Luis Pérez tuvo una sobredosis y hoy es terapeuta especialista en adicciones: «Se me endureció todo el cuerpo y no podía respirar»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Luis Pérez es terapeuta especializado en adicciones tras recuperarse de su propia adicción.
Luis Pérez es terapeuta especializado en adicciones tras recuperarse de su propia adicción.

El expaciente cuenta que se inició en el consumo de cocaína durante la adolescencia y la enfermedad fue escalando hasta llegar a condicionar cada aspecto de su vida

31 ago 2024 . Actualizado a las 17:01 h.

Luis Pérez es terapeuta especializado en el tratamiento de las adicciones. Tras pasar años de su vida consumido por una adicción a la cocaína, llegó a tocar fondo en varias ocasiones antes de admitir, finalmente, que no tenía el control de la situación y que necesitaba ayuda. Reconocerlo fue el principio de un camino hacia la recuperación que lo llevó a encontrar este nuevo propósito de poder ser esa ayuda para otros. Por eso, en el Día Internacional de Concienciación sobre las Sobredosis, decide contar su historia. Una de la que no se avergüenza, señala, aunque sí se arrepiente del daño que su consumo ha causado a su familia y a su entorno.

Los inicios

Cuando piensa en sus primeras experiencias con las drogas, Luis evoca una etapa de experimentación adolescente. «Era joven, no sabía las consecuencias que eso iba a tener en mi vida. Empecé a los 14 años con cannabis, después seguí con el alcohol y a los 17 pasé a consumir cocaína. Fue por querer pasarlo bien un fin de semana con amigos, querer probar, querer tener sensaciones nuevas», cuenta.

En su caso, jugaron un papel importante dos elementos que son decisivos para muchas personas en su situación: la predisposición genética a las adicciones y, por otro lado, el entorno que lo rodeaba. «Las compañías fueron un detonante, porque yo estaba en un círculo en el que se consumían sustancias como cannabis y cocaína», recuerda.

Al mismo tiempo, su historia familiar lo había marcado desde la infancia. Su padre, alcohólico y consumidor de cocaína, se había alejado de la familia tras separarse de la madre de Luis. «Yo crecí sin él. No tuve un referente que me pusiera límites o normas, no tuve esa figura de autoridad. Muchos años después entendí que la manera más cercana que tenía de estar con mi padre era ser como él», explica.

Perder el control

Luis fue entrando en contacto con la droga de manera paulatina, pensando, todavía, que controlaba su consumo. «No me imaginaba llegar al punto de enfermedad al que llegué. Casi sin darme cuenta pasé de consumir los fines de semana a los viernes, los jueves, luego, cuando tenía un mal martes o un buen miércoles también», cuenta.

«Si tengo un mal día, lo hago para sentirme mejor. Si tengo un buen día, lo hago para celebrar, si mi cumpleaños cae un martes, ese martes también consumo, si hay fútbol consumo, y cuando te das cuenta, te da igual que sea lunes, martes o domingo por la tarde. Es una progresión invisible, te empiezas a poner justificaciones y la droga te da la sensación de que controlas», explica.

Poco a poco, empezó a gestarse la adicción. Catalogada por la OMS como una enfermedad física y psicoemocional que crea dependencia o necesidad hacia, en este caso, una sustancia, la adicción requiere un tratamiento y un acompañamiento específicos para ser superada. No se trata de un problema de actitud o de personalidad, sino que es, como enfatiza la entidad, una patología.

«Con 16 años empecé a trabajar y mi sueldo prácticamente fue al consumo de cannabis. A los 17, cuando empecé con la cocaína, parte de mi sueldo la destinaba a eso», recuerda Luis. Pero el precio elevado de esta sustancia supuso una barrera para el acceso que limitaba su consumo.

Esta barrera fue derribada cuando el joven montó una empresa de trabajos en altura, una de las pocas que ofrecían estos servicios en Cataluña, y vio crecer sus ingresos. «Cuando empecé a ganar mucho dinero, mi consumo se descontroló y llegué a gastarme muchísimo en esto. Me enganché y me pasé varios años consumiendo, rompiendo relaciones, destruyendo mi trabajo, mi economía y mi salud», lamenta.

Durante este período, confiesa que les mentía a sus familiares y amigos para ocultar la gravedad de su situación. Pero no solo la ocultaba ante ellos: él mismo no reconocía que su consumo fuese peligroso. «Mi familia intenta hacerme ver que tengo un problema y que necesito ayuda, pero yo respondo que estoy bien, que no me pasa nada, que no tengo ningún problema. Yo iba trampeando, aparentando que había dejado de consumir, falsificando analíticas, me hacía tests de orina y los manipulaba. Entonces, tenía a mi familia engañada», cuenta.

«Cuando se daban cuenta de que estaba consumiendo, les prometía que lo iba a dejar. En el fondo, sabían que seguiría consumiendo, pero era tan duro para ellos aceptar que yo era un adicto que intentaban mirar para otro lado para ver si eso se solucionaba», dice Luis.

La otra cara del estigma

Parte del problema que supone la estigmatización de las adicciones y del consumo de drogas es que se generan prejuicios sobre el tipo de personas que consumen. Estos estereotipos no solo hacen daño a quienes entran dentro de ellos, sino también a las personas con adicción que no se parecen a la visión que la sociedad tiene de un adicto.

