El tabaco, el estrés o el consumo de sal: estas son las claves para mantener a raya la hipertensión

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Se considera hipertensión arterial si los valores se encuentran por encima de 140 de máxima y 90 de mínima.
Se considera hipertensión arterial si los valores se encuentran por encima de 140 de máxima y 90 de mínima. iStock

Se trata de una enfermedad silenciosa que afecta a cerca de 16,5 millones de españoles

18 may 2023 . Actualizado a las 10:08 h.

Tal y como indica su propio nombre, la hipertensión es una enfermedad en la que se elevan los niveles de presión arterial de forma continuada o sostenida. Es decir, la presión que ejerce el corazón sobre las arterias al bombear la sangre a través de ellas se incrementa en exceso. El problema, recalcan los expertos, es que no presenta síntomas, por lo que la única manera de detectarla es midiendo de forma regular los valores en los que se encuentran. De hecho, la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), recomienda que todas las personas mayores de 40 años lo hagan, por lo menos, una vez al año. ¿La razón? Que se trata de un factor de riesgo muy importante para padecer aterosclerosis (endurecimiento y rigidez de las arterias y ocasionar insuficiencia renal); enfermedades del corazón, como infarto de miocardio o insuficiencia cardíaca; ictus; retinopatía hipertensiva, que puede causar pérdida de visión; o problemas respiratorios como apnea del sueño. 

«La hipertensión supone una mayor resistencia para el corazón, que responde aumentando su masa muscular para hacer frente a ese sobreesfuerzo. Este incremento acaba siendo perjudicial porque no viene acompañado de un aumento equivalente del riego sanguíneo y puede producir insuficiencia coronaria y angina de pecho. Además, el músculo cardíaco se vuelve más irritable y se producen más arritmias», explican desde la Fundación Española del Corazón (FEC). 

¿Qué valores se consideran como hipertensión?

El tensiómetro nos proporciona dos valores, uno más alto y otro más bajo. Ambos corresponden a una medición en milímetros de mercurio (mm Hg). Aunque hoy en día es raro ver un aparato de este estilo de mercurio, sí ha permanecido esta medida. El número superior corresponde a la presión sistólica, es decir, la presión de las arterias cuando el corazón late, mientras que el inferior es la presión diastólica, la que hay entre nuestras arterias entre latido y latido. De esta forma, el corazón pasa por dos etapas: la sístole y la diástole. En la primera, el corazón se contrae para bombear sangre y en la segunda, se expande para dejarla entrar. 

Dicho todo esto, ¿cuáles serían los valores normales? La presión sistólica debe situarse entre 80 y 120, mientras que la diastólica (el valor inferior), debe encontrarse entre 60 y 80. Sin embargo, cabe remarcar son indicativos y varían mucho según la edad y el sexo del paciente. Además, la tensión varía según la hora del día: suele estar más alta por las mañanas y más baja antes de irnos a dormir. 

Enrique Otero, coordinador del área de prevención de la FEC, asegura que «se considera hipertensión arterial si los valores se encuentran por encima de 140 de máxima y 90 de mínima». El doctor subraya que «el concepto de edad ya no se acepta», por lo que «si antes se hablaba de que una persona mayor podía estar en 150/90 sin preocuparse mucho, personalmente creo que no es una medida adecuada. Se debería de mantener siempre por debajo de 140/90, independientemente de la edad». 

Valores de la presión sanguínea

Presión sistólica (valor superior):

  • Normal: 80-120 
  • Prehipertensión: 120-139
  • Hipertensión: >140

Presión diastólica (valor inferior). 

  • Normal: 60-80 
  • Prehipertensión: 80-89
  • Hipertensión: >90

¿Cuáles son los factores de riesgo para padecer hipertensión arterial?

Aunque la hipertensión se asocia a la edad, ya que es más frecuente cuántos más años de vida sumemos, desde la Semergen alertan de que se está empezando a observar un incremento de casos en niños, en los que se asocia a malos hábitos alimenticios, sedentarismo y obesidad. 

Estos últimos factores también se deben de tener en cuenta para los adultos. Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta como posibles causas de hipertensión arterial una dieta con consumo excesivo de sal, rica en alimentos ultraprocesados o con una ingesta insuficiente de frutas y hortalizas; así como inactividad física, el consumo de tabaco y alcohol; el sobrepeso y la obesidad.

Las claves para rebajarla 

Teniendo en cuenta los posibles factores de riesgo, nos podemos hacer una idea de cuáles son esos hábitos que pueden ayudar a mantenerla a raya (o incluso rebajarla). «El mejor tratamiento es una buena prevención», aconseja la FEC. 

1. Adiós al tabaco 

El tabaco aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Desde la FEC remarcan que dejar de fumar tiene unos efectos positivos incluso superiores a cualquier tipo de medicación para la hipertensión. 

