Empoderar a la sociedad

Venancio Salcines
Venancio Salcines DIRECTOR GENERAL DE CESUGA

MERCADOS

24 nov 2019 . Actualizado a las 05:08 h.

El Estado feudal se desmorona entre los siglos XV y XVI. Su lugar lo ocupan nuevas estructuras de gobierno. Intentan ser modernas, tener identidad, organización formal. Todo ello centrado en el objetivo de tener un poder centralizado. Renacimiento frente a feudalismo. Rey frente al noble. El todo frente a la parte. Isabel La Católica sería la primera de las monarcas que andaría este camino o la última a la que hicieron perder el sueño los señores feudales. Todo está en cómo se mire. En todo caso, con su nieto Carlos, rey de Aragón, Castilla y Navarra, las Españas ya se estaban conformando como uno de los grandes, si no el más grande, de los estados modernos.

La dinastía real necesitaba afianzar su poder, afianzar al Estado. Para ello lanzaban una pregunta: ¿cuándo es el Estado rico? Y la corte, al unísono, respondía: ¡cuando es rico el monarca! Por ello, los principios tributarios se sostenían en dos máximas: a) El sostenimiento de la Casa Real. Y b) El beneficio económico para los responsables de alimentar al Tesoro. Actualmente, bastantes opinan que toda estrategia tributaria pasa por engordar el Estado, ya que ello le permitirá tener más estructura, más poder. Y ese privilegio debe destinarse a alimentar, en primer lugar, a la propia casa gobernante (el partido) y, en segunda instancia, a los cuerpos de votantes que le permiten alcanzar o mantener el poder. Estaríamos ante una economía profundamente estatalista que, con los tintes ideológicos oportunos, entraría dentro de una versión edulcorada del comunismo. ¿Será esta la meta del nuevo Gobierno? Lo ignoro. Lo que nos dice la historia es que su instinto natural de supervivencia le dirigirá hacia una estrategia de más presión fiscal y populismo tributario. «No recaudamos mucho más, pero hacemos justicia».

El miércoles, el Ejecutivo europeo nos recordó que debemos aprovechar la actual situación de tipos bajos, no para emitir más deuda, sino para reducir el peso de la misma sobre nuestra producción. ¿Lo haremos? Más fácil veo que el Deportivo no baje a segunda B. En todo caso, los nacientes estados modernos, al igual que la democracia española, pasaron por sus procesos de aprendizaje. Los monarcas, en nuestro caso los Austrias, observaban con natural preocupación que algo fallaba. Más presión, más ejército, más privilegios no los hacían más ricos. Un día, los intelectuales de la época le dijeron al monarca: «Está equivocado. El Estado es más rico cuanto más rico es su pueblo». Carlos III, hijo de Felipe V, lo entendió perfectamente. Su agenda liberalizadora trascendió a su reinado, alcanzando, en algunos campos, el ayer más reciente. De su política provienen, por ejemplo, nuestras extinguidas escuelas de Comercio o de Navegación, la apertura de nuestros puertos o el consulado.

En 1752, Vigo no tenía entidad económica, A Coruña provincia era superada por Santiago, Ourense, Tui y, especialmente, por Lugo, la más rica entre todas. En 1787, la primera urbe de Galicia era Ferrol; le seguía Santiago, con cerca de 16.000 habitantes. A Coruña era una aldea de 3.575 vecinos, más débil que Mondoñedo o Tui. Doscientos cincuenta años después, la Galicia liberal lidera el país, y la estatal, la que lo tenía «todo», la vinculada a la Iglesia o al Estado, la acunada por los privilegios, vive estigmatizada por su languidez.

En breve arrancará un nuevo Gobierno, con una fuerza política adanista. Y tendrán que preguntarse: ¿cuándo es España rica? El instinto le dirá, cuando lo sea el Estado; la historia le responderá: cuando lo sea tu pueblo. Y si escuchan al pasado, entonces solo tendrán que recordar que la presión fiscal excesiva no transforma, castra. Que los países solo galopan cuando lo hace su sociedad civil, empodérala y empoderarás al Estado.