La multa impuesta esta semana a Pfizer reabre el debate sobre la falta de ética de algunas compañías.
06 sep 2009 . Actualizado a las 19:36 h.John Kopchinsky es un estadounidense, veterano de la guerra del Golfo, que se enfrentó a uno de los grandes poderes de nuestra civilización, una compañía farmacéutica. Kopchinsky era uno de los visitadores médicos de la empresa Pfizer, la que inventó la Viagra. Su trabajo, como el de decenas como él, era el de acudir a las consultas de los facultativos para «convencerlos» de que utilizaran los productos de su compañía. Hasta ahí todo bien, el problema es que Pfizer les pidió a Kopchinsky y a sus compañeros que convencieran a médicos y dentistas para que recetaran uno de los fármacos que la empresa había desarrollado y cuyo nombre es Bextra para usos y en dosis que no están aprobados por las autoridades farmacéuticas estadounidenses.
Kopchinsky comenzó por no hacerlo, cuando él llegaba a las consultas solo informaba a los médicos de las prescripciones que estaban aprobadas. Pero vio que su honradez no servía para nada porque días después alguno de sus compañeros iban a la misma consulta y la recomendación que le daba al facultativo era que recetara dosis mucho más altas que las permitidas. Así que Kopchinsky decidió denunciar la práctica de su empresa ante las autoridades. El resto ya es historia. A causa de las prácticas denunciadas por Kopchinsky, Pfizer ha sido obligada a pagar la mayor multa que se le ha impuesto nunca a una farmacéutica, 2.300 millones de dólares.
Y Kopchinsky, además de la lógica satisfacción moral de hacer lo correcto, ha conseguido un suculento premio, 50 millones de dólares que las autoridades estadounidenses dan a las personas que ayuden a descubrir prácticas ilegales de grandes compañías.
Los 2.300 millones de dólares que pagará Pfizer son en concepto de multa por su mala práctica. Pero, además, es muy probable que a partir de ahora la empresa se enfrente a demandas de los enfermos a los que se recetó el Bextra de manera inadecuada y que hayan sufrido efectos secundarios por esa causa.
Otro escándalo
Tampoco es esta la primera vez que Pfizer acuerda pagar después de un escándalo. La primavera pasada, la compañía llegó a un acuerdo con el gobierno de Nigeria para compensar con 55 millones de dólares a las víctimas de un experimento fallido.
En 1996 había una epidemia de meningitis en la región nigeriana de Kano. Pfizer hizo entonces un ensayo experimental en más de 200 niños con un antibiótico llamado Trovan que en Estados Unidos está permitido en adultos, pero no en menores. Once de los niños murieron y otros muchos sufrieron secuelas muy graves. Las autoridades nigerianas denunciaron a Pfizer en los tribunales estadounidenses y le pidieron miles de millones de dólares para compensar a las familias.
Pfizer ha negado siempre ninguna responsabilidad en lo ocurrido en la región de Kano, pero la pasada primavera, trece años después del ensayo, llegó a un acuerdo con las autoridades de Nigeria para pagar a las familias 55 millones de dólares.
Los sucesos ocurridos en 1996 en Kano parece que fueron el desencadenante que le dio a John Le Carré el argumento de su novela El jardinero fiel, que fue llevada al cine con Ralph Fiennes como protagonista. Tanto la novela como la película denuncian prácticas siniestras llevadas a cabo por las grandes compañías farmacéuticas.