Una silla y una mesa en Zara... y ya está

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Ángel Manso

Amancio Ortega quiere pasar desapercibido y lo intenta y lo intenta, pero no lo consigue. Construyó Inditex, un empresón que está en el punto de mira los actores mundiales del mundo económico. A sus 81 años sigue haciendo lo mismo que a los 35: preocuparse por Zara y compañía. Por lo demás, vive en una Galicia que protege su intimidad

19 dic 2017 . Actualizado a las 15:55 h.

Ni va a la última moda ni se espera. Azul, gris y blanco, y sin corbata. Amancio Ortega, que es algo más que uno de los hombres más ricos del mundo, no está preocupado por la subida y bajada de la bolsa ni pierde un minuto de su vida en saber quién ocupa el número 1 de la lista Forbes , en la que preferiría no salir pero eso es imposible.

Ortega se ha convertido en el icono de las grandes fortunas. Sin embargo, hay muchas maneras de ser rico. Por ejemplo, él no ha heredado ni fortuna ni ninguna empresa de su abuelo o de su padre. Tampoco ha logrado crecer en torno a la especulación, ni ha multiplicado su fortuna en acciones con límites difíciles de explicar o aprovechándose de concesiones o subvenciones estatales. Lo que sí recibió fue un mensaje claro y transparente como el agua el día que fue a la tienda con su madre, y la dueña le dijo a la mujer: «Señora Josefa, lo siento mucho, pero ya no le puedo fiar más dinero».

De niño a trabajador con 13

El 28 de marzo del mismo año que comenzó la Guerra Civil nació Amancio Ortega, en una familia humilde. Vivía entonces en la localidad de Busdongo de Arbás, León, donde su padre trabajaba como ferroviario, una profesión que hizo a la familia cambiar de destino varias veces en su vida. Tolosa (San Sebastián) fue la ciudad a la que llegó Amancio Ortega cuando tenía tres meses, y vivió hasta 1944, año en el que se inauguró el tramo de la línea que unía Zamora con Galicia. Ortega contaba con 8 años y a los 13, por necesidad, se puso a trabajar.

Primero en la camisería Gala, donde distribuía camisas de seda bordadas con las iniciales de los clientes más pudientes. Uno de ellos era Pedro Barrié de la Maza, a quien el chaval llevó a su domicilio una de esas prendas y el banquero le dio una propina con la que compró las primeras tijeras y patrones.

Su segundo trabajo fue en La Maja, donde fue dependiente y encargado. Allí trabajaba con sus dos hermanos, Antonio y Josefa, y también con la que fuera su primera mujer Rosalía Mera. Fueron años de buenos recuerdos. La cabeza de Ortega no paraba de pensar y ahí impulsó el embrión de Inditex. La casa de su cuñada Primitiva se había convertido en un taller, en el que durante los fines de semana estudiaban cómo aprovechar la tela. Sacaban la mesa y pintaban en el suelo los patrones de las batas rosas guateadas, que llevaban un ribete azul en el cuello y que vendían a mitad de precio del que había en el mercado. A Ortega y a su familia se les unió José Antonio Caramelo, un amigo con una faceta muy comercial.

Lo primero que cosieron Rosalía Mera y Primitiva fue un cuco para bebés, también de boatiné.

«Tenían forma (hombros, cintura, caderas) y causaron furor», explicaba un joven Javier Cañás Caramelo, sobrino de José Antonio. La labor comercial fue muy intensa -«Hice más kilómetros que el tren vendiendo batas de GOA», declaró en una reciente entrevista Javier Cañás- y desde el primer momento lo más importante era la atención al cliente. Si había algún inconveniente, se solucionaba y punto.

Una plantilla de 30 personas

De la calle San Rosendo se fueron a la calle Noia, donde el taller daba empleo ya a una treintena de personas. Confecciones GOA (criptómino invertido con las iniciales de Amancio Ortega Gaona) se constituye en 1963 con 5.000 pesetas. La mitad las pone su hermano y la otra mitad Ortega con un crédito que también le presta su hermano. Después a La Moura, en La Grela, y de ahí al polígono industrial de Sabón.

Todo se sucede demasiado rápido. Primero vendieron para otros, después, en 1971, decidieron abrir una tienda en la calle Torreiro con el nombre de Sprint (no fue demasiado bien; luego se convirtió en un Zara, hoy es un Lefties), y cuatro años más tarde se inauguró el primer Zara, en la calle Juan Florez. El nombre de ese primer establecimiento dio muchas vueltas porque Ortega realmente le quería llamar Zorba, en referencia a la película de Michael Cacoyannis, protagonizada por Anthony Quinn e Irene Papas. Pero no pudo ser porque el nombre ya existía en A Coruña (no está claro si era una cafetería o una zapatería) y estaba registrado. Así que se eligió Zara y punto. No se le dio más vueltas. La compañía siguió creciendo y en 1985 se constituye Inditex, que hoy se eleva como la primera multinacional textil del mundo.

