Tengo hipertensión, ¿qué puedo y no puedo comer?

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

¿Cuáles son los alimentos recomendados a una persona con hipertensión?
¿Cuáles son los alimentos recomendados a una persona con hipertensión? iStock

Se suele recomendar reducir o restringir el consumo de sal porque no solo se asocia con la presión arterial, sino con otras complicaciones en el corazón o riñones

17 mar 2023 . Actualizado a las 12:34 h.

La presión arterial es la fuerza que ejerce el corazón sobre las arterias para que estas conduzcan la sangre hacia los distintos órganos del cuerpo. El punto máximo se obtiene con cada contracción y el mínimo, con la relajación. Cuando aparece la hipertensión, el corazón se encuentra con una mayor resistencia, de forma que tiene que aumentar su masa muscular. Es un sobreesfuerzo. El problema de esta enfermedad es que el incremento de la masa muscular no se traduce en un incremento del riego sanguíneo y eso es perjudicial: «Puede producir insuficiencia coronaria, angina de pecho y, como el músculo cardíaco se vuelve más irritable, se producen más arritmias», explica la Fundación Española del Corazón (FEC). También propicia la aterosclerosis, los fenómenos de trombosis y, en el peor de los casos, «la hipertensión puede reblandecer las paredes de la aorta y provocar su dilatación o rotura, lo que inevitablemente causa la muerte». No solo esto, sino que sus consecuencias llegan al cerebro, pudiendo provocar infartos cerebrales; al riñón, con una insuficiencia renal; así como a las arterias de las piernas o de la retina. 

Por muy paradójico que suene, el mejor tratamiento «es la prevención», apunta la FEC. Pero en esta materia, España está suspensa. Se calcula que hay alrededor de once millones de personas afectadas. Nada mal para un país con 47 millones de habitantes. Su peligro principal es que no se ve, ni se siente. Es silente, al menos al principio. Así lo explica la doctora Carmen Sánchez, miembro del Grupo de Trabajo Cardiovascular de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG): «La mayoría de personas no tienen clínica, incluso si las cifras alcanzan niveles muy elevados. Algunos pacientes pueden tener dolor de cabeza, dificultad para respirar o sangrado nasal. Pero no son síntomas específicos». ¿A qué se refiere? Cefaleas matutinas, hemorragias nasales, acúfenos o alteraciones visuales. La hipertensión más grave puede provocar cansancio, náuseas, vómitos o dolor torácico, entre otros.  

La FEC señala que la presión arterial se puede elevar sin una causa previa conocida, como sucede con algunas enfermedades endocrinas o renales, por el consumo de fármacos o por estilos de vida poco saludables. El último punto engloba el abuso de tabaco, de alcohol, el estrés, el sobrepeso, la falta de ejercicio y el consumo de una dieta con poco verde y mucha sal. 

Precisamente, se sabe que reducir la ingesta diaria de sodio es una de las principales estrategias para disminuir, a su vez, la presión arterial. Si bien esta sustancia es necesaria para el organismo, nunca puede ser recomendable en los niveles de consumo actuales. La mayoría de personas toman entre nueve y doce gramos de media, lo que duplica la ingesta máxima aconsejada. La Organización Mundial de la Salud apuesta por reducir su consumo hasta los 5 gramos diarios en población general, pero añade un apunte para los hipertensos: «Rebajar la ingesta a menos de dos resulta más beneficioso para la tensión arterial que reducirla por otros medios». Dejan claro que la dieta importa mucho, tanto que se sitúa en la base del abordaje de la enfermedad: «Esto sucede en todas las patologías cardiovasculares. El ejercicio y la dieta deben ser lo primero porque ayuda en todo. Es decir, un paciente que tenga un patrón alimenticio de calidad y que haga ejercicio, seguramente, necesite menos tratamiento», precisa Rafael Vidal, cardiólogo en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), que añade: «Desgraciadamente, suelen ser estrategias que se olvidan porque es lo que más cuesta. Se tiende a intentar suplirlo con pastillas». 

El sodio no solo se asocia con la presión arterial, sino que «existen otras complicaciones que pueden relacionados con un consumo excesivo, ya que pueden verse afectados múltiples órganos y tejidos como los vasos sanguíneos, el corazón, los riñones y el cerebro», destaca la doctora Teresa Partearroyo, profesora Titular de Nutrición y Bromatología en la Universidad CEU-San Pablo y miembro del Comité de Nutrición de la Fundación Española del Corazón. Por ello, añade: «Todas las personas que padezcan enfermedad cardiovascular, hipertensión, enfermedad crónica renal y osteoporosis deberán restringir o limitar el consumo de sal». 

