernos que no existe otra forma de hacer las cosas. Pareciera que estamos en la Grecia clásica, esperando a nuestros maestros. Esperando a un Aristóteles capaz de influir en el joven Alejandro Magno. Un día sí, y otro también, le repetía «la razón, la razón, que te inspire la razón». El gran maestro estaba obsesionado porque el hijo de Filipo no cayese en la cultura de los estigmas y los mitos. Y lo logró, cinco años juntos en Mieza (Macedonia) consolidaron la mente de quien fue capaz de cambiar su mundo.

España hoy necesita recorrer ese mismo camino, el de la razón, el conocimiento. Focalizar sus problemas y plantearles solución. Expulsar el ejército de inercias que nos hacen mediocres y abrazar, desde posiciones ambiciosas, los grandes debates económicos. A partir de ahí, acuerdos de Estado. Pero, no lo verán sus ojos. Nuestra ley electoral nos ha regalado una casta política basada en el corto plazo. En la jugada inmediata. Todos desean continuar, y si ello implica ser populistas, se asume como un mal menor y punto pelota. A por la siguiente. Los presupuestos frustrados de Sánchez son una muestra de ello. Le quitas las medidas de presión fiscal a las empresas y a las rentas altas y un par de decisiones, a mi juicio acertadas, en gasto social, y se terminó la película. No damos para más.

Veamos uno de los temas centrales del debate político: la inmigración. El debate se adivina, ¿los expulsamos o no? ¡Qué pobreza! Mire, el martes, estando en Lugo, decidí ir a Guitiriz por carretera secundaria. En uno de los tramos, de veinte kilómetros, y a media mañana, no me crucé, ni en un sentido ni en el otro, con nadie. ¿Y ahora tenemos que mandar de vuelta a África a 60.000 personas? ¿Estamos locos? No, el camino es otro, lo que hay que hacer es como Australia y vincular la residencia, y posteriormente la nacionalidad, a haber realizado, en el caso de que se carezca de ella, una formación profesionalizante en el sistema educativo español. Lo segundo, emular a las Highlands de Escocia y crear sistemas de discriminación fiscal positiva para el rural. Lo tercero, levantar la cabeza, ver lo que pasa al otro lado del estrecho y después actuar. Libia no puede ser un estado fallido o Mali una autopista para los traficantes de personas. Y, si me apura, exigirle a Francia responsabilidades por haber dejado África Central como la ha dejado. Las miserias de París hoy son nuestro problema. Y, por último, ¿por qué hay centros privados británicos de educación en Galicia, y no puede haber centros privados españoles en Senegal o en Nigeria? Que alguien le plantee esto a la conselleira de Educación. Lo tomará por loco.

¿Las pensiones? Aquí ya no habrá debate. No existe valentía política. Pero, quédese con un dato, la recaudación que se obtendría gravando todos los productos al tipo general del IVA taparía el agujero del sistema. ¿Y las familias de bajas rentas? ¿Cómo se las compensaría? Con transferencias directas a través del impuesto sobre la Renta. ¿Por qué no se hace? Que quiere que le diga.

De aquí al verano solo hablaremos de España como estructura territorial. Y no pasa nada, es lo que llevamos haciendo los últimos cuarenta años, con la diferencia de que ahora la ofensiva ideológica es inversa, menos federalismo, menos competencias. Y ahí nos quedaremos, como un perro atontado obsesionado en morder su cola, girando y girando, agotado y sin avanzar. Lo dicho al principio, más razón y menos mitos, más espíritu crítico, más cuestionamientos. Cambio, un poco de cambio, por favor.