El libro «Bankia desde dentro», del periodista Juan Emilio Maíllo, narra los años más convulsos de la entidad y cómo se gestionó el resurgimiento
21 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Bankia nació con la meta de dejar atrás las malas prácticas de las cajas que conformaron la entidad. Y después de una década de aquel episodio que marcó la historia económica de España, nadie duda de que José Ignacio Goirigolzarri alcanzó su objetivo. Pero tampoco que el banco ha sido uno de los mayores exponentes de la crisis financiera. Pero la de Bankia también es una historia de resurgimiento. De cómo en poco más de una década logró su saneamiento, operar con normalidad y cerrar su capítulo en la fusión con CaixaBank. Entre medias, tensas negociaciones, reuniones de infarto y una pesada losa judicial muy difícil de gestionar.
Esta es la historia que narra el periodista Juan Emilio Maíllo Belda en su libro Bankia, desde dentro (Ed. Deusto), que se publicará el próximo 24 de mayo. El que fuera director de comunicación externa de la entidad detalla cómo se afrontaron esos años convulsos, marcados también por el rescate y un nuevo equipo directivo del que se desgranan asuntos desconocidos hasta ahora. Entre ellos, una jornada de principios del 2015 que podría haber cambiado para siempre el rumbo de la entidad, justo cuando el mercado intentaba averiguar quién asumiría el coste de las pérdidas sufridas por los inversores que acudieron a la salida a Bolsa de Bankia en julio del 2011, con Rodrigo Rato aún al frente de la entidad.
No eran buenos tiempos para el banco, que ya sentía el peso del famoso informe de los peritos del Banco de España que habían dictaminado que la entidad engañó a los inversores con unas cuentas falsas (informe rebatido por el Supremo). Bankia debía presentar sus cuentas anuales el 2 de febrero de aquel 2015. Pero no iba a hacerlo sin poder dar el dato de quién, cómo y en qué cuantía debía asumir ese coste judicial para resarcir a los afectados. Y aquí, la tensa relación con el Gobierno de Mariano Rajoy —más bien, con alguno de sus miembros— quedó más patente que nunca. Tanto, que pudo acabar con la salida del consejo, incluido Goirigolzarri. Tal y como se narra en el libro, había dos bandos diferenciados. Por un lado, los que pensaban que la mejor solución era fijar una cifra límite al impacto que asumiría Bankia. Esa línea contaba con el apoyo del ministro de Economía, Luis de Guindos. Por otro, quienes se oponían a ese límite. Entre ellos, la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE), dependiente del Ministerio de Hacienda comandado por Cristóbal Montoro.
Guerra de poderes
«La tensión fue alta, altísima, seguramente la mayor que habíamos registrado en la relación con el Gobierno. Esto iba más allá de una injerencia política», señala Maíllo. Así que la reunión del Consejo prevista para el 29 de enero de 2015 para aprobar aquellas cuentas anuales terminó dando un giro radical: los resultados no se publicarían sin tener claro que el accionista principal (BFA, es decir, el Estado) aceptaría la decisión final sobre el reparto del coste judicial de la salida a Bolsa. Decisión que debían tomar los consejeros independientes. Tal y como se narra, estos ocho independientes, incluidos tres considerados más próximos al Gobierno, expresaron que llegado el caso de que el Ejecutivo no les hiciera caso, estarían dispuestos a poner sobre la mesa su posible dimisión.
La alta dirección del banco, aquellos que se incorporaron al ‘proyecto Bankia’ en mayo del 2012, «valoraba la misma determinación». Y en este grupo entraban el propio Goirigolzarri y el que fuera su número dos durante años, José Sevilla. Finalmente, la sangre no llegó al río. Bankia asumió el 40 % de la indemnización y la matriz BFA, el otro 60 %. Lo que vino después es parte de la historia financiera de España.
El golpe de las preferentes, el gran engaño financiero
Además de la salida a Bolsa y los desahucios, la otra gran batalla judicial que golpeó a Bankia fue la de las preferentes. Hubo miles de afectados que perdieron buena parte de sus ahorros con estos productos comercializados con prácticas más que cuestionables en las sucursales de las cajas de ahorro que conformaron la entidad que, consciente del hartazgo de sus clientes, intentó apoyarse en Bruselas para buscar una solución.
Según el libro, Goirigolzarri se vio en el BCE con Peter Praet, economista jefe del supervisor. Sus intenciones eran claras: «Menos mal que vienes tú porque no entiendo la posición del gobernador» (José María Linde, entonces al frente del Banco de España, que siempre defendió dar un valor a las preferentes). «Seguro que tú compartes que las preferentes no valen nada, que los preferentistas tienen que perder todo lo invertido para reducir la aportación de dinero público», reproduce el texto. Goirigolzarri presentó varias opciones a Bruselas para resarcir a los afectados, pero el ‘no’ era una constante. Finalmente, y ante el aluvión de sentencias favorables a los clientes, se impuso un sistema de arbitraje para resarcir a los afectados. Fue de los momentos más difíciles para la entidad.