Cuenta atrás para el apagón nuclear en Alemania

Pablo L. Barbero

MERCADOS

STEPHANE MAHE

Hace diez años, poco después del desastre de Fukushima, Merkel decidió que la desconexión definitiva tendría lugar en el 2022, con el cierre gradual de 17 centrales

19 abr 2021 . Actualizado a las 09:29 h.

La energía nuclear en Alemania tiene los días contados. La totalidad de los reactores activos se preparan para su desconexión en 2022 y las empresas energéticas preparan la transición para suplir con fuentes alternativas la enorme cantidad de potencia que se extrae de la fisión del uranio enriquecido. Resulta difícil de creer que en cuestión de meses la locomotora europea, con sus enormes complejos fabriles y sus industrias punteras, dejará de contar con este tipo de energía.

La verdadera revolución de la política energética alemana vino de la mano del accidente de Fukushima, hace diez años. Pocos días después del desastre, la canciller Angela Merkel, de forma espontánea y sin consultar con su partido, decidió que el apagón nuclear tendría lugar en 2022.

Tan solo seis meses antes el gobierno había decidido prolongar la vida útil de las centrales atómicas. Pero las terribles imágenes del accidente, provocado por el tsunami que arrasó la costa nororiental de Japón, llevaron a la canciller a dar marcha atrás. Fue una decisión sin precedentes en los países industrializados. Se estableció un calendario de cierre gradual de las entonces 17 centrales nucleares todavía en funcionamiento. A día de hoy aún quedan seis plantas en activo. Alemania ha podido cumplir el calendario gracias a los gobiernos anteriores, que ya habían legislado para limitar el funcionamiento de esta energía en favor de las renovables.

Pero la decisión también ha llevado al país a incurrir en contradicciones, como la inauguración el año pasado de una nueva central térmica de carbón. La planta Datteln 4 deberá suplir en parte el vacío que dejarán las nucleares. Desde la operadora Uniper aseguran que la nueva central solo estará funcionando hasta 2038, fecha en la que Alemania ha decidido dejar de usar carbón como fuente de energía.

A la decisión de la canciller Angela Merkel, le siguió una batalla judicial entre el gobierno y los operadores energéticos que se consideraban perjudicados por esta medida. El pasado 5 de marzo concluyó la negociación de un acuerdo con los grupos energéticos afectados, que recibirán 2.428 millones de euros en concepto de indemnización.

Las empresas se comprometieron a «retirar todos los procedimientos judiciales en curso y a abstenerse de emprender acciones o recursos contra el régimen de indemnización», según fuentes del Ejecutivo alemán. Con esto se cierra un capítulo que se remonta a 2016, cuando el tribunal constitucional dictó que se debía compensar a las energéticas afectadas.

Lo cierto es que en ningún otro lugar ha habido un movimiento antinuclear tan fuerte como en Alemania. Desde los años setenta existe en este país un movimiento ciudadano muy importante reunido bajo el lema «Nucleares, no, gracias». La disputa, durante décadas, sobre un posible depósito de residuos radiactivo en Gorleben, Baja Sajonia, y después el terrible accidente del reactor de Chernóbil, en 1986, encendieron la alarmas entre los alemanes. Fukushima fue la gota que colmó el vaso. La energía nuclear ha dejado de ser viable. Así lo entendió el Ejecutivo alemán en el 2011. Y así lo entiende también la mayoría de la población alemana. Sorprende que apenas ha habido debate, al contrario de lo que ocurre en países como Francia, Estados Unidos y China, que siguen apostando por este tipo de reactores.

Los escasos partidarios de las nucleares que quedan en Alemania afirman que un país industrializado como este difícilmente llegue a alcanzar sus ambiciosos objetivos climáticos solo con energía eólica y solar, y sin carbón. Y que en algún momento, la protección del clima obligará a construir nuevos reactores. Además, ¿qué pasará con las centrales apagadas? ¿Y con la basura radioactiva? El apagón nuclear es solo el comienzo. Hay grandes todavía grandes desafíos pendientes.