Favaios, el atardecer embotellado

SABE BIEN

fernando sánchez alonso

En la región del Alto Douro portugués, declarada Patrimonio de la Humanidad, se elabora el vino de Oporto, pero también otro no menos reconocido internacionalmente. Viajamos a Favaios, la capital del moscatel, que guarda estrechos vínculos con Galicia. Empezando por la uva.

29 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En el Alto Douro, la región vinícola demarcada más antigua del mundo, está Favaios, que ostenta el título histórico de aldea vinatera, una de las seis que existen en todo el país vecino. Es también la sede de la primera enoteca interactiva de la península ibérica. Pero es, sobre todo, la capital del moscatel.

Así lo proclamaba un orgulloso letrero a la entrada de la villa y así lo recalcará en seguida Mário Monteiro, el presidente de la bodega de Favaios, una cooperativa vitivinícola que se fundó hace 65 años para oponerse a una ley. «Esta prohibición, vigente hasta mediados del siglo pasado, impedía añadir aguardiente vínico a los vinos producidos a una altitud superior a los 500 m., lo que ponía en peligro no solo nuestro moscatel, sino nuestra supervivencia», explica Monteiro.

Hoy por hoy, son más de medio millar los socios que cultivan una mancha de viñedo equivalente a 120 campos de fútbol. Es decir, todas las familias de Favaios. De hecho, el 80% del moscatel obtenido en la DOC Douro (Denominación de Origen Controlada de los vinos del Duero) proviene de este pequeño municipio de mil habitantes escasos. Aquí se emplea un único tipo de uva, la moscatel galego branco. «Una variedad que los gallegos trajeron a Portugal en el siglo XIX», detalla el presidente.

En 2015, los vinos del Duero sobrepasaron a los de Oporto por primera vez. Más de 500 millones de euros de facturación. Y a esta cifra contribuyó Favaios. Solo el año pasado se comercializaron 30 millones de Favaítos, pequeñas botellas de 6 cl. de moscatel ideadas para cócteles. En 2009, el Moscatel Favaios 10 años fue el mejor del mundo en el certamen internacional Vinitaly. Y en 2012, el Moscatel Favaios Douro 1980 quedó tercero en el concurso mundial Muscats du Monde celebrado en Montpellier. Dos años después, el Moscatel de Favaios Clásico sería reconocido como el mejor vino del Duero.

la mala fama

«Pero no siempre ha sido así», admite Maria Soares, la responsable de comunicación de la bodega, mientras nos conduce a los viñedos de la quinta da Avessada, una de las más antiguas haciendas vinateras del Alto Douro, cuyos propietarios son socios de la cooperativa de Favaios. «Todavía algunos turistas extranjeros que visitan la bodega, especialmente norteamericanos, llegan con la idea de que el moscatel es un vino de borrachos. En cambio, consideran el oporto un vino noble. Nosotros tenemos los dos. Lo curioso es que, en las catas a ciegas que hacemos, muchos prefieren el moscatel al oporto».

La elaboración de ambos es similar, pues la fermentación se interrumpe añadiendo aguardiente vínico para lograr un producto con una gran cantidad de azúcares naturales y una graduación alcohólica que, en el caso del moscatel, supera los 17°. Los resultados, en cambio, son muy distintos, a pesar de que ciertos moscateles de Favaios, después de 70 u 80 años de envejecido, puedan confundirse con los oportos tawny.

Miguel Ferreira, el enólogo de la bodega, reconoce que lo más difícil es mantener la uniformidad del vino a lo largo de distintas campañas, porque depende del tiempo climático. «Por ejemplo, si se dan varios años secos y calurosos como estos últimos, la acidez de la uva disminuye. Y la acidez es necesaria para equilibrar el azúcar de la uva. Es posible corregirla con ácido tartárico, pero nosotros preferimos la acidez natural. Así que, para salvar estos inconvenientes, al vino de la última cosecha le unimos proporcionalmente varios de cosechas anteriores. Pero, de seguir esta tendencia climática, los países del sur de Europa, como Portugal y España, tendrán dificultades para mantener la identidad de sus vinos».

Precisamente a causa de la sequía y del calor, la vendimia se ha adelantado en Favaios. Las uvas son de un amarillo intenso, como si contuvieran una llama redonda y vegetal en su interior, y el color que le darán al vino será el de un atardecer en el Mediterráneo.

Pero aún falta para eso. Ahora, los vendimiadores multiplican los chasquidos de las tijeras, mientras tres hombres fatigan las calles del viñedo recogiendo y descargando las espuertas, babeantes de mosto y repletas de racimos, en los contenedores de una camioneta que aguarda detrás del viñedo. Cuando se llenen todos, los 6000 kilos de uva moscatel partirán a las tolvas bulímicas de la bodega cooperativa, a unos tres kilómetros de la quinta da Avessada. Y así durante todo el día. En el viñedo se respira, sin embargo, un aire de fiesta. Contribuyen a ello dos músicos. Uno tocando, infatigable, el bombo y las sonajas; el otro, animoso, el acordeón.

«En la quinta da Avessada, intentamos recuperar las tradiciones», confiesa Luís Barros, uno de los propietarios. «Y una de ellas es la música. Con ella se pretende amenizar el duro trabajo de los vendimiadores».

La quinta da Avessada, que recibe más de 50.000 visitas anuales, es el Falcon Crest de Favaios. Pero destaca, sobre todo, por ser la primera enoteca interactiva de la península ibérica y la única con maniquíes robotizados para simular el pisado de la uva ante los forasteros. «Muchos de estos se animan y acaban pisando también las uvas en el lagar», declara Barros.

La pisa de la uva, con todo, no es una mera supervivencia de hábitos ancestrales ni una simple atracción turística que se agote en sí misma. Aproximadamente, el 30% del vino del Duero se elabora mediante este procedimiento. Y es el vino de mayor calidad, porque, a diferencia del prensado industrial, los pies no rompen ni las pepitas ni el hollejo de la uva, donde se concentran todos los aromas.

En el viñedo de la quinta da Avessada, solo se oye ahora el canto del verderón. La vendimia ha terminado por hoy. La última carga de uva arranca hacia Favaios, cuyas calles huelen intensamente a mosto, ese aroma a pulpa de sol que los dioses aspiran complacidos desde lo alto de las montañas del Duero.