Salió a Bolsa el 23 de mayo del 2001, y el precio de las acciones si fijaron en 14.70 euros. El primer día de cotización cerraron a 14,70. Dicen los que en ese momento estuvieron con él que ese hito supuso una transformación a nivel personal del empresario, que tomó conciencia del volumen de patrimonio conseguido.

Al toro por los cuernos

Serio y responsable, Amancio Ortega no deja engordar los problemas. Da oportunidades al que las quiere, sin que signifique que se despreocupe de su actuación.

Todos los entrevistados para la realización de este reportaje coincidieron en señalar que trabajar en la compañía le entusiasma, hombre de ideas claras y, según alguno de sus allegados, con una inteligencia fuera de lo normal. Sigue su instinto y prefiere la práctica a la teoría económica. ¿Cuánto vale la compañía para Ortega? «Nadie puede saber lo que disfruté creándola», le dijo en un momento a un joven empresario que, sin conocerlo de nada, pidió una entrevista con él. «Y resulta que el hombre me dijo que pusiese la hora y el día. ¿Yo? La tendrá que poner él».

Ortega es competitivo, por lo que no le gusta perder. Tampoco dinero. Él con José María Castellano -hoy consejero de importantes compañías internacionales- hicieron un tándem perfecto durante tres décadas. La relación se fracturó con la pérdida de la compra de Unión Fenosa por un grupo de empresarios gallegos entre los que se encontraba Ortega. Castellano -de retirada ya en Inditex- estaba previsto que fuese el presidente de la compañía. Posiblemente una serie de malentendidos y el fracaso de la operación hizo que tantos años de amistad se diluyesen. Hoy, años después de aquel suceso, el que fuera mano derecha de Ortega dice: «Trabajé durante 31 años con él y es un hombre que marca. Es un gran empresario. Lo demostró siempre. Cuando hubo que arriesgar, arriesgó». Al ser preguntado por alguno de los momentos más difíciles en los inicios de Inditex, Castellano recuerda la llegada de una gran crisis cuando la compañía estaba despegando. «Vendíamos a terceros y no nos pagaban ¿Qué cómo lo solucionamos? Hicimos fuertes descuentos y así conseguimos tener liquidez».

Amancio Ortega y José María Castellano son hoy vecinos del mismo barrio de A Coruña. Se ven, se saludan, y parece lógico pensar que a ambos les vendrán recuerdos.

La ciudad lo protege

El empresario no se prodiga en actos sociales. Por ser rigurosos, no va a ninguno. Se puede decir que él está solo donde quiere estar. Sin más. Se le ve por la calle Real paseando en Navidad, en el Club Financiero, en el Náutico, en ciertos restaurantes que no tienen reservados. La ciudad, también por ser rigurosos, le protege y le deja vivir como él quiere. Sin darle la lata.

Al empresario no le gusta perder el tiempo, lo que no quiere decir que tome las decisiones rápidas y sin reflexionar. Tiene una intensísima relación con su equipo directivo, en especial con Pablo Isla, presidente de Inditex, y con José Arnau, vicepresidente ejecutivo de Pontegadea.

Está cerca de ambos. Aunque pueda parecer irracional, Ortega tiene un despacho en la fundación que lleva su nombre que jamás ha utilizado. Su sitio está en Zara señora, entrando, donde se ve la primera mesa y silla, junto con el resto del equipo. Allí se sienta con su periódico, que aunque ya lo trae leído y comentado -todas las mañanas desayuna y lee la prensa con un grupo de colegas entre los suelen estar Julio Rodríguez, Fernando Martínez, Isidro Cotos, Antonio Sieira..., con los que el fútbol parece que es otro tema de conversación-, siempre puede hacer alguna pregunta. Le interesa todo lo que ocurre a su alrededor, en el mundo.

¿Ortega se enfada? Sí

A la pregunta, ¿alguna vez ha visto enfadado al jefe?, todos los consultados responden que no. Pero alguno reconoce que sí lo vio enfadado y siempre por motivos de trabajo. Otros advierten que sin carácter jamás habría podido llegar a lo más alto en el mundo de la empresa.

«¿Se podría haber hecho mejor? ¿Cómo hemos podido cometer este error? ¿Por qué no lo hemos hecho bien?». Esas son algunas de las frases propias de él en esos momentos de enfado. Pero siempre con educación. Es cordial, e incluso cariñoso con sus más próximos colaboradores. También con los amigos. Uno de ellos es Ramón Reñón, director general adjunto al presidente Pablo Isla. Trabaja desde siempre con Ortega. Llevó la expansión del área inmobiliaria de las tiendas de Inditex, los arrendamientos, etcétera.

