Empresas gallegas apuestan por las posibilidades que ofrece la farmacia marina, entre ellas, el cuidado de la piel
18 mar 2019 . Actualizado a las 13:52 h.Fue la pequeña Biarritz gallega. A finales del siglo XIX, el balneario levantado en la baionesa playa de A Concheira presumía de aguas ricas en yodo y de algas con propiedades terapéuticas. «Es una pena que no aprovechemos más este potencial», se lamenta Salvador Ramos, director médico del centro Talaso Atlántico de Oia, que ha recogido el testigo de aquellos baños medicinales. «Antes los productos del mar se usaban de forma más superficial, para mejorar el aspecto de la piel. Hoy sabemos que las algas tienen un gran poder antioxidante, antibacteriano y modulador del sistema inmune», explica Ramos, responsable de una sección que nació hace cinco años, en colaboración con el Departamento de Física Aplicada de la Universidade de Vigo, y que ahora mismo produce sus propias microalgas de nombre impronunciable, Nannochloropsis gaditana.
Indicadas para dermatitis atópica, para secuelas cutáneas tras tratamientos oncológicos, pero sobre todo, para dolencias reumatológicas, Ramos está convencido de que «el campo de actuación del alga en materia de salud será cada vez mayor». Los peloides o barros (la mezcla madurada del agua de mar con arcilla) se aplican en frío en el caso de tratamientos dermatológicos, y en caliente (al baño maría, a unos 33 o 34 grados) para problemas articulares, «porque la vasodilatación favorece la absorción de los componentes».
«Tenemos una clientela fiel»
Ana Bordallo y Rosaura Valverde son las emprendedoras detrás de la firma La espiral verde. Ambas venían del sector de los conservantes naturales. Un taller de jabones las enganchó. En el 2013 empezaron con los desarrollos de producto, y al año siguiente, con la comercialización. «Es un mercado muy difícil. Cada vez hay más competencia. Si trabajásemos más allá del alga, facturaríamos un 500% más pero somos fieles a ella, como nuestros clientes, que compran lotes para varios meses».
En el mercado tienen dos jabones, uno con alga fucus y otro con laminaria, a los que añaden espirulina, que les da un color verde intenso. Aloe vera, manteca de karité, aceite esencial de naranja y hojas de canela, y lemon grass completan la lista de ingredientes. «Son muy demandados para acné y psoriasis, y también para problemas íntimos femeninos», explica Ana, que trasladó su experiencia personal (un problema capilar) al ámbito profesional: «Había trabajado con micronizado de mejillón en Boiro. Lo empleé durante diez años como loción para el cabello y me fue fenomenal. Los hijos de mi socia tenían pieles atópicas y mejoraron mucho. Queríamos diseñar un producto que usaríamos nosotras mismas». Además, ofrecen una crema facial y corporal con aceite de almendra ecológica y aceite de germen de trigo, manteca de karité, alga fucus, aloe vera y aceite esencial de limón, y un champú-gel, del que llegaron a hacer hasta nueve desarrollos hasta dar con la fórmula perfecta de combinación e integración de ingredientes, aromas incluidos: «El olor del alga es muy fuerte y hay que equilibrarlo». Al final se decantaron por lo sencillo. Limón y rosa damasco, aunque esta última fue descartada por su elevado coste. «Era un lujo imposible de mantener. Tendríamos que cobrarla carísima para que compensase», reconoce Bordallo, que avanza el próximo lanzamiento de la firma, una crema suavizante, «una facial para pieles maduras».
De las costas gallegas al tarro
Todas las algas proceden de Galicia y llevan el sello de producción ecológica. «La adquirimos ya procesada porque no tenemos la infraestructura suficiente para hacerlo aquí». Ubicada en las instalaciones de Cecopesca, en Vigo, La Espiral verde cuenta con la colaboración de los laboratorios Juvenor, de O Carballiño, los mismos que trabajan con Sálvora, la marca comercial de Celtalga, una spin off salida de la USC en el año 2015, y que vende sus productos en dos canales: farmacias y tiendas ecológicas. «Tenemos una crema antiedad y otra hidratante-antioxidante, con alga ascofilum», detalla Jorge Sineiro, socio y promotor de la empresa.
Dependiendo de la época del año, sus algas, micronizadas, proceden de la Costa da Morte o del norte de Galicia. El resto de ingredientes llega desde la Bretaña francesa. «El estrés provocado por la radiación solar o la contaminación se neutraliza con los antioxidantes de las algas», explica. Del buen momento que vive la cosmética natural y ecológica dan cuenta sus planes: «Vamos a sacar cinco productos nuevos».