Pese a la declaración de la OMS, no existe unanimidad científica sobre sus efectos tóxicos en la salud humana
12 ago 2018 . Actualizado a las 15:11 h.El glifosato empezó a comercializarse en Estados Unidos en 1976 y en Europa en el 2002. En la actualidad es el herbicida más consumido del mundo porque es eficaz, rápido y barato. A día de hoy no existen alternativas en el mercado que ofrezcan similar rentabilidad para los agricultores. Es algo que saben los profesionales del campo gallego. Solo en uso agrario, Galicia gasta en este producto en torno a diez millones de euros al año. A ello hay que añadir su empleo en la limpieza de cunetas, aunque también es verdad que cada vez más hay un mayor número de municipios gallegos que se han declarado libres de glifosato.
Pero la cuestión es otra. ¿Es o no cancerígeno? Sobre esta cuestión, y pese a la sentencia de Estados Unidos y a la propia declaración de la OMS, no existe unanimidad científica sobre sus efectos tóxicos en la salud humana. La Agencia Internacional del Cáncer (IARC), que depende del organismo sanitario, la ha catalogado de «probablemente cancerígena», lo que significa que «existe evidencia limitada de una asociación con el cáncer en seres humanos, pero pruebas suficientes de asociación con el cáncer en animales de experimentación». Las lámparas de bronceado, la carne procesada o los gases de combustión de los automóviles han recibido, por ejemplo, la misma catalogación. «Que sea probable es diferente a afirmarlo categóricamente», aclara Aaron Blair, de la IARC. Por contra, los estudios de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos o del Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos no consideran que el glifosato sea carcinogénico para los humanos. El debate sigue abierto.