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El futuro del centenario IEO

Jaime Mejuto INVESTIGADOR DEL INSTITUTO ESPAÑOL DE OCEANOGRAFÍA

SOMOS MAR

31 mar 2021 . Actualizado a las 08:52 h.

Los análisis macro, al proponer posibles soluciones a la crisis de gestión de este organismo público de investigación (OPI), suelen tener la virtud de parecer casi todos plausibles. Pero raramente pueden ser aplicados bajo un modelo político en el que predomina la acción cortoplacista y falta presupuesto.

Los posibles efectos beneficiosos y negativos raramente son evaluados de forma global y reflexiva. Por otra parte, cuando el análisis trata de hacerse a pie de obra, dentro de la praxis que la Administración General del Estado (AGE) permite o necesita para sus objetivos, con frecuencia se escuchan críticas de falta de miras o incluso de vieja guardia reaccionaria.

La gestión hipercentralizada

Si algo ha faltado en el Instituto Español de Oceanografía (IEO) en los últimos lustros es debate interno, visión plural, reflexiva y crítica sobre los problemas identificados hace tiempo. Y órganos de participación leales con la tozuda realidad que fuimos viviendo cada día y que se manifestó como el silencio de los corderos. Señalar la preocupante tendencia en la gestión desde aproximadamente el 2008, cada día más centralizada, deshumanizada, compleja y con menos recursos fue tachado -como es habitual- de pesimista, desleal, irresponsable o similares calificativos. Es conveniente recordar que la secuencia partió, entre otras causas, del colapso administrativo de una gestión hipercentralizada que coadyuvó al colapso económico y este último a problemas insalvables en objetivos de investigación y servicios. No obstante debemos reconocer también la esquizofrenia creada entre objetivos que se indicaban como deseables bajo el marco de la Ley de la Ciencia versus lo que se le pedía hacer a parte de su personal y a la estructura para atender servicio y obligaciones de la AGE.

Ser justos con la historia

Pero para ser justos con la historia debemos recordar que en mandatos próximos pasados en varias direcciones del IEO predominaron personas de gran experiencia procedentes del CSIC, portando planes para emular estructuras aparentemente exitosas como las agencias. La crisis de gestión fue profundizada coincidiendo con alguno de esos mandatos, junto con la degradación orgánica del IEO, la implementación de la Ley de la Ciencia del 2011 -ahora en revisión-, con cada día menor estructura de personal por falta de reposición y oferta de empleo publico, con baja remuneración y escapismo del personal de gestión hacia otros organismos por ser mejor considerados y remunerados; así como por factores relacionados con la crisis económica y los procedimientos del llamado control del gasto e intervención previa que fueron las bolas de preso en la dinámica científico-administrativa del IEO. Todo esto, entre otros, han sido factores que han hecho visible la crisis cuyo itinerario se agravó bajo la miopía de la patada a seguir.

La falta de ágiles mecanismos de gestión

Salvo honrosas excepciones que quizás nos lleven hasta el pasado siglo, la ciencia y los océanos no han sido una prioridad en la historia reciente de este país. Es cierto que el futuro de las ciencias marinas, y de otras ciencias, continúa siendo una incógnita. Pero en todo caso, como factores bien identificados y al margen de grandilocuentes análisis, podríamos señalar la falta de reconocimiento de la sociedad sobre la utilidad de la actividad científica en general -en cuanto acabe la pandemia volverá al ostracismo-, a la histórica falta de medios, de objetivos claros y de organización, a la enorme precariedad e inestabilidad de su personal o tener que emigrar; y de forma sustancial a la falta de ágiles mecanismos de gestión para poder realizar la actividad científica de este siglo. Me atrevería a decir que un ilusorio escenario de incremento presupuestario, por sí solo, probablemente no tendría efectos positivos generales y proporcionales, si no se acompasa la inversión con un cambio radical de la legislación administrativa para adaptarla a la ciencia, y se deje de aplicar aquella pensada para atajar la corrupción en otros ámbitos perfectamente identificados. Con esos modelos de gestión y de acceso al trabajo científico en la AGE -o los previstos en la nueva ley- no parece posible hacer ciencia, salvo colapsando el sistema con un rozamiento interno que no es sostenible. Sacar adelante los trámites y gestiones de un proyecto suele resultar más penoso y lesivo que la actividad científica ligada al proyecto, y eso no es razonable ni eficiente.

Centralizar aun más esos procedimientos de gestión no parecería en principio una buena estrategia para la descongestión del sistema. Estructuras administrativas más grandes y complejas suelen ser más ineficientes en el mundo de la ciencia, y difícilmente alcanzaría equidad en procesos de gestión de masas críticas, objetivos y prioridades muy diferentes. El propio CSIC estuvo sumido en un colapso económico pocos años antes que el IEO, pero en ese caso fue rescatado con una inyección sustancial de muchos millones de euros por parte del gobierno de turno.

¿Fue el colapso del CSIC en ese caso debido a una deficiente gestión interna? ¿Fue debido a los afectos de una situación económica-administrativa generada desde fuera por la crisis económica y el marco regulatorio que le era aplicado? ¿O por ambos factores combinados?

Los mandatos y servicios

Cuando analizamos la situación de un organismo como el IEO es útil tener claro los mandatos y servicios que para un organismo público del Estado se quieren establecer para atender las necesidades de la AGE y dar el mejor servicio a la sociedad. Fijar claramente los objetivos de un organismo público es un elemento clave para definir su ubicación y estructura orgánica, pero también para justificar su necesidad y diferenciación con otros, y elegir el marco legal- administrativo más conveniente que evite colapsos de gestión por un ineficiente sistema regulador. Ejemplos y modelos de consorcios, alianzas, fundaciones, agencias, etcétera, los tenemos dentro del Estado y en el resto del mundo democrático, realizando acciones similares al IEO. Si algo puede vislumbrarse de algunas experiencias adaptadas a este siglo es que la ubicación de esos organismos de ciencias marinas dentro de sus respectivas Administraciones, su estructura organizativa, medios y marcos jurídicos aplicables para su gestión, se han adaptado en lo posible a los objetivos y mandatos que le fueron asignados -y no al revés- y actúan bajo planes estratégicos coordinados y adaptados a las diferentes áreas del conocimiento y necesidades sectoriales de las que se ocupan. Y eso no les impide en absoluto establecer alianzas u otras formas de colaboración que, en el mundo de la ciencia, todos conocemos y aplicamos sin necesidad de estar bajo un marco de gran tamaño y complejidad.

El diverso rol del personal y la meritocracia

Pero un elemento bastante desconocido es el diverso rol del personal con actividad investigadora dentro de las áreas del IEO, sea de las escalas de investigadores -probablemente en revisión- o de técnicos superiores especializados, aunque preferiría hablar de equipos de investigación en su conjunto, ya que así se trabajó exitosamente en el IEO para alcanzar los muy diversos objetivos que tiene encomendados este centenario OPI.

La Ley de la Ciencia del 2011 estableció para aproximadamente el 70% de ese personal una competitiva carrera científica y un sistema de incentivos económicos personales basados en méritos curriculares específicos como los aplicados en el CSIC desde hace muchos años, que los demás OPI no pudieron iniciar hasta hace muy poco y que casi no ha tenido aplicación efectiva en el IEO hasta la fecha -y esa es otra-. No cabe duda que personal de las escalas de investigadores del IEO, y por tanto los equipos, se verán abocados a enfocar o priorizar aquellas actividades que les permita alcanzar méritos curriculares y mejoras salariales, frente a otras actividades que, si bien son imprescindibles para la AGE, no fueron ni son equitativamente valoradas. Y si esta constatación ya fue evidente y frustrante para muchos investigadores recientemente, lo será más en el futuro si no mudan sus prioridades hacia acciones o áreas de investigación con más posibilidades de alcanzar efectos curriculares positivos.

Real decreto de integración y nueva Ley de la Ciencia

El IEO y otros OPI están a la espera del recién aprobado real decreto de integración (o de absorción) y de una nueva Ley de la Ciencia de las que no existe transparencia hacia los agentes sociales ni al personal. Es probable que el papel del Boletín Oficial del Estado (BOE) lo aguante casi todo, que leamos interminables párrafos llenos de innovadoras ideas, complejas macroestructuras, alianzas, comités de coordinación, etcétera... pero solo desconociendo la diversidad de labores del IEO y de su papel para la AGE se podría pensar que lo que se plasme va a tener necesariamente efectos positivos para todas las necesidades que la propia AGE y la sociedad tienen.