La vida después de la lotería

GALICIA

Un hostelero de Xove invirtió el pellizco que le dio un tercer premio y creó 30 empleos. Otros afortunados por la suerte invirtieron en caprichos y en vivir de rentas

13 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

En el cruce que gira hacia el puerto de San Cibrao, en la carretera que une Viveiro y Ribadeo, se levanta un hotel. Es O Castelo. Lleva ahí treinta años. Hace seis, en las Navidades del 2002, en la cafetería del establecimiento llovió champán, aunque no corrieron tantos litros como millones dejó un tercer premio de la lotería. El viernes pasado la cafetería también estaba animada. Antonio Maseda, el dueño del establecimiento y uno de aquellos afortunados, entró por la puerta móvil en mano. «Viña de alí abaixo, da carpa», explica. Nunca ha querido confesar, ni aún ahora, con los años, qué cantidad le otorgó aquel día la fortuna. Habla de «un pellizco», un golpe de suerte que lo que hizo fue multiplicar su trabajo. Cada papeleta de diez euros que repartió aquel año llenó la cartera de sus clientes con 4.026.000 pesetas (más de 24.000 euros). Hubo algunos que engrosaron sus cuentas bancarias con hasta veinticinco millones de pesetas (150.000 euros). El premio convirtió a su establecimiento en un centro de peregrinación al que cada año cientos de fieles llegan para llevarse una participación. «Tivemos que mercar dous números para o Nadal porque un xa non chega», comenta.

«Hoxe estamos un pouco apurados, temos a inauguración do Torno Beach», apunta. El Torno Beach es una carpa de verano que estuvo parada durante dos temporadas por falta de personal. El viernes acabó ese paréntesis para volver a la actividad, en horario continuado hasta las tres de la madrugada.

Un emprendedor

Pero esa terraza, ubicada junto al arenal de San Cibrán, no nació con el «pellizco». Antes de que llegaran los billetes verdes, el dueño de O Castelo era ya emprendedor y, ante todo, hostelero. A los diecisiete años se fue de casa, a los diecinueve llamó a la puerta del consulado noruego en Bilbao, dejó un currículum para pedir trabajo y acabó surcando los mares de América, Australia, Japón, Europa, los países nórdicos, África, el golfo Pérsico o las islas centrales del Caribe. También estuvo enrolado en buques de pesca y regentó cafeterías en Ribadeo antes de comprar O Castelo, atraído por los 10.000 trabajadores que operaban entonces en la fábrica de Alúmina.

Aunque no pasó por la Facultad de Económicas, la vida le enseñó uno de los principios fundamentales que tratan de inculcar a los alumnos cuando comienzan la carrera: nunca hay que colocar todos los huevos en la misma cesta, no vaya a ser que caiga, rompan todos y no haya con que hacer tortilla.

Esa misma doctrina pareció inspirarle la dirección del corcho de la botella de champán que descorchó para celebrar el premio. «Cando tes cartos e non os gastas e os gardas, o valor vai indo a menos. Se os tes e os invistes, xa non tes cartos, pero tes inmobles...». Ahora del pellizco, en líquido, no queda nada, pero hay muchos troncos nuevos de los que hacer un ciento de astillas.

«Todo aquilo investino e por iso hai que traballar máis agora», explica. El pellizco se convirtió en una mueblería en Xove y un edificio entero en el mismo pueblo, un bajo de 600 metros cuadrados en una de las mejores áreas de Ribadeo, dos mueblerías más en esa villa marinera y en Ortigueira, una casa de turismo rural y una finca de 50.000 metros cuadrados. Ahí, en ese espacio, ubicado en Teixide, a solo unos kilómetros del lugar en el que nació es donde acude a relajarse el dueño de O Castelo.

Pequeño zoo

La finca está justo detrás de la casa de turismo rural, un edificio de indianos con un palomar desde el que se observa todo el mar de A Mariña. «Aquí teño codornices, faisanes, perdices, patos, galiñas, galos...», comenta, mientras un par de pavos reales pastan en uno de los laterales de la finca.

Al fondo están sus avestruces. Dos ejemplares mansos que miran con confianza a su dueño. «Bonita, mira, ven aquí», la llama, mientras trata de galopar a lomos del ave. «Encántanme os animais, velos nos documentais que poñen na tele...», apunta. Entre su cúmulo de aves tiene también perros y ponis. «Hai un pequeniño, ten un mes e pico e xa o collín os primeiros días para que collera confianza. O pai é máis nervioso porque os ponis, son moi nerviosos», explica.

Los animales son uno de sus pasatiempos favoritos. Puede que algún día hasta vaya a un viaje por África. «Gustaríame, pero xa viaxei tanto por traballo», explica mientras observa a su fauna.

Este hombre que transformó su empresa hostelera en un pequeño holding «por suerte» en el que trabajan unas treinta personas es un ejemplo para los que tengan un golpe de Fortuna. «¿Investir os cartos? Eso depende de cada persona. Son moi emprendedor, gústame ser coidadoso con cada cousa que fago. Ata o de agora tiven sorte, ao mellor e eso o que me empurra a ter negocios», reitera.

Aunque es trabajador, algo que engancha, también le gusta darse de vez en cuando un capricho. «O mellor capricho é unha boa botella de viño, un bo cava e unha boa comida cunha boa compaña», comenta. Esa perfecta compañía, asegura a conciencia, son los amigos y la familia.