A Joan Laporta lo pillaron un día corriéndose una juerga épica, fumando puros y bañándose en champán en una conocida discoteca de Barcelona. Muchos medios españoles vieron una afrenta en que el líquido que le empapaba la camisa fuese champán francés y no cava catalán, vaya traidor.
La fama de dandi le viene de antiguo a Laporta.
-¿No te veremos bañado de nuevo en champán francés en Luz de Gas? ¿Es eso lo que has aprendido? -le preguntó Pepa Bueno el otro día en el Chester.
Y Laporta, escondido detrás de una incómoda sonrisa, respondió:
-Lo que hay es que procurar que haya gente que no te haga fotos así... robadas.
Porque lo importante no es lo que se hace, sino lo que se ve. Así que ahora que el excesivo Laporta quiere ser, de nuevo, presidente del Barça sin renunciar a los excesos, tal vez aplique la política de la selección española. En septiembre del 2012, la roja tenía un partido en Pontevedra. El sábado por la noche, los jugadores quisieron tomarse unas aguas en un pub de la calle Areal de Vigo. Los organizadores invitaron al encuentro a varias decenas de chicas de la ciudad. Solo chicas. A todas ellas se las obligó a depositar su teléfono móvil en una cesta al entrar al local. Tres años después, todavía se cuentan historias -y qué historias-. Pero las fotos no están en Twitter. Y, claro, no es lo mismo.