En la compañía tiene a otra gente muy próxima que puede acompañarle al comedor de empleados y dicen que Ortega paga como uno más.

Las lentejas, un gran menú

Una de sus costumbres es ir a cenar los fines de semana con Flori, su esposa, y otras dos parejas conformadas por el doctor José Machuca y el notario Francisco Ordóñez y sus respectivas mujeres.

Al empresario le gusta la comida tradicional, la normal. Lentejas, huevos fritos, cocido... Esto es lo que le gusta. Trabajar y navegar también. Ir con la tripulación a adquirir provisiones para los barcos. Acaba de vender uno que estaba anclado en Galicia pero compró otro, que llegará en pocas semanas. El Drizzle (llovizna en inglés) se encuentra en Saint Tropez. Al cabo del año suele pasar navegando algunos días de vacaciones, esas que durante años no disfrutó porque no sintió necesidad.

La familia, su refugio

La familia es su verdadero refugio. Adoraba a su madre. «Recuerdo -confesó a la periodista Covadonga O’shea- que un día la llevé conmigo a Marbella, en mi avión, y me miraba con esa admiración que solo una madre puede expresar: ¿Puede ser este mi Choliño?» Cuando ya de mayor estuvo enferma, Ortega iba a verla muy a menudo a un piso en la Ciudad Vieja, localizado en el mismo edificio donde vivía su hermana Pepita, «la que me quiere como si fuera un extraterrestre», reveló en algún momento.

Loli, su sobrina y mujer de Juan Carlos Rodríguez Cebrián, es alguien muy especial. Ella es hija de su hermano Antonio y de Primitiva Renedo. Ortega tuvo otra hermana de la que se conoce menos. Se llamaba Pilar y tuvo una hija con su esposo Jaime a la que le puso de nombre Pilar. Tenía una tienda en el entorno de la estación de autobuses que suministraba las primeras batas de GOA.

Amor y admiración

Flora Pérez Marcote es una esposa que, dicen los que la conocen, siente amor y admiración por Amancio, como le llama, aunque a veces se le escapa y se refiere a él por el apellido. Flori es muy habladora y conoce la importancia de que Inditex esté radicada en Galicia. «Chochea por su nieto, el niño de Marta», un rubiales con rizos muy inquieto que es capaz de cambiar el registro de castellano a inglés sin ningún problema.

El cariño de Ortega se ha visto mil veces fotografiado dándole un beso a Marta, arrechuchándola, hablando con ella durante una competición hípica en Casas Novas. Marta Ortega es la que más vinculada está a la compañía, donde trabaja y donde este año 2017 se estreno en la junta de accionistas.

Una vez a la semana -los miércoles, casi siempre- es obligada la visita de Ortega casa de Sandra, su hija mayor, la que cuida y se hace cargo de Marcos, nacido con una parálisis cerebral. Ella, casada y madre de tres jóvenes (dos niñas y un niño), heredó ese espíritu social que le facilita posicionar a la Fundación Paideia en un centro de referencia para personas con deficiencias.

«Ortega y Sandra tienen un trato y un cariño extremo. Es un padre protector, y se lo demuestra», comenta una persona que conoce muy bien a ambos.

Algunos empresarios consultados que pudieron hablar con él coinciden al señalar que Ortega cree que cada tropiezo que encuentras en el camino de la vida te abre una nueva puerta y te da una nueva oportunidad. Javier Cañás confesó que cuando dejó Caramelo lo pasó mal y recurrió a Ortega para pedirle consejo. «Y me dijo: Javier tira para adelante». Varias veces se le ha visto a Ortega haciendo el Camino de Santiago, y pasando desapercibido hizo la cola correspondiente para entrar en la catedral. Si aquel «no le fío más, señora Josefa», le marcó, no lo hizo menos una grave enfermedad que superó y de la que habla como una de sus experiencias de vida.

El fin de semana pasado estuvo en Casas Novas, por donde pasaron familia y amigos. Algunos de ellos volverán a verse en Navidad. La pasará en familia, donde estarán los hermanos de Flori. Algunos de ellos con un gran peso en la organización de la multinacional como Jorge, responsable de Massimo Dutti, y Óscar, de Zara. Ambos son tan discretos como su jefe.

Mientras, Inditex, con casi 163.000 empleados, seguirá su marcha. Abrirán puntualmente sus 7.405 tiendas localizadas en 94 países, y a las que hay que sumar las ventas on line que ya se generalizan en 45 mercados.

 El DNI

Nacimiento. Su horóscopo es Aries. Nació el 28 de marzo de 1936 en el seno de una familia muy humilde. A los 13 años comenzó a trabajar y hoy con 81 va todos los días a la oficina

 Es normal. Lo único que diferencia a Ortega de una persona de la calle es su fortuna. Por lo demás, le gusta estar con la familia, disfrutar de los amigos y trabajar. Le encantan las lentejas y los huevos con patatas.

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