Aunque es el más efectivo, no es el único paso que deben cumplir los pacientes en materia de alimentación. Existe una lista de alimentos y productos que deben potenciar o reducir. Como la base sigue estando en el sodio, lo primero y más útil (incluso antes que reducir la pizca de sal de las comidas) es eliminar los ultraprocesados. Sin miramientos. «Lo primero que hay que hacer es comer menos comida basura, menos ultraprocesados, porque casi el 80 % de sal que consumimos procede de estos productos», señala Pablo Zumaquero, dietista-nutricionista. En su propia definición está la razón que lo justifica. Son aquellos productos compuestos por múltiples ingredientes desarrollados de forma industrial. Es habitual que se elaboren a partir de otros alimentos y que, muchos de sus ingredientes, no sean accesibles en la cocina del consumidor medio. También tienen altas cantidades de azúcar, de sal y de grasas de mala calidad. 

¿Cómo es un día con un menú centrado en bajar la tensión?

  • Desayuno: Café con leche desnatada o infusión, tostada de pan integral con tomate y aceite de oliva y fruta. 
  • Media mañana: Yogur desnatado con fruta. 
  • Comida: Crema de calabacín con especias, pulpo a la gallega, pan integral y fruta. 
  • Merienda: Frutos secos tostados sin sal. 
  • Cena: Boniato al horno, tortilla francesa, pan integral y cuajada con miel. 

Fuente: FEC.

Hablamos de bollería, galletas, pizzas industriales, panes, helados, postres lácteos, salsas como la de soja, aperitivos salados como patatas o snacks, cereales de desayuno, barritas energéticas o margarina. Requieren escasa preparación y muchos de ellos están listos para consumirse. También entran en este grupo los caldos envasados, el bacalao salado, el caviar, el bacon, los platos precocinados como empanadillas o croquetas, el queso azul, las aceitunas y los frutos secos con extra de sabor. Así lo resume Partearroyo: «Sería conveniente que las personas con hipertensión eliminen los saleros de la mesa para evitar el extra de sal, eviten el consumo de conservas y platos precocidos, reduzca el consumo de quesos, embutidos y encurtidos, que reduzcan o eliminen el consumo de ahumados y que limiten el de salsas como el kétchup». 

¿A qué se debe todo esto? «La sal retiene más volumen circulante. Es decir, hace que se retenga más líquido. Como si de una tubería se tratase, que si tuviese más agua de la indicada, sería más difícil de gestionar», explica Vidal en referencia a la importancia del sodio en esta patología. Tal y como apunta, «el organismo no está acostumbrado, no está hecho, a tener más sal de la adecuada circulando, por lo que reacciona intentando eliminarla. Estimula el sistema simpático, intenta filtrar más sal en los riñones para lo cual es necesario aumentar la presión», precisa. Al final, es una pescadilla que se muerde la cola

Para la FEC, la forma más fácil de evitarla es no añadirla porque son muchos los alimentos que la contienen aun cuando son frescos. Sin embargo, Zumaquero piensa que esto no es realista para la población afectada: «El problema es que mucha gente, cuando el médico le dice que tiene que comer sin sal, dejan de echarla al salteado de verduras o la crema, a lo que es comida sana, y como les sabe fatal, siguen consumiendo altas cantidad de pan, de jamón o queso. Así, además de no comer suficiente de lo que deben, siguen con altas ingestas de sal añadida en estos productos o embutidos», indica. Sin embargo, no solo lo aparentemente insano tiene un alto contenido de sal. «También habría que reducir el consumo de pan, embutidos, conservas o el queso», apunta el dietista-nutricionista. 

Es habitual que este tipo de pautas se hagan un mundo. «La gente puede comer muchísimas cosas aunque tengan hipertensión. El problema es que muchas personas vienen de tomar grandes cantidades de ultraprocesados y todas estas pautas suponen un gran cambio», precisa Zumaquero. Mientras un patrón de escasa calidad se reduce, el plato gana en salud. El tratamiento dietético de la hipertensión también consiste en tener una dieta rica en verduras, frutas, legumbres, pescados, aceite de oliva y alimentos con poca grasa. 

Comer sin esta pizca de alegría no es sinónimo de insípido. Al preparar carne, por ejemplo, se puede utilizar laurel, nuez moscada, pimienta, salvia, tomillo, ajo, cebolla, orégano o romero. «A los pescados suele irles mejor el curri en polvo, el eneldo, la mostaza, el zumo de limón y la pimienta. Mientras que con los vegetales funcionan mejor el romero, la salvia, el eneldo, la canela, el estragón, la albahaca o el perejil», sugiere la FEC. 

En realidad, el uso de especias tiene una razón: «Las guías dietéticas de muchos países recomiendan aromatizar los alimentos con ellas como estrategia para reducir el consumo de sal ya que la evidencia acumulada sugiere que pueden mejorar los factores de riesgo de las enfermedades cardiometabólica», precisa la miembro del Comité de Nutrición de la FEC.

