Corea del Sur lidera el consumo exterior de las patatas fritas Bonilla a la Vista

Toni Silva ARTEIXO / LA VOZ

ECONOMÍA

CESAR QUIAN

La empresa de Arteixo acaba de invertir 600.000 euros en su puesta a punto para adaptarse al mercado internacional

18 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Al sur del tenso paralelo 38 crujen patatas fritas elaboradas en el concello coruñés de Arteixo. O, dicho de otra manera, Corea del Sur se ha convertido en el mejor cliente de la mítica marca Bonilla a la Vista, una empresa familiar que crece exponencialmente en el mercado asiático con Seúl como trampolín. «En los concesionarios Hyundai ofrecen nuestras patatas», explica Fernando Bonilla, antes de cederle la palabra a César, su padre, el factótum de esta compañía que se ha colado en la geopolítica mundial con su trabajo desde el polígono de Sabón.

Esa demanda exterior ha obligado a inflar el músculo de la empresa. Durante el último año, una inversión de 600.000 euros ha servido para modernizar la fábrica. Con la mitad de esa cifra se acaba de construir una nueva línea de producción donde se desarrolla todo el proceso del alfa de la patata original al omega de la bolsa cargada con 150 gramos. «Pero en Corea no quieren bolsas, solo latas», explica César Bonilla. Así que cada mes envían una media de 7.500 latas de patatas fritas que han cogido mucha fama en este país de 50 millones de habitantes inoculado por la moda del snack.

¿Y en qué se han invertido los otros 300.000 euros? En una espectacular novedad: un soplador de patatas, pero no para enfriarlas, sino para apartar del proceso las que estén quemadas o no presenten el dorado preestablecido. César lo llama el ojo mágico. Realmente funciona como un radar de la Guardia Civil: cuando la patata infractora entra en la máquina, es localizada y seguida hasta el extremo contrario, donde un soplido la retira y evita que se cuele en las bolsas. Si la demanda lo exige, la vieja y la nueva línea podrán trabajar a la vez. «La fábrica ha queda lista para afrontar los próximos años, al margen de ajustes y contratiempos que surjan», explica Miguel Louzán, responsable de la contabilidad.

Toda esta inversión se ha traducido también en la creación de unos diez empleos, con lo que la familia Bonilla (así se definen, familia) ronda el centenar de trabajadores entre la fábrica de Sabón y los empleados de las churrerías de A Coruña. Directiva y plantilla han de torear los vaivenes del mercado de sus materias primas. «No todas las patatas valen y el aceite se ha disparado a 4 euros el litro en el último año, cuando antes no llegaba a 3». Y aquí se consumen 800 litros de aceite de oliva al día.

Pero confían en que todo el esfuerzo será compensado con la demanda del mercado internacional, liderada de calle por Corea del Sur a través de la compañía Farm Factory. Pero Bonilla lleva ya varios años inoculándose en las tiendas del Reino Unido, Suiza, Francia, Italia, Holanda, Alemania. También Panamá y Estados Unidos, con Boston como puerta de entrada. Y siempre con servicio a domicilio en cualquier rincón del mundo. Como ejemplo, el reciente envío para dos eventos celebrados en Washington. Da igual el volumen de la demanda. «Este fin de semana hay una boda en Grecia para la que nos han pedido nuestras patatas».

¿De dónde surge el nombre de la compañía?

Bonilla a la Vista no es precisamente un nombre muy convencional. César Bonilla lo explica así: «Cuando mi padre dejó la Marina fundó la empresa, pero el apellido ya estaba registrado por otros familiares, incluso Bonilla el Pequeño, así que utilizó la fórmula que tantas veces repitió cuando llegaba tarde al barco de guerra en el que estaba instalado y le preguntaban: “¿Quién va?”, y el respondía: “El cabo Bonilla a la vista”».