De la consulta a un restaurante con dos estrellas Michelin: «Estudié Medicina y ejercí dos años, pero lo dejé todo para ser pastelera»

Nieves D. Amil
Nieves D. Amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Paula Ribotta, en una de las cabañas del Hotel de Naturaleza de Pepe Vieira, en Poio
Paula Ribotta, en una de las cabañas del Hotel de Naturaleza de Pepe Vieira, en Poio Ramón Leiro

Paula Ribotta prepara los desayunos para el hotel de Naturaleza de Pepe Vieira en Poio. Es parte de un equipo internacional donde desborda la vocación

15 abr 2025 . Actualizado a las 18:42 h.

Paula Ribotta está en una esquina de la cocina del restaurante con dos estrellas Michelin de Pepe Vieira en Poio. Son las doce de la mañana y está afanada en su trabajo. Está concentrada y en un silencio que solo rompe de vez en cuando para charlar con los compañeros que trabajan a su alrededor para el servicio del mediodía en este balcón a la ría que está en Camiño da Serpe. Está pelando naranjas. Disfruta de la tarea de una mañana que ya arrancó hace unas horas. Paula es una de las muchas trabajadoras extranjeras que trabajan en la hostelería de Galicia y que dieron un vuelco a su vida para cumplir un sueño. Es argentina y tiene 33 años. A simple vista parece que la gastronomía le corre por las venas, pero bastan unos minutos para confirmarlo y para descubrir que Ribotta tiene mucho más detrás. Es de esas profesionales que llegan a su vocación después de una vida con demasiados meandros hasta que logró dar con la clave. «Soy médico, estudié la carrera y ejercí durante dos años, pero me di cuenta de que eso no era lo mio y me vine para España para estudiar cocina», dice casi al empezar la conversación en la cocina del restaurante.

Ahora es la encargada de preparar los desayunos del Hotel de Naturaleza de Pepe Vieira. «Estudié dirección de cocina en Gijón y ya me vine para aquí a trabajar», recalca. El cambio tan radical de vida tiene su origen en la familia. «Sentí que tenía que ser la médico de la familia», dice con una sonrisa. En una familia, donde todos están relacionados con la sanidad, sintió la obligación de asumir la tarea de hermana mayor y seguir la saga, una decisión que muchos asumen cuando tienen que escoger su futuro. Llegó a trabajar dos años en Argentina, de donde es ella, pero no encontraba la felicidad que esperaba. «La pastelería siempre había sido algo transversal en mi vida», explica Paula Ribotta, que desde muy pequeña siempre estuvo metida en la cocina de su casa.

Hace unos meses que llegó a Pepe Vieira y su labor es ahora dar los buenos días a los huéspedes de las 14 cabañas. No es un desayuno buffet como en un hotel convencional, aquí hay tres pases: uno salado, otro con frutas y uno dulce. Algo de lo que te puedes encontrar en la primera parte es un huevo poché con queso parmesano, una tosta de jamón ibérico y ahumados, mientras que en la parte de las frutas la variedad puede alcanzar la treintena. No faltan los frutos secos ni los zumos decantados, pero tampoco un café con leche o bollería que completa la experiencia en un hotel que forma parte de la red Chateaux & Relais. Pasar una noche en una de estas habitaciones cuesta 510 euros y 560, si es deluxe.

Paula es una de las siete profesionales de otras nacionalidades que escogieron este estrella Michelin para comenzar su carrera profesional dentro de la alta cocina. Ella llegó de Argentina, pero el equipo de Pepe Vieira en su restaurante lo completan esta Semana Santa tres cocineras en prácticas que llegaron de Colombia, un chef peruano, Adriana Fernández, su jefa de sala, y Alberto Fernández, dos hermanos que vinieron desde Venezuela en distintos momentos. «Son muchos los alumnos que vienen de otras partes del mundo a hacer las prácticas y se quedan. En los equipos hay un 60 % de personas extranjeras que aportan mucho. Es enriquecedor contar con ellos», señala Pepe Vieira.

Adriana Fernández, jefa de sala en Pepe Vieira, y su hermano Alberto
Adriana Fernández, jefa de sala en Pepe Vieira, y su hermano Alberto Ramón Leiro

Dejó la ingeniería por la cocina

Hace seis años que el cocinero con dos estrellas Michelin confió la sala a Adriana. Ahora tiene 33 años. Ella también cambió su vida cuando la había empezado a encarrilar. Si en la vida de Paula había médicos, en la de Fernández eran todos ingenieros. Y ella eligió ese camino, estuvo cinco años estudiando, pero no llegó a graduarse. La gastronomía se coló en su vida. En ese momento, no sabía que sería para siempre y en la otra punta del mundo.

Al igual que a Paula, a Adriana le tiraba la cocina cuando estaba en la universidad y planteó en casa dar un giro a su vida. No hubo ningún problema. Todos la apoyaron. «Mi padre me dijo que si quería cocinar estudiase una carrera», recuerda en un momento libre que le deja la organización de la sala del restaurante con dos estrellas Michelin. Buscaron universidad e hizo las maletas para estudiar en Castellón de la Plana Gastronomía y Management Culinario, del CEU. En cuanto acabó la carrera, hizo sus primeras prácticas en el restaurante El Poblet, de Quique Dacosta, también con dos estrellas Michelin. De ahí saltó a Pepe Vieira. El camino lo tenía más que claro. «Empecé en cocina, pero mientras me formaba, me decían que hacía falta personal cualificado de sala», explica Adriana, que con 27 años se vino para Galicia.

Era una forma de rendir un homenaje a su familia paterna. «Mi padre era de Sarria y quería venirme a Galicia. Llegué a Poio en febrero del 2019 y en 15 días me detectaron tuberculosis y tuve que estar aislada durante seis meses», recuerda. Salió de ese aislamiento y unos meses después empezó la pandemia. Puede decirse que su vida laboral arrancó con mal pie, pero tras el covid volvió a ponerse al frente de la sala del restaurante con dos estrellas Michelin. «Nunca imaginé cuando empecé a estudiar Ingeniería Industrial que acabaría siendo jefa de sala», explica con orgullo. 

Adriana organiza a los camareros de Pepe Vieira y es el enlace entre la cocina y la sala. Son las doce y media de la mañana y ella ya ha comido. Se ha puesto el traje y los tenis Nike que forman parte del uniforme. Toca empezar la «fiesta». Casi todos están ya en sus puestos para que nada falle en el servicio. Su hermano Alberto, que se unió al equipo hace unos meses después de trabajar como refuerzo en verano, también está en el huerto, donde los clientes comienzan la experiencia. Ellos dan vida a un restaurante y contribuyen a mantener las dos estrellas.