«As Bestas»: Así eran los protagonistas del drama real que inspiró a Rodrigo Sorogoyen

María Cobas Vázquez
María Cobas O BARCO / LA VOZ

OURENSE

Margo y Martin, en una fotografía que la mujer conserva en su casa en Santoalla
Margo y Martin, en una fotografía que la mujer conserva en su casa en Santoalla LOLITA VÁZQUEZ

El holandés Martin Verfondern murió tras ser tiroteado con una escopeta por el hijo de la otra familia que vivía en la pequeña aldea de Santoalla

30 ene 2023 . Actualizado a las 13:24 h.

As Bestas, la última película de Rodrigo Sorogoyen, lo ha vuelto a hacer. Después de arrasar hace más de un mes en los premios Forqué, ahora acaba de ser elegida como el drama del año en los Feroz, que también premiaron la sobrecogedora interpretación de Luis Zahera y la música de Olvier Arson. El siguiente paso: los Goya, donde parte como gran favorita con 17 nominaciones. Parte como gran favorita con 17 nominaciones. Son reconocimientos que se suman a la ovación que ya consiguió en el preestreno en el festival de Cannes el pasado mes de mayo y que avalan los datos en taquilla. Es una película, como remarca la alemana Margo Pool; pero aún siendo ficción, cuenta de manera bastante fiel su historia y la de Martin Verfondern, su marido. Porque el argumento que Sorogoyen firma junto a Isabel Peña está basado en la historia de los holandeses de Petín, como se conoce a la pareja desde su llegada a Galicia en 1997 por la nacionalidad de Martin. Ellos son los protagonistas de un crimen real que conmocionó en su momento a la sociedad gallega y que fue llevado a la gran pantalla por los estadounidenses Andrew Becker y Daniel Mehrer en su documental Santoalla. Ahora con la llegada de la cinta a los cines y los premios, el homicidio de Verfondern vuelve a estar de actualidad.

A estas alturas, haya visto o no la película, casi nadie es ajeno a la historia. Dos extranjeros (franceses en la película, holandés y alemana en la realidad) llegan a una aldea remota en busca de paz y naturaleza. Al principio son bien acogidos hasta que el proyecto de construcción de un parque eólico (en este caso, la tala de árboles en el monte comunal)  y los suculentos ingresos previstos hacen chocar los intereses de los nativos con los de los foráneos. Y la cuerda se va tensando hasta que un vecino mata a otro. Algo similar a lo que pasó en el crimen de Santoalla. La historia real.

El final ya es conocido. Pero empecemos por el principio. ¿Quién es quién en esta historia?

Margo Pool con su caballo
Margo Pool con su caballo MIGUEL VILLAR

Martin Verfondern y Margo Pool

Martin Verfondern y Margo Pool son los extranjeros. Llegaron a Santoalla en 1997. Como contaban entonces, habían abandonado Holanda empujados por la creciente industrialización. Querían huir de las aglomeraciones y volver a conectar con la naturaleza. En Santoalla (Petín) encontraron el lugar perfecto. La remota aldea está escondida en medio de las montañas y aunque las edificaciones indican que antaño tuvo mucha más vida, ya en el 97 estaba a punto de quedar totalmente abandonada. Solo había una familia residiendo en Santoalla, los Rodríguez González. En Santoalla remata la carretera, así que tampoco hay tráfico, ni siquiera de paso. Si alguien llega a la aldea es porque quiere ir allí. Pero cada vez son menos los que tienen ese anhelo. Y eso que las vistas son increíbles.

Martin y Margo decían vivir en el paraíso que estaban buscando. Compraron una casa que rehabilitaron con sus propias manos, comenzaron a plantar su huerto y a crear su rebaño de cabras. Con cierta frecuencia uno de los dos regresaba a Alemania u Holanda para trabajar unos meses y ganar algún dinero para poder seguir construyendo su sueño. Tal y como contaban a La Voz en 1998, querían crear un centro ecológico en Valdeorras.

