¿Se ha adelantado la dieta a los bebés?

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CAMBIOS EN LA ALIMENTACIÓN Algunos estudios han vinculado el retraso en la incorporación de algunos alimentos con el desarrollo de alergias. Por eso los pediatras insisten en que es mejor no postergar su introducción en las comidas del niño. Los expertos responden cuándo debemos empezar a dar gluten, frutos secos o el pescado, los alimentos más alergénicos.

03 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es tener un hijo y enseguida cambia el lenguaje. Nos hacemos a calendarios de vacunas, a tiempos distintos en el sueño, a abuelos o abuelas que pronto nos guían en la experiencia del ‘eso se hizo así toda la vida’ y a papillas para las que se necesita toda una guía médica. Así que cuando un bebé entra en casa, también surgen las preguntas que suelen abrir una inmensidad de dudas; en especial si arrancan en los corrillos del parque: ¿pero tú ya le das yogur? ¿Pero ya toma huevo? ¿No le has dado todavía pescado?

La alimentación complementaria genera debate, sobre todo, desde que hace unos meses la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica concluyó que la introducción más temprana de algunas comidas (como el huevo o el pescado, que en general se suelen dar a partir del año) favorecen la aceptación por parte del sistema inmunológico. Es decir, que no producen tanta alergia si se dan antes.

CACAHUETES

La inclusión de algunos de estos alimentos en la dieta de los niños de menos de 12 meses supondría, según esas conclusiones, un cambio de estrategia total en las pautas pediátricas, hasta ahora habituadas a retrasar aquellos alimentos que podrían ser más alergénicos, como el huevo, el pescado, o los frutos secos. Precisamente, uno de los impulsores de esta teoría, el científico Gideon Lack, demostró a través de un estudio que hizo en el Reino Unido que el consumo de cacahuetes dentro de los 11 primeros meses de vida reduce en un 80 % el riesgo de desencadenar su alergia. Y en la misma línea, hay quienes mantienen que en los países en desarrollo -en los que el paso de la lactancia a la alimentación sólida se hace de forma brusca- la incidencia de las alergias es menor. «Hay que tener claro que la recomendación no es que haya que introducirlos precozmente -matiza la doctora Ana Moreno, adjunta del servicio de Pediatría del Chuac y experta en Gastroenterología y Nutrición Pediátrica-, lo que se dice es que no es aconsejable retrasarlos, que es muy distinto». «Esa es la indicación, que sí supone un cambio sobre lo que hacíamos en base a estudios del 2008 o el 2010, ahora se ha evidenciado a partir de investigaciones sobre frutos secos y el gluten que es mejor no retrasarlos».

La alimentación complementaria, explica Moreno, viene marcada por las necesidades energéticas del niño, porque a partir de los 4 meses la leche materna es insuficiente, dado que cambian las necesidades nutricionales del bebé. En general, hay unas guías que aporta la Sociedad Europea de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica que hablan de un marco, de una ventana, entre los 4 y los 7 meses. «No antes de los 4 -insiste la doctora- y no más tarde de los 7; y siempre es aconsejable mantener la lactancia materna en ese período». Sin embargo, Ana Moreno, al igual que su colega Cristina Cabezas, pediatra de la Maternidad HM Belén, indican que esa alimentación complementaria tiene su raíz en los aportes de hierro que quedan escasos, pero también en la base cultural, porque esa dieta varía de unos países a otros.

CAMBIOS EN EL GLUTEN

«La recomendación respecto al gluten sí se ha modificado -añade Ana Moreno-, hace unos años decíamos que había que empezar a darlo a partir de los 9 meses, ahora, en cambio, se recomienda introducirlo en cualquier momento entre los 4 y los 12 meses, siempre en pequeñas cantidades al inicio, por supuesto. Pero esto no significa que haya que tomarlo antes, simplemente se dan unas recomendaciones más amplias, y se insiste en que no se postergue porque se ha demostrado que retrasarlo puede afectar al desarrollo de la enfermedad celíaca», matiza. ¿Hay una fecha concreta para que empiecen a tomar pescado, huevos, o frutos secos? «Respondo lo que le digo siempre a mis pacientes: usted no tiene por qué darle huevo a los 9 a los 8 o a los 7 meses, porque no tenemos una base científica sobre cada alimento. Lo que sí sabemos es que las alergias más comunes en nuestro medio son la leche, el huevo, el pescado y los frutos secos, pero no podemos dar una recomendación específica para cada uno, solo incidir en que no debe retrasarse su introducción dentro de ese marco». Como ella, Cristina Cabezas mantiene que lo mejor el primer año de vida es la leche materna, y continuar con la lactancia mientras introducimos la alimentación complementaria. Si no fuese posible, entonces existen las fórmulas de inicio (hasta los seis meses) y las de continuación (hasta el año), porque a partir de ese momento el niño puede tomar la fórmula de crecimiento o leche entera, «dado que no hay ningún motivo para restringir grasas a esa edad».

Eso sí, las dos doctoras explican que ni la sal ni el azúcar hacen falta en esa primera alimentación complementaria, después, lo normal es seguir las recomendaciones habituales de una dieta sana y saludable dentro de ese contexto familiar concreto. Con todo, y partiendo de la base de que cada pediatra puede variar en función del niño la guía de su alimentación, Cristina Cabezas apunta cuál es la guía que siguen en el Belén: a los 4 meses los bebés comienzan con los cereales sin gluten; a los 5, con frutas como la manzana, la pera o el plátano (se dejan fuera las más alergénicas como kiwi o melocotón); a partir de los 6 meses se dan verduras con carne: primero pollo, luego pavo, ternera y finalmente cordero; a los 6-7 meses (cereales con gluten); a los 9 (huevo, primero un trocito de yema cocida y más tarde, a partir del año, la clara cocida). A los 9/10 meses, se introduce el pescado blanco, y a los 12-15 meses, el azul. A partir de los 15 meses el niño ya podría tomar el resto de frutas.

Cristina Cabezas avanza la última tendencia en alimentación a partir de los 6 meses, la Baby Led Weaning, que consiste en darle al niño trozos grandes de comida cocinados, en lugar de triturarlos, o trozos de fruta madura para fomentar su autonomía y responder a las señales de su propio cuerpo, como el hambre y la saciedad, y siempre bajo vigilancia para que no se atraganten. Seguro que a alguna abuela esto ya le suena.