¿Por qué arde Galicia?

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

MARTINA MISER

Ni un solo incendio de la última ola afectó al norte de Lugo, una zona con una pujante economía forestal

25 oct 2017 . Actualizado a las 08:36 h.

¿Por qué arde Galicia? Hay una conjunción de factores. Desde ganaderos en busca de pasto a un uso tradicional del fuego que conlleva quemas incontroladas y hasta que se usen las llamas para resolver rencillas. También hay pirómanos e intereses particulares. Galicia gasta cada año 170 millones de euros en prevenir y apagar incendios. Sin embargo, olas incendiarias como la de los días 14 y 15 de este mes tienen detrás una clara intencionalidad que busca generar miedo. ¿Para qué? Esa pregunta, como otras, aún no tiene una respuesta clara, pero la evidencia es que arde más el monte abandonado que no da dinero y que la tragedia del fuego se ceba con los concellos del interior que son presa de la crisis demográfica y el envejecimiento poblacional.

el mapa del fuego

El «oasis» de A Mariña

La última ola incendiaria afectó a 137 de los 313 concellos gallegos. El 44 % del total. Sin embargo, A Mariña luguesa, y en menor medida el norte de la provincia de A Coruña, escapó por completo al fuego. Ni uno solo de sus quince municipios fue pasto de las llamas. El dato confirma la tendencia, porque estas tres comarcas son las que menos incendios sufren cada año en la comunidad. Condiciones climáticas aparte, «aquí los intereses económicos de los vecinos están en gran medida en el monte y eso hace que estén muy involucrados, porque están sacando un rendimiento importante», explica Daniel Villapol, empresario maderero de Trabada, un concello modélico en gestión y ordenación forestal. Ese interés es colectivo, ya que la industria maderera es la que engrasa toda la economía local.

Ordenación

Menos maleza y discontinuidades

Un monte productivo exige una ordenación, que es la mayor prevención contra el fuego. «Si les prenden fuego a nuestros montes, arderán, pero tenemos una defensa que es que hay un monte cortado y otro sin cortar, no hay maleza y eso evita continuidades de masa forestal, que es lo más peligroso», explica Villapol. «El problema de los incendios se agudiza cuando el monte no tiene valor y eso genera abandono», añade.

abandono

Despoblación y envejecimiento

Si la improductividad del monte es un factor determinante en el asunto del fuego, este va casi siempre asociado a dos graves problemas que sufre Galicia: la pérdida de población y la cada vez mayor edad de sus habitantes. En amplias zonas del interior ya nadie explota el monte ni lo limpia porque literalmente no puede por edad y salud. Estos puntos son auténticos polvorines, ya que en caso de incendio favorecen la propagación de las llamas y que los fuegos sean devastadores.

el eucalipto

Una leyenda negra poco fundada

Esta especie es la gran señalada cuando Galicia sufre una ola incendiaria. Sin embargo, es la que más abunda en A Mariña de Lugo, donde se registran menos fuegos, y no existe en Ourense, la provincia que padece este problema con más violencia. Se dice que es pirófita, como si ello implicara que es pirómana, cuando simplemente significa que está adaptada a sobrevivir tras un incendio. También son pirófitos el tojo o la sobreira [alcornoque] y gozan de mejor fama. Juan Picos, profesor de Selvicultura en la Escola de Enxeñaría Forestal de Pontevedra, explica que el eucalipto, cuando es joven, arde mal porque tiene una hoja muy verde y alto contenido en agua. El problema surge, nuevamente, cuando existe abandono. «En estas circunstancias, el eucalipto, el pinar y las especies que generan mucha biomasa arden con más intensidad», señala.

una oportunidad

La UE necesita madera

Galicia es una potencia forestal, con el 50 % de las talas en España pese a representar solo el 7 % del territorio. La madera es un producto deficitario en la UE, de ahí que represente una oportunidad económica para la comunidad precisamente donde más falta hace: en el medio rural. Elier Ojea, presidente de confederación Confemadera, reclama un pacto político y social que permita poner a producir el monte hoy abandonado, un 33 % del total. «Y en ese plan hay sitio para todas las especies», sentencia.