
Toda la Galicia marinera tiene familiares o amigos que han vivido la aventura del bacalao durante el siglo pasado. Las aguas de Terranova, Flemish Cap, el puerto de Pasajes, el barrio de Trintxerpe, Saint Pierre et Miquelon, la banquisa o la Pebsa son vocablos familiares. Recuerdos, si no de experiencias vividas en primera persona, de las que nos han narrado. Muchas de esas vivencias nos llegaron por transmisión oral. Y en aquel mundo analógico el asombro no precisaba de imágenes. Jornadas enteras picando hielo, una ola que lo saca a uno de la cubierta y otra que lo vuelve a meter, amputarse un dedo y seguir trabajando sin enterarse a causa del frío, días y días cerrados en niebla sin radar... Historias que cautivaban y encogían el corazón.
Una desgracia de otros tiempos pero acaecida en la era digital, nos ha catapultado de golpe al caladero de Terranova vía redes sociales. El Villa de Pitanxo ha apartado de los sillones de tertulianos a vulcanólogos y virólogos dejando sitio a patrones e ingenieros de pantalán. Ayer no sabían el significado de palabras como capa o marea y ahora nos analizan el cómo y el por qué se hundió el barco. Si se supiese el daño que hacen a profesionales y familiares afectados, más de uno perdería el carné de sabelotodo que les han regalado.
Terranova es un caladero muy duro, de los peores, un infierno que retrata a cualquier patrón que quiera sobrepasar las leyes de la física. Por eso no hay novatos ni aventureros, hay profesionales contrastados que evalúan todos los imponderables, veteranos que conocen lo que tienen entre manos y hasta dónde se puede llegar, que la actuación sobre ese mar no está sujeta a las mismas reglas que Gran Sol o Malvinas. Cada caladero es un mundo y cada forma de proceder distinta.
Debe quedar claro por encima de todo que cuando un barco se hunde no es por una única causa, sino por un cúmulo de factores; y que si el patrón decidió trabajar, el mar no estaba peor que otras veces seguro, y que tampoco metió la red en popa de forma diferente a lo habitual. Que un barco trabaje y otro capee no es nuevo ni anormal, pasa allí y aquí en el Cantábrico. No hay dos barcos iguales ni dos patrones parecidos, ni una única vara de medir. Cada uno es responsable de sus actos en la prevención de riesgos laborales.
Terranova no engaña a nadie, cuando alguien se embarca con destino a aquellas aguas en invierno sabe de sus aconteceres, y seguramente de sus emolumentos. La mar es una balanza de pros y contras, todos elegimos en función del equilibrio de los platillos, hacia dónde se incline nuestra actuación futura.
Que el patrón y su sobrino hayan sobrevivido no debiera ser causa de suspicacias, será más fácil para un esclarecimiento de la Comisión de Accidentes Marítimos, investigación que se lleva a cabo en todo buque accidentado de nuestro pabellón y que mucha gente solicita ahora desconocedora del protocolo de la Administración.
Es muy difícil incluso como profesionales ponerse en la piel de los familiares porque todos estamos sobre la misma mar, esa en la que elegimos vivir, no morir.