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Cuarenta países conviven en Burela por el mar

Lucía Rey
lucía rey BURELA / LA VOZ

SOMOS MAR

Pepa Losada

La pesca y afines son el gran motor de empleo en un concello donde más de 1.000 de sus 9.500 vecinos son extranjeros

19 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ocho años que Lizzbet Palacios, que tiene 35, se subió con su hijo mayor a un avión en Perú para reunirse en Burela con su marido, que había emigrado antes para embarcarse en un pesquero. Algo parecido vivió María Edna Monteiro. Tiene 36 años y en mayo hará diez que abandonó Cabo Verde con su primogénito para reencontrarse en el municipio mariñano con su esposo, que es marinero. «En Cabo Verde hay poco trabajo, y en Burela o mar é o que hai», sonríe la mujer, que trabaja en una compañía pesquera puntera en el sector del congelado, aunque antes pasó seis años como masajista en una empresa de fisioterapia. A grandes rasgos, estas son solo dos de la historias humanas que a diario tejen en Burela las redes del mar. Unas redes que han convertido este concello de la costa de Lugo en una especie de torre de Babel donde conviven alrededor de cuarenta nacionalidades diferentes.

Y en este punto las estadísticas son reveladoras, puesto que en poco más de ocho kilómetros cuadrados de superficie residen, según datos del padrón más reciente del Instituto Galego de Estatística, algo más de 9.500 personas. De ellas, casi el 12 % son extranjeras, nacidas en países tan variados como Cabo Verde, Perú, Indonesia, Marruecos, Senegal, Brasil, Venezuela, Cuba o Rumanía. Un porcentaje muy alto recaló en Burela atraído por las perspectivas laborales. 

«Relacionados co peixe»

«Sexa en terra firme ou no mar, case todos os empregos están relacionados co sector do peixe», explica Bibiana Bermúdez, educadora y trabajadora social de Academia A Mariña, que durante este mes imparte un curso para formar a una quincena de inmigrantes asentados en Burela y en Foz que tienen previsto examinarse próximamente para conseguir la nacionalidad española. «A metade da clase leva máis de dez anos aquí, e chámame a atención que é xente superrespectuosa», comenta la docente, que se vuelca en explicar mapas, hacer esquemas y explicarles todo lo relacionado con las habilidades y conocimientos de cultura general que necesitan para superar la prueba. Entre los alumnos hay siete nacionalidades distintas, pero la convivencia es buena. «Na clase non lles permito falar no seu propio idioma porque aquí somos todos iguais», indica.

Además de Lizzbet y María Edna, al seminario asisten Ana, caboverdiana que también es operaria en una empresa de ultracongelados; Haquima, Halima y Hayat, de Marruecos; Mary Carmen, de Cuba; Tatiana, de Rumanía; Romina Andrea, de Argentina; Dora, de Perú; Yanivis, de Venezuela; y cuatro hombres nacidos en Cabo Verde: Felisberto, Nicolao, Joao y Jose. Este último, de 34 años, está en el paro, pero es marinero. «Habendo traballo, aquí vívese ben», destaca el hombre, que vive en Burela desde hace once años, y que tiene un hijo de dos. «O máis difícil [del examen para lograr la nacionalidad] é a lingua, falar e escribir», lamenta. Junto a él está su compatriota Joao, que lleva en A Mariña el mismo tiempo. Con 40 años, ahora es autónomo del sector de la construcción, pero llegó por el mar. «Primeiro veu o home da miña tía, despois veu ela, logo viñeron os meus irmáns, e despois vin eu, que acabei traendo á miña esposa e ás fillas», relata. Y es que, en muchos casos, el mar actuó como imán, pero dio paso a una realidad diversa en la que la población inmigrante está ocupada en sectores tan dispares como la hostelería o la atención a domicilio de personas mayores. 

Padre extranjero, hijo español

De las tres hijas de Joao, la más pequeña, de 7 años, tiene la nacionalidad española porque nació aquí. Las dos mayores, de 12 y 10, todavía no, aunque ya son dos burelenses más. «Ás miñas fillas -relata Joao- gústalles moito a festa de Burela porque hai divertimentos no muelle». Una realidad que, según explican desde el Concello, es bastante habitual, puesto que muchos trabajadores extranjeros han formado aquí sus familias. «Hai moitos casos de pais que non teñen a nacionalidade con fillos que si a teñen», apuntan.

La colonia caboverdiana sigue creciendo

Burela es un concello pionero en muchos sentidos. Por un lado, sus barcos fueron de los primeros de Galicia en incorporar extranjeros a sus tripulaciones. Finalizaban los años setenta, y muchos marineros autóctonos dejaron el mar para trabajar en la fábrica de Alúmina-Aluminio (hoy Alcoa) que acababa de abrir sus puertas en la vecina San Cibrao. El hueco que dejaron fue cubierto en parte por hombres de la isla africana de Cabo Verde que aceptaron trabajos en la pesca de altura. Desde entonces, la colonia caboverdiana de Burela no ha dejado de crecer, como destaca el alcalde, Alfredo Llano, y supone ya en torno al 5 % de la población total. Con todo, según indican desde el departamento municipal de Inmigración, esa cifra es mayor, puesto que en este tiempo muchos han adquirido la nacionalidad española y han nacido muchos niños. «O incremento non se nota tanto no censo como na raza ou na comunidade, que é onde realmente se percibe que cada vez hai máis», manifiestan.

Casi desde el principio, Burela vio una oportunidad que había que aprovechar en el fenómeno migratorio, y fue uno de los primeros municipios en impulsar un plan municipal de integración de inmigrantes para mejorar, entre otras cosas, la atención educativa a los niños y adolescentes; ayudar a los trabajadores a conseguir permisos de trabajo y residencia; facilitar el asentamiento o fomentar la participación en actos sociales y culturales. 

Una concejalía de Inmigración

Para ayudar a gestionar esta torre de Babel, el Ayuntamiento burelense cuenta con una Concejalía de Inmigración e Cooperación, que dirige Angélica Gómez, de origen peruano. ¿Hay racismo? «Pode haber casos illados, pero non hai enfrontamentos étnicos e iso xa di moito», concluye Llano.