Margo Pool: «'As bestas' refleja bien lo que pasó con Martin en Santoalla, pero es una película»

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

PETÍN

Margo Pool, en Santoalla, la aldea en la que es feliz. «Aquí tengo una vida muy buena», asegura.
Margo Pool, en Santoalla, la aldea en la que es feliz. «Aquí tengo una vida muy buena», asegura. MIGUEL VILLAR

La mujer sigue viviendo en la aldea en la que fue asesinado su marido hace 12 años

12 feb 2023 . Actualizado a las 00:49 h.

Margo Pool sopesa volver a ver As bestas. Ella hace meses que disfrutó —dice que está muy bien— de la película de Rodrigo Sorogoyen que arrasó en varios festivales, se llevó varios premios Feroz y también varios goyas y llegó a estar en la carrera por ir a los Óscar. Margo la vio en exclusiva en su casa en Santoalla (en el concello ourensano de Petín), la pequeña aldea en medio de las montañas a la que llegó en 1997 junto a su marido, Martin Verfondern. El cineasta acudió acompañado de Isabel Peña, la guionista, para enseñársela.

Era la segunda visita de la pareja a Margo, una mujer de sonrisa amable que siempre recibe con un caluroso saludo a todo el que llega a la aldea. La primera vez que se vieron fue antes de comenzar el rodaje, que se llevó a cabo en el Bierzo. «Vinieron a contarme que estaban trabajando sobre el tema», recuerda. A ella, dice, la idea le pareció bien. Y una vez que As bestas estuvo lista, pudo verla con sus artífices. Solos los tres. «Me gustó, está muy bien hecha», confiesa. Sobre la fidelidad a la historia, es clara: «Está basada en lo que sucedió y refleja bien lo que pasó con Martin en Santoalla, pero es una película». Para quien quiera conocer fielmente lo sucedido en las montañas valdeorresas, Pool recomienda ver Santoalla, el documental rodado por los americanos Andrew Becker y Daniel Mehrer con la participación de la valdeorresa Cristina de la Torre. «Esto es una película, el documental es nuestra historia», insiste. Margo habla tranquila, con la serenidad que da el paso del tiempo y el aplomo de una mujer que rechaza el odio o la venganza.

Ella sigue feliz en Santoalla, con sus montañas, sus cabras y su soledad. Porque cuando la pareja llegó a la remota aldea lo que le gustó fue precisamente eso, que estaba alejada del resto del mundo. Apenas había vecinos. Solo la familia Rodríguez, conocida como la de O Gafas por el mote del patriarca. Y no hay coches de paso. Allí remata la carretera, así que la tranquilidad es máxima. Al menos en cuanto a foráneos. Porque aunque solo eran dos familias, las desavenencias no tardaron en surgir debido a la disparidad de criterio entre los Rodríguez y los Verfondern sobre el proyecto eólico previsto en la aldea y el reparto de los beneficios del monte comunal. La situación se fue enquistando hasta que en enero del 2010, Juan Carlos, el único hijo de O Gafas que seguía viviendo en Santoalla, mató a Martin disparándole con una escopeta de caza. Después, ayudado por su hermano Julio llevaron el cadáver (al que prendieron fuego) a un monte en el municipio de A Veiga. Lo hicieron utilizando el todoterreno de Verfondern, en cuyo interior estaba el holandés cuando Juan Carlos lo mató.

Todo eso no se supo hasta cuatro años más tarde, cuando el piloto de una avioneta del servicio de extinción de incendios descubrió el todoterreno de Martin. Junto al vehículo, los agentes de la Guardia Civil encontraron los restos del cadáver. Era junio del 2014. A finales de noviembre eran detenidos los dos hermanos. Tras ser puesto a disposición en el juzgado de O Barco de Valdeorras, Juan Carlos entró en prisión provisional y Julio fue puesto en libertad. Unos días más tarde, Manuel O Gafas y su mujer, Jovita, abandonaron Santoalla para trasladarse a Petín con otro de sus hijos. Allí residieron hasta su fallecimiento.

Desde entonces, Margo es la única habitante de Santoalla. Y tan feliz. Dice que nunca se planteó dejar la aldea, ni durante los cuatro años que siguió buscando a su desaparecido marido —convencida de que no se había marchado por voluntad propia— ni cuando se supo que había sido su vecino quien le había matado. «Aquí tengo una vida muy buena», remarca.

En la soledad de las montañas, esta mujer sigue recibiendo a los voluntarios de la red Wwoof de granjas ecológicas: los visitantes echan una mano a cambio de manutención y alojamiento. Y a todos ellos los recibe Margo con su sonrisa.

El mismo lugar en el que se rodó «Sempre Xonxa» en 1988

Antes de ser fuente de inspiración para una película —como sucede ahora con la cinta de Sorogoyen—, Santoalla fue escenario de cine. Ocurrió en 1988, cuando Chano Piñeiro dio forma al primer largometraje rodado en gallego. Hasta la pequeña y recóndita aldea se trasladó todo el equipo de rodaje. Chano Piñeiro quería un sitio «polo que non pasase o progreso», cuenta Manolo González (exdirector de la Axencia Galega do Audiovisual) en el documental «Sempre Xonxa en Petín». Así que él le propuso varios lugares en Valdeorras que consideraba que se adaptaban al perfil que el director estaba buscando. No hubo discusión. Al llegar a la curva desde la que se divisa por primera vez Santoalla, Piñeiro lo tuvo claro.