Descifrar la lista de ingredientes

Si saber leer etiquetas para la población general es importante, en el caso de personas con hipertensión se vuelve imprescindible. «Hay que escoger los productos que contengan menos de 0,5 g o 500 mg de sodio por cada 100 gramos de producto», precisa la entidad nacional. Además, también es útil acudir a la lista de ingredientes. Aparecen en orden descendente de cantidad. Es decir, los más utilizados estarán al principio, y los menos, al final. Por ello, la entidad insiste en optar por aquellos «en los que la sal figure entre los últimos». 

La dieta DASH, una de las grandes favoritas

Con la reducción de la ingesta diaria de sal, se recomienda aumentar el contenido de potasio, calcio y magnesio, minerales que contribuyen a mejorar la hipertensión. «Son minerales que sabemos que tienen un efecto hipertensos», detalla el dietista-nutricionista, que da algunos ejemplos: «Legumbres, lácteos, plátanos, patatas o semillas». 

En esto se basa la Dieta Dash (por sus siglas en inglés de Dietary Approaches to Stop Hypertension, que traducido sería “enfoques dietéticos para detener la hipertensión”). Este patrón fue creado por el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, en la década de los 90, con el objetivo de abordar la enfermedad desde el estilo de vida. «Se han realizado múltiples estudios de alto nivel científico que han demostrado el beneficio de esta dieta sobre la hipertensión», explican desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. El patrón se basa en reducir los procesados y consumir frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos, pescados, carnes bajas en grasa, y mantener una alta ingesta de lácteos desnatados. Este último tiene asteriscos para Zumaquero: «En este patrón se proponen leches y yogures sin grasa, porque muchos hipertensos pueden sufrir otra enfermedad cardiovascular o dislipemia. Pero los que solo padecen hipertensión pueden tomar lácteos enteros sin problema». 

La dieta DASH está indicada para cualquier paciente hipertenso, salvo aquellos que convivan con insuficiencia renal, pues a ellos se les puede recomendar una restricción de fósforo, potasio y contenido proteico. 

¿En qué se basa la dieta DASH?

La SEEN explica que lo primero que se debe hacer es «controlar la cantidad de sal para cocinar». Este patrón propone menos de tres gramos al día, lo equivalente a una cucharadita rasa de postre.  De igual forma, la estrategia apuesta por condimentos habituales para dar más sabor a las comidas, como el limón o el ajo; así como el uso de hierbas aromáticas. 

Recomienda consumir con moderación conservas de pescados, como el atún. Es más, señala que si son sin sal y en su formato natural, mejor. Apuesta por asegurar la ingesta de tres frutas cada día como mínimo, y de dos a tres lácteos desnatados; a la vez que establece no recurrir a frituras, empanados o rebozados. De igual forma, limita el consumo de carnes rojas de una a dos veces por semana, y anima a comer pescado o carnes magras con mayor frecuencia. El pan, por su parte, debe ser integral y sin sal. 

En el apartado de evitar se encuentran las pastillas de caldo de carne o de pescado; así como las bebidas carbonatadas y estimulantes. Si bien el café aumenta la presión arterial, este efecto solo es temporal: «Le ocurre a todo el mundo durante media o una hora. Pero luego vuelve a bajar. Salvo excepciones de hipertensión exagerada, tomar un café por la mañana y, quizás, otro a media tarde, no supone ningún problema», señala Pablo Zumaquero. Con todo, para quienes prefieren eliminarlo, el descafeinado puede ser una buena opción. 

Qué comer y no comer con hipertensión

Recomendable

  • Verduras, priorizando frescas a envasadas, así como frutas frescas. 
  • Cereales como arroz, pasta o avena integral. Se puede consumir pan integral, aunque se debería moderar por su alto contenido en sal. 
  • Lácteos
  • Pollo, pavo, mariscos y pescado. 
  • Legumbres, mejor secas que de bote. 
  • Aceite de oliva virgen extra. 

Producto y alimentos que evitar

  • Ultraprocesados como patatas fritas, snacks salados. 
  • Pan en altas cantidades. 
  • Conservas.
  • Embutidos.
  • Quesos.
  • Sopas de sobre y similares.
  • Salmón ahumado.
  • Salsas, como la de soja.
  • Aceitunas y encurtidos. 
  • Aditivos como el glutamato monosódico. 

Fuente: Pablo Zumaquero

 Con todo, en esta materia no solo importa la alimentación. «Aunque se desconocen las causas exactas de la hipertensión, son conocidos algunos factores y condicionantes ambientales que pueden influir en su aparición como son la inactividad física, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, el sobrepeso o la obesidad y un desequilibrio en los hábitos alimentarios», concluye la doctora Teresa Partearroyo.

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.