Así lo explica Luis en un capítulo de su pódcast, Adicciones al descubierto: «Yo era una persona que ganaba dinero, que tenía su casa y su empresa, que era responsable. No era el estereotipo de una persona tirada en la calle o durmiendo en un cajero. Pero hay mucha gente que nunca pensarías que son adictos y lo son, padres de familia, gerentes de empresas que se están metiendo 30 gramos de cocaína a la semana. Esto me pasaba a mí, yo iba a trabajar con camisa y corbata y me estaba metiendo 35 gramos de coca a la semana».

El hecho de no tener el aspecto o la vida que comúnmente se le atribuye a una persona con una adicción hizo que fuese más difícil para él y para sus seres queridos aceptar la gravedad de su problema, demorando el acceso al diagnóstico y al tratamiento. Pero, al final, la adicción empezó a dejarse entrever a través de un estilo de vida cada vez más desestructurado. «Las parejas que tenía se me iban, mis amigos desaparecieron porque no querían estar al lado de alguien que viviera desde, por y para el consumo. Yo no podía estar en pareja bien, porque estaba destrozado, estaba drogado pero al mismo tiempo estaba sufriendo muchísimo», cuenta.

Tocar fondo

Mientras Luis se esforzaba por aparentar que todo iba bien, la adicción condicionaba su vida cada vez más. «Si mi camello me citaba a las tres, a las dos y media salía de la comida, no podía llegar tarde porque toda mi vida giraba en torno a eso. Recuerdo un episodio en el que me encerré en mi casa tres días consumiendo cocaína, no fui a trabajar y mi familia se puso a tocar el timbre, se quedaron horas. Tumbaron la puerta para sacarme de allí», recuerda.

En otras ocasiones, salía de fiesta y después no recordaba cómo volver a casa. «Una vez, llevaba tres o cuatro días sin dormir, de fiesta en Madrid. Me encontraba solo, tirado en la puerta de un after y no sabía cómo volver a casa. Aquel día tuve la sensación de tocar fondo, me daba vergüenza», cuenta.

Así fue como llegó a tener una sobredosis. A instancias de su madre, Luis había ido a vivir a la casa de ella, para estar bajo su supervisión. Un día, se encerró en su habitación a consumir cocaína. «No podía parar de hacerlo, llevaba días así, y fui aumentando el consumo hasta que me dio un ataque al sistema nervioso, tuve un ataque de pánico y una crisis epiléptica muy difícil en la que tuvieron que asistirme médicamente», explica.

«Se me endureció todo el cuerpo y me tragué la lengua, empecé a ahogarme, a no poder respirar, me puse a hacer ruido en la habitación para que se dieran cuenta de que estaba pasando algo y me rescataran. Entró mi madre y llamó a la ambulancia. Pensamos que yo iba a morir. Lo próximo que recuerdo fue despertarme en el hospital con mi familia llorando al lado», dice.

Existen diferentes circunstancias que pueden llevar a una persona a sufrir una sobredosis por consumo de drogas. En muchos casos, el individuo toma una cantidad elevada de sustancias con fines suicidas. Esta es una de las situaciones más habituales. Pero, como explica Luis desde su faceta de terapeuta, «la sobredosis le pasa también a personas que han sido consumidoras, que han dejado de consumir y, cuando tienen una recaída, toman la misma cantidad de droga que antes de dejarlo. El que vuelve a consumir droga de nuevo no lo hace de a poquito. Entonces, el cuerpo no está preparado para eso y no lo soporta. Hay personas que llegan a tener un brote psicótico».

Recuperación

Para él, la sobredosis fue el punto de inflexión. En cuanto le dieron el alta, decidió buscar un centro de rehabilitación. «Muchas personas llegamos a pedir ayuda solo después de un hecho traumático o doloroso, cuando las consecuencias de seguir son mayores que los beneficios para nosotros», dice.

Pero no fue fácil recuperarse. «Pasé por diferentes centros y tratamientos hasta que llegué al modelo adecuado», cuenta. La parte más importante de un tratamiento para la adicción, explica, no es la farmacológica. «La medicación puede utilizarse para la desintoxicación cuando retiras una sustancia, pero para evitar las recaídas lo que se utiliza son pautas psicológicas que la persona debe aplicar. Para recuperarte, tienes que cambiar de vida, de amigos, igual tienes que cambiar hasta de pareja o de residencia. Si uno acepta esas pautas, es más fácil recuperarse. Pero querer sostener la misma vida que tenías sin consumir puede ser muy difícil», señala.

En uno de los centros en los que estuvo, conoció a un terapeuta que se había recuperado, a su vez, de una adicción. Esta perspectiva le dio esperanzas a Luis y le llevó a pensar que él también podría salir de esa situación y ayudar a otras personas. Con este nuevo propósito, sus intenciones de no recaer se vieron reforzadas.

«El tratamiento te desintoxica y te deshabitúa, pero también da la oportunidad de conocerte a ti mismo, de hacer un proceso de introspección y ganar autoestima, confianza, seguridad, habilidades sociales y de gestión emocional, entonces, vas a estar mejor. Es una enfermedad pero se puede salir. Puedes llegar a estar mejor incluso que antes de desarrollar la adicción», asegura.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.