Colesterol: ¡ojo con el estilo de vida!

Fernando I. Lago Deibe, médico de familia FIRMA INVITADA

OPINIÓN

María Pedreda

08 ene 2021 . Actualizado a las 19:49 h.

El colesterol es un tipo de grasa que se encuentra en nuestro organismo y que es necesaria para su funcionamiento (membranas celulares, ácidos biliares, vitamina D y algunas hormonas). La principal consecuencia del exceso del colesterol en sangre es su acumulación en las paredes de las arterias, formando placas (la arteriosclerosis) que las obstruyen (angina de pecho) y que a veces se inflaman y rompen, formándose trombos que causan infartos (en el corazón, cerebro u otras arterias) causando la muerte o bien graves secuelas.

Las personas pueden tener elevado el colesterol porque padezcan anomalías genéticas, algunas de las cuales tienen un riesgo de enfermedad cardiovascular muy elevado, o, lo más habitual, por estilos de vida poco saludables (dietas con muchas calorías, grasas y azúcares, sedentarismo, obesidad, tabaquismo…). En este caso el riesgo de cada paciente para el desarrollo de estas enfermedades depende de la valoración conjunta de la edad, el sexo, la presión arterial, tabaquismo, estado diabético o antecedentes familiares de arteriosclerosis precoz. Lo relevante no es medir la concentración de colesterol, sino el riesgo global que ello conlleva para cada paciente.

Lo más importante para la prevención de las complicaciones de la arteriosclerosis es el cambio en los estilos de vida, aunque no sea fácil ni cómodo: la alimentación ha de ser equilibrada, basada en la dieta mediterránea, con un aporte importante de frutas, verduras y legumbres, y priorizando el pescado frente a la carne, entre otros, hacer ejercicio físico evitando el sedentarismo, con el objetivo de acercarnos al peso normal, eliminar tóxicos, especialmente el tabaco.

Los pacientes con formas genéticas que tienen mucho riesgo (el paradigma es la hipercolesterolemia familiar) deben tratarse siempre con fármacos, en los demás pacientes, solo cuando su riesgo sea alto (la mayoría de los diabéticos) o muy alto (los que ya han tenido un infarto), nunca si el riesgo es bajo (no tiene beneficio). La mayoría de los pacientes están en riesgo moderado y en ellos hay que ampliar la valoración, buscando otras características menos habituales y siempre explicando al paciente, para lo que hay algunas herramientas gráficas muy visuales, la probabilidad de beneficio de los fármacos. Los principales, pero no los únicos, son las estatinas, fármacos bastante seguros pero no exentos de riesgos.

La herencia no la podemos elegir, los estilos de vida sí y por ello es nuestra responsabilidad adoptar los más adecuados para cuidar nuestra salud. Los fármacos ayudan pero se quedan cojos e incluso pueden ser contraproducentes si no aplicamos lo primero.