Un hotel con bodega rodeado de viñedos

J.M. Orriols

SABE BIEN

En una pequeña altura, dominando todo el valle del Miño a su paso por Arbo y con Portugal al frente, el Pazo de Almuiña, una construcción del siglo XVII, fue restaurado por Adegas Galegas para elaborar allí sus vinos y abrir un hotel de auténtico lujo, circunstancia que no se traduce en un precio inalcanzable. Uno se siente muy afortunado por poder relajarse en este lugar, sobre todo cuando, desde la ventana, vemos que las viñas nos rodean

02 jul 2017 . Actualizado a las 04:00 h.

Todo lo que nos puede despertar por la mañana es el cantar de los pájaros, que ya comienzan a revolotear entre las viñas. Lo demás es el silencio, eso que tanto ansiamos los que vivimos en la ciudad.

La restauración del edificio fue minuciosa y las habitaciones tienen una exquisita decoración y, un detalle que particularmente valoro mucho: no tienen televisor, para que no nos perdamos ninguna de las maravillas que nos ofrece el lugar. Y si alrededor del pazo hay viñedos, debajo de las habitaciones está la bodega. Pero el vino descansa relajado y no nos va a molestar. Quizás, eso si, nos acompañe a través de sus sutiles aromas.

Actividades de todo tipo

«El concepto de este pazo como alojamiento es el de boutique, el de «traje a medida» -explica María Otero responsable de enoturismo de Adegas Galegas-, aquí el cliente tiene que pedir lo que le gustaría hacer durante su estancia y nosotros se lo damos todo hecho. Estamos en un lugar privilegiado -continúa- y en lo que se refiere a actividades podemos aprovecharnos de todo un mundo de posibilidades diversas, desde las que ofrece la propia bodega hasta las del río Miño o incluso en el mismo Portugal, ya que justo enfrente, en Monçao, hay un extraordinario balneario en el que podemos hacernos un tratamiento de vinoterapia, por ejemplo».

La situación es la idónea para practicar rafting en el río o hacer la ruta de las pesqueiras, y así entenderemos porque este es el único lugar en el que existe un hórreo intramuros, ya que no se utilizaba para guardar la cosecha, sino para secar las lampreas. «Podremos jugar al golf -añade María- ya que tenemos a muy pocos kilómetros el fantástico campo de Mondariz; o pasar un día entre viñedos, actividad muy interesante para los amantes del mundo del vino; así como catas comentadas en la misma bodega, en las que tendremos la oportunidad de probar vinos que aún no están en el mercado. En este capítulo de las catas existen varias posibilidades, pero siempre con el objetivo de respetar la exclusividad, lo que quiere decir que se puede contratar para dos personas o un pequeño grupo. Otro tipo de actividades que se pueden realizar con el vino son las catas de barricas e incluso cursos de cata con nuestra enóloga o normas de maridaje».

En el pazo no hay servicio de cocina, pero tienen convenios con reputados restaurantes de la zona que nos van a atender siempre que lo demandemos, tanto si somos una pareja como pequeños grupos, ya que la capacidad del establecimiento es solamente de 10 habitaciones, es decir, 20 personas. El propio nombre de Almuiña es de origen árabe y celta, que significa vergel, lo que indica que, desde siempre, este edificio contó con abundantes árboles, jardines y, sobre todo, viñedos a su alrededor.

Desde 50 euros

«Aquí, según la temporada -nos dice María Otero- podemos tener alojamiento y desayuno para dos personas por 50 euros, un precio razonable y que, incluso, puede estar por debajo del mercado para establecimientos de esta categoría. Y esto es así porque entre nuestros objetivos está que los visitantes conozcan las instalaciones, su historia y el entorno, además de los vinos de nuestra bodega que, sin duda, están entre los mejores».

El pazo está abierto todo el año y pasar unas noches en este lugar es una de esas experiencias que marcamos en nuestro cuaderno de viajes. Pero ir a Almuiña en época de vendimia, es decir, dentro de un par de meses, ya supone superar todas nuestras expectativas. Acercarse a los vendimiadores, ver con qué delicadeza cortan los hermosos racimos de albariño y después la recepción en la bodega, tareas que los viticultores realizan con la destreza y experiencia que les dan los muchos años que llevan haciendo este trabajo, pero que a nosotros nos van a hacer reflexionar sobre el auténtico valor de una botella de vino.

Y si además queremos acercarnos al mar, tampoco este pazo está muy lejos de la costa, ya sea por A Guarda o por Pontevedra y Vigo, para disfrutar de «as ondas do mar de Vigo» que cantaba Martín Códax.

Una semanita en este establecimiento turístico nos va a devolver la tranquilidad, nos ayudará a eliminar el dañino estrés, a conocer mucho mejor la historia de Galicia y Portugal y a convencernos de que realmente vivimos en una tierra privilegiada. El viñedo y el vino estarán a nuestro lado y esas son siempre muy buenas y agradables compañías.

¡Ah! y en nuestra visita podremos degustar vinos como D. Pedro de Soutomaior, D. Pedro Neve, macerado con nieve carbónica, Veigadares y Gran Veigadares. Dionisos, Bago Amarelo y Danza, el único espumoso de Adegas Galegas.