2. Lo mismo con el alcohol

El consumo excesivo de alcohol provoca el incremento de la presión arterial. Y no solo eso, como todos sabemos, también otras alteraciones perjudiciales para el corazón y otros órganos. 

3. El beneficio de bajar de peso 

El sobrepeso es una causa de hipertensión. Rebajarlo es uno de los pasos más importantes que podemos dar para controlarla. También disminuye el riesgo cardiovascular y de diabetes.

4. Ejercicio moderado

La OMS recomienda realizar actividad física, ya sea caminar, correr, nadar, bailar o actividades para ganar fuerza, como levantar pesas. Concretamente, lo ideal sería practicar cada semana al menos 150 minutos de una actividad aeróbica de intensidad moderada o 75 de una actividad intensa, acompañando de dos días o más de ejercicios de fuerza a la semana. 

En este sentido, el doctor Otero aconseja «caminar por lo menos cinco días a la semana entre 30 y 45 minutos al día, porque sino, vamos a tener un problema cada vez más serio que va a favorecer la aparición de enfermedad cardiovascular. Por supuesto, tampoco se debe salir a cuando haya mucho calor o mucho frío. Y si se hace deporte aeróbico, nunca se debe llegar a la extenuación porque el ejercicio tiene que ser una práctica placentera, no para machacarse ni sacrificarse». 

5. Cuidar la alimentación 

Los hipertensos deben reducir el consumo de sodio y aquellos alimentos que la contengan. «Está demostrado que la sal produce hipertensión porque el cloruro sódico actúa sobre las células de las arterias, contrayéndolas. Por lo tanto, va a provocar que aumente la tensión arterial. ¿Qué cantidad se debe ingerir? Lo ideal es que no se pase de cinco gramos de sal al día. Eso equivale a una cucharada pequeña, rasa, repartida en las tres comidas», señala Otero. 

El doctor también pone el foco en otros alimentos que no deben estar muy presentes en la dieta: «En el caso de los ultraprocesados, recomendamos no tomarlos porque suelen ser ricos en sal, mientras que las conservas, lo ideal es mirar las etiquetas. Si la sal está por encima de los cinco gramos no se debería de comprar. Son dos medidas fáciles de adoptar». 

Así, para las personas hipertensas el patrón de alimentación ideal es una dieta de patrón mediterráneo, rica en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales. Además, la FEC recomienda usar el aceite de oliva como grasa principal e incrementar la ingesta de aves y pescado frente a las carnes rojas. 

Ejemplo de menú para un paciente con hipertensión: 

  • Desayuno: café con leche desnatada o infusión, tostada de pan integral con tomate y aceite de oliva, fruta. 
  • Media mañana: yogur desnatado, fruta. 
  • Comida: alubias guisadas con verduras, merluza en papillote, pan, fruta. 
  • Merienda: frutos secos tostados sin sal. 
  • Cena: parrillada de verduras, huevos revueltos, pan integral, cuajada con miel. 

Fuente: FEC

6. El estrés: el eterno enemigo

El estrés es uno de los principales enemigos de nuestra salud. «Existen dos formas: el agudo y el crónico. Sobre el primero, se ha demostrado que provoca aumento de la hipertensión arterial porque se producen muchas catecolaminas (hormonas producidas por las glándulas suprarrenales) que actúan sobre las arterias provocando que se contraigan. Además, aparecen muchas arritmias. Y el estrés crónico también favorece que se aumente la tensión arterial», alerta el cardiólogo.

7. Controla tu presión arterial en casa

Esta práctica puede ayudarte a identificar qué situaciones provocan que tu presión arterial se encuentre más elevada. Así podrás evitarlas y proporcionarás información útil a tu médico al transmitirle cómo y cuándo se llevan a cabo esas subidas. 

8. Si tomas tratamiento para la hipertensión, sigue las recomendaciones de tu médico

Los fármacos antihipertensivos están agrupados en varios tipos: diuréticos, inhibidores del sistema renina-angiotensina (IECA), antagonistas de los receptores de angiotensina (ARA-II), calcioantagonistas, betabloqueantes o incluso una asociación de varios.

«Son muy importantes para el control de la hipertensión arterial. Es fundamental que no se deje de tomar el tratamiento de una forma brusca porque existe un efecto rebote. Es muy frecuente encontrarnos en las consultas a pacientes que nos dicen: "Yo la tensión la tengo controlada y he dejado la medicación". Grave error. Hay que tomarla y se tiene que poner en manos del médico, la enfermera o el farmacéutico si se han conseguido unas cifras tensionales más o menos bajas y hay que reducir la dosis. Pero no dejarlo bruscamente. Siempre de forma progresiva y bajo supervisión de profesional sanitario», concluye el cardiólogo. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.