Él era un hombre de fuerte carácter y corazón noble, como le definía su mujer cuando todavía estaba desaparecido. Ella era una mujer siempre con la sonrisa en la boca que recibía con buenas palabras a todo el que se presentaba en su puerta. Y así lo sigue haciendo. Como repite hasta la saciedad cada vez que se le pregunta, en ningún momento se planteó abandonar Santoalla. Margo solo quiere seguir viviendo en paz en el paraíso que encontró en 1997, aunque Martin ya no esté para acompañarla. Y no le importa ser la única vecina de la aldea. De hecho, valora en positivo esa situación. Pero no siempre está sola. Sigue acogiendo voluntarios de la red internacional Wwoof, gente que llega para conocer más sobre el mundo rural y, a cambio de comida y alojamiento, echan una mano en las tareas de la granja. Precisamente un voluntario israelí que estaba pasando una temporada en Santoalla fue quien dio la voz de alarma el 19 de enero del 2010. Martin se había ido por la mañana a hacer la compra. Cayó la noche y seguía sin regresar.

Juan Carlos durante una de las sesiones del juicio
Juan Carlos durante una de las sesiones del juicio Agostiño Iglesias

Juan Carlos Rodríguez González

Juan Carlos es el hijo mediano de la familia de O Gafas, conocida así por el mote de patriarca, alusivo a sus anteojos con una alta graduación que dejaban entrever sus problemas de visión. Era el único que en el 2010 seguía viviendo con sus padres, Manolo y Jovita. Con cierto grado de discapacidad, es un hombre con temperamento que creció rodeado de armas. En su casa siempre hubo escopetas para la caza y también había una pistola (sin licencia) que fue localizada por la Policía Judicial durante el registro de la vivienda y que supuso una condena al patriarca por tenencia ilícita.

Julio, el mayor, hacía tiempo que había dejado la vivienda familiar. No vivía en Santoalla pero visitaba la aldea casi a diario para atender su explotación de ganado, formada por más de 150 vacas. 

La historia real

Los primeros años de convivencia fueron buenos, según reconoce hoy en día Pool y como contaba el propio Verfondern cuando se sentía amenazado. Ambas familias se echaban una mano en las tareas y compartían matanza. Eso fue al principio. La relación se fue enturbiando debido a los ingresos generados por el monte comunal, que durante años recibieron los Rodríguez en exclusiva porque el resto de vecinos se fueron poco a poco marchando. Y la normativa dice que la chimenea tiene que estar humeante (es decir, que hay que vivir en la aldea) al menos seis meses y un día para tener derechos sobre el monte. Margo y Martin cumplían la premisa y querían su parte. Los Rodríguez no compartían esa visión y el asunto les enfrentó en los tribunales. No fue la única vez que se vieron en sede judicial. Sus enfrentamientos, tanto verbales como físicos, dieron lugar a varias denuncias.

Llegó un punto en el que el holandés se sentía tan acosado que no salía de casa sin su cámara de vídeo, con la que grababa los insultos que le proferían desde la familia de O Gafas. Juan Carlos llegó a decirle que ya estaba gordo para matarle, comparándole con un cerdo que se acercaba a su propio San Martiño. Y en alguna imagen se ve cómo el patriarca levanta su bastón con gesto amenazante ante el paso del holandés.  

El día de la muerte de Martin

El 19 de enero del 2010 Margo estaba en Alemania visitando a su madre, gravemente enferma. Era ya de noche cuando recibió una llamada del voluntario israelí que estaba aquellos días en la granja de Santoalla. Le contó que Martin había salido por la mañana a hacer la compra a O Barco de Valdeorras y no había vuelto. Margo denunció la desaparición. Se puso en marcha un dispositivo de búsqueda para localizar al holandés, pero ni rastro. Tampoco de su coche, un Chevrolet todoterreno de grandes dimensiones y bastante viejo, que hacía mucho ruido. Es por eso que era difícil pasar desapercibido. Pero no aparecía por ninguna parte. En un primer momento la investigación barajó la posibilidad de que Martin se hubiese marchado. Que hubiese decidido dar un giro a su vida. Margo, que regresó de inmediato a Santoalla, siempre negó tal posibilidad. Estaba segura de que Martin había sufrido un accidente. O algo peor. 

Con el paso de los días, la Guardia Civil descartó la marcha voluntaria. Martin no había realizado ningún movimiento bancario ni abierto sus redes sociales. Y no manejaba dinero en efectivo como para estar tanto tiempo sin recurrir a los ahorros. Margo, por su parte, se convenció de que no podía tratarse de un accidente. Lo hizo tras recorrer incansable una y otra vez el trazado desde la plaza de Petín, el último lugar en el que fue visto Martin, hasta Santoalla. La carretera a la aldea es sinuosa y estrecha, marcada por el dibujo de los desfiladeros. Pero tras mucho mirar, Margo sabía que no se había despeñado.

La Guardia Civil realizó incansables búsquedas con todo tipo de medios, desde buzos buscando en un embalse hasta un georradar desde el aire. Pero nada. Ni rastro de Martin ni del coche.

La localización del cadáver

Convencida de que a Martin lo habían matado, Margo continuó con su vida en Santoalla. En algún momento dudó de los vecinos, pero estos seguían comportándose con normalidad, así que pronto las relaciones se restablecieron. Charlaba con frecuencia con Juan Carlos, al que tildaba de ser como un niño pequeño; y Julio le ayudaba a veces con el sacrificio de los corderos. Así pasaron cuatro años hasta que, en junio del 2014, una avioneta del servicio de extinción de incendios alertó de la presencia del todoterreno en un monte de A Veiga. Junto al coche se localizaron los restos de un cadáver. Era Martin. Tanto el coche como el cuerpo habían sido parcialmente quemados.

La detención de los dos hermanos

La investigación se activó de nuevo y el cerco se fue estrechando hasta que en noviembre de aquel mismo año eran detenidos Juan Carlos y Julio Rodríguez. Fue el menor el que contó lo que había pasado. Ya en el cuartel de la Guardia Civil de O Barco se confesó culpable de haber matado a Martin. Dijo que se habían encontrado en un camino. Martin iba en el coche. Juan Carlos lo encañonó con su escopeta y le disparó. Poco después llegó su hermano Julio, que condujo el coche por un cortafuegos y monte arriba hasta llegar a A Veiga. Allí trataron de ocultar el rastro del crimen y regresaron andando los 18,5 kilómetros monte arriba que separan ambas localizaciones.

Tras prestar declaración en sede judicial, Juan Carlos fue enviado a la cárcel de O Pereiro de Aguiar y Julio regresó a su casa. 

El juicio

En la primavera del 2018 se celebró el juicio en la Audiencia Provincial de Ourense. Juan Carlos fue condenado a diez años de cárcel. Su hermano Julio continuó libre. Se le impuso una orden de alejamiento de Margo y de Santoalla de once años y medio.

LOLITA VAZQUEZ

¿Dónde se filmó «As Bestas»?

Aunque Sorogoyen se inspiró en la historia de Margo y Martin para su película, lo cierto es que esta no se filmó en Galicia. Hay algunas localizaciones en la Rapa das Bestas de Sabucedo, en un guiño al título de la cinta, pero no hay ni un solo fotograma en el que aparezcan no solo Santoalla. Tampoco Petín. Ni Valdeorras. Ni siquiera la provincia de Ourense. El cineasta eligió el Bierzo para su rodaje, en concreto la localidad de Barjas, un municipio dibujado por sotos de castaños y parques eólicos. No podía ser en Santoalla, porque en la aldea petinesa no hay molinos de viento. 

La primera parte se rodó a finales de verano para dar esa imagen de lugar acogedor, perfecto para el retiro lejos del mundanal ruido, lleno de áreas verdes y frondosos bosques. Para la segunda parte fue preciso esperar al invierno para poder mostrar cómo un lugar hermoso puede volverse oscuro, frío y también hostil.

El lugar del crimen fue el escenario de «Sempre Xonxa»

Santoalla fue el escenario donde se rodó el documental del mismo nombre que recoge la historia de Martin y Margo, un trabajo que incluyó más de 100 horas de grabación. El resultado final tuvo una gran repercusión en festivales y en su gira por los cines. E incluso llegó al juzgado. Fue visionada en el juicio contra los hermanos Rodríguez, una idea que no compartían los creadores. «Nós non investigamos un crime, fixemos unha película», razonaba entonces Cristina de la Torre, que trabajó como productora en el documental.

Cuando llegaron los norteamericanos Daniel Mehrer y Andrew Becker a Santoalla no era la primera vez que una cámara filmaba la aldea. Más de 25 años antes, Chano Piñeiro eligió esa localización para Sempre Xonxa, la primera película filmada en gallego. Era 1989. Chano Piñeiro quería un sitio «polo que non pasase o progreso», cuenta Manolo González (exdirector de la Axencia Galega do Audiovisual) en el documental Sempre Xonxa en Petín. Así que él le propuso varios lugares en Valdeorras que consideraba que se adaptaban a lo que estaba buscando. No hubo discusión. Al llegar a la curva desde la que se divisa por primera vez Santoalla, Piñeiro lo